33

20.9K 1K 491
                                    

Tenía las sábanas enredadas en sus piernas, estaba bocabajo y abrazaba a una almohada como si su vida dependiese de ello. Su cabello ligeramente alborotado  le tapaba su fino rostro. Mostraba muy bien su dorada espalda, que por cosa rara era la única parte de su cuerpo que estaba más oscura que las otras. Me había levantando porque sentí que iba a orinarme, y me dolía tanto por aguantarme que casi no podía caminar. Ahora estaba de pie desnuda observándola, a ella y a toda la escena. Perdí la noción del tiempo desde ayer en la tarde, ahora es de día y me cuestiono si así sera todo el tiempo cerca de ella, como si las horas no pasaran y sólo seremos ella y yo.

Mis nudillos dolían, fue todo tan intenso, cada vez mejor, pero nunca tuvimos suficiente, nunca lo tendremos. No sé en que momento caímos rendidas en sueño, tuve que arrastrarme como un gusano para salir de la cama puesto que ella quedó dormida encima de mi de nuevo. Tengo tanta hambre, como si no hubiera comido en días, siento la garganta tan seca y la saliva está pérdida, no hay rastro de ella. Veo hacia nuestro escritorio y están aquellas mandarinas que traje hace unos días, no deben estar malas, eso es lo que necesito justo ahora porque siento que no puedo soltar ni una palabra con la garganta tan seca.

Tomo asiento con mi mandarina en mano, quedo igual viéndola dormir; ella se está moviendo mucho y mueve su mano,  buscándome. Exprimo el primer gajo de mandarina en mi boca, una parte de mi vuelve a la vida cuando el jugo de la mandarina atraviesa mi garganta. Ella abre sus ojos y ve a todos lados como si estuviera pérdida, se sienta sobre sus piernas y echa su cabello hacia atrás, se ve tan bella.

De pronto me mira y encuentra lo que estaba buscando, me sonríe con sus labios un tanto hinchados y se restriega los ojos. Se levanta y camina hacia mi, primero camina raro justo como yo, pero luego retoma su paso y se sienta de lado en mis piernas sin decir nada; paso mi brazo por su cintura y me pongo un gajo de mandarina en la boca, sólo la mitad, la otra sobresale. Ella miró un momento el gajo sobresaliente antes de inclinar su boca hacia la mía y quitar esa mitad de un mordisco, sin besarme. La masticó tranquila viendo mis ojos; puse otro gajo y repitió la acción. Así pasó hasta que acabó la mandarina. Seguíamos mirándonos en silencio, ambas manos subieron hasta mi cuello y se inclinó a besarme, probando lo ácido de la mandarina en su boca.

—Que rico sabe todo de tus labios— comentó encima de ellos mirando mis ojos.

—Siento que han pasado días desde ayer ¿Qué tan extraño es eso?

—Para nada extraño— giró su cabeza hacia la izquierda y vió hacia atrás—. Buen día— dijo cuando se giró de nuevo.

—Muy buen día— respondí de vuelta.

Mi día de ayer se redujo a ella y yo en la cama. Después del almuerzo había intentado seguir con nuestras clases de lectura mas no pude hacerlo. En cuanto leí la palabra deseo en aquel libro e hice que ella la leyera algo se apodero de ambas, exactamente esa palabra, el deseo y toda la tensión que acumulamos estos últimos días. Habíamos quedado en no hacerlo más hasta que regresaramos a Tortuga, nunca teníamos privacidad en este lugar y realmente no sabría controlar todo el ruido que sale de mi boca, ella no estuvo tan de acuerdo no obstante le convencí de que era lo mejor.

Pero la deseaba tanto, ella me hacía desearla, ahora se desnudaba y vestía frente de mi sin ninguna vergüenza, me rozaba cada vez que dormíamos colocando su trasero en mi feminidad y moviéndolo disimuladamente, estaba torturándome, tentándome, para que cayera por ella.

Lo logró días después, justo cuando terminó de leer la palabra deseo, lancé el libro al suelo y la cargué a la cama besándola desesperadamente, ya no podía aguantarlo. Desgarre su camisa y todos sus botones, ella estaba sonriendo por supuesto, me tenía y sabía que había logrado lo que quería desde que volvimos de nuestra aventura en aquella casa con un laberinto de pasillos. La cosa es que no paré a la primera liberación que tuve, así llamaba a lo que pasaba cuando llegaba a esa explosión que me hacía sentirme deliciosamente débil y bien al mismo tiempo.

Mar Dorado | Camren.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora