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—Arriba mi amor, se nos hace tarde— me despertó su suave voz mientras dejaba un beso en mi espalda.

Creo que me había babeado, y no sé en que momento me acosté boca abajo abrazando la almohada. Con sus dedos ella hacía un camino por mi espalda, de arriba abajo una y otra vez, lo que estaba provocando que se me erizara la piel.

—Laur, amor, tienes que levantarte ya, Ethan ha venido a buscarnos para desayunar e irnos— me sacudió un poco. La sentí moverse en la cama, hasta que se sentó arriba de mi y saltó.

—Yo siempre te despierto con besos y tu me despiertas con golpes— murmuré con la cabeza en la almohada. No era de día aún, seguía viéndose oscuro.

—Es que tengo rato llamandote y no me haces caso. Puedo besarte ahora, pero tienes que levantarte primero— me resigné, porque si no me levantaba ahora puede que ella se enfade, o que vengan a buscarnos de nuevo y ella se enfade, creo que no salgo provechosa de ninguna.

—No me puedo mover contigo aplastandome— dejé de sentir su peso en mi, me apoyé con mis brazos y me senté. Tenía la mejilla babeada.

—Mira quien es la niña que se babea en la almohada— se burla Camila.

—De seguro estaba soñando contigo, y estabas tan hermosa en mi sueño que me he puesto tan boba que se han caído las babas— la oí reí, ella estaba sentada sobre sus piernas y descalza. Con la misma almohada me limpiaba la baba que había en mi cara.

—Me gustaría escuchar ese sueño luego, ahora, vístete que vamos tarde— en realidad no recuerdo haber soñado nada, sin embargo estar junto a ella siempre se sintió como un sueño.

Antes de que se levante de la cama la derribo, luchamos un momento con las manos, ella rindiéndose cuando puse mis labios en los suyos, calmándola; ella sigue mi beso, sus labios saben a chocolate, sabía que se levantaría primero para comer eso.

—Estuviste comiendo chocolate mientras dormía— la acusé, a lo que ella evadió rápidamente.

—Ya Lauren, quítate encima de mi que es algo raro— ella misma se contradecía, quería que me bajará de encima de ella pero tenia un agarre fuerte en mi cuello.

—¿Raro en qué?

—En que no tienes ropa puesta y yo si.

—Eso podemos solucionarlo, tú puedes quitar tu ropa.

—O tú, belleza de ojos verdes, puedes ponerte la tuya— quitó una mano de mi cuello e hizo algo raro con su mano en mi brazo, lo apretó con dos de sus dedos y mi brazo se debilitó. Aprovechó que estaba quejándome del dolor para escaparse de mi, pero ya la secuestraría luego.

—Eso me dolió mucho Camila— yo estaba que lloraba, me había lastimado mi brazo de una manera extraña.

—Ya mi amor, en serio vístete. Te compensaré lo de tu brazo luego, eres una llorona— me senté, pues de verdad que tenía que vestirme, ella me lanzó la ropa que yo no ataje por andar aún sobandome el brazo.

Cuando terminé de vestirme organizamos todo, dejaríamos la ropa sucia aquí para cuando volviéramos estuviera limpia. Arreglé mi cabello como a ella le gustaba, hacia atrás y a un lado. Tomamos el resto de nuestras cosas y las guardamos de nuevo, con nuestros libros incluidos. La vi guardar en su bolsillo el lirio que le di, que ahora había perdido casi toda la vida, no obstante ella aún lo conservaba. Hicimos todo lo más rápido que pudimos, cuando estemos en el barco ya nos dará tiempo de bañarnos y hacer muchas cosas con calma.

—¿Estás lista?— me paro tras ella, apoyando mi barbilla en su hombro.

—Contigo siempre lo estoy— la abracé un momento, disfrutando de su cercanía. En medio de mi abrazo ella se voltea y me abraza fuerte.

Mar Dorado | Camren.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora