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El cuerpo se lo llevó Ethan, arrastrándolo hasta la cubierta, no tengo idea sobre qué hizo con el. Estuve limpiando el pasillo, en el cual se formo un camino de sangre al arrastrar el cuerpo por la madera.

—Lauren— oí a mi espalda la voz ronca de Camila, quien estaba acostada en el sofá.

—No te levantes, puedes hacerte daño. Voy a lavarme las manos.

Me apresuré a ir al baño, no iba a tocarla con las manos sucias, he estado fregando el piso desde hace un buen rato ya. Seco mis manos con mi pantalón, no tengo tiempo para buscar una toalla para secarme.

Cuando salgo la veo intentando mirar su herida de su abdomen, lo que es algo peligroso, está forzándose mucho.

—No te muevas mi sol, los puntos son muy recientes ¿Cómo te sientes?— me arrodillé a su lado, pues ella necesitaba espacio para estar cómoda.

—Me duele, también duele mi brazo, me siento sucia— lo que era cierto, ella estaba sucia, no le había cambiado la ropa por haberla dejado descansar, tanto como su camisa y pantalón tenían sangre—. Se ha dañado la camisa que te gusta que me ponga.

—Eso no importa mi amor— reí, ella le estaba dando importancia a las cosas pequeñas—¿Tienes hambre?

—Si. Y tengo mucha sed— levantó una mano para sobar su frente—. Me duele la cabeza.

—Debería dolerte, te tomaste la mitad de una botella. Yo voy a subir a ver que le consigo a mi pequeña mujer para comer, no te vayas a levantar, en serio no vayas a hacerlo— me incliné para besar su frente —. Ya regreso.

Me levanté y sacudí mis rodillas. Espero que con todo este alboroto a Marta le haya dado tiempo de hacer algo de comer, si no tendré que improvisarle algo a mi Camila para que recupere fuerzas. No sería gran cosa, soy una pésima cocinera.

La fusión de colores en el cielo es maravillosa, avisándome que pronto oscurecerá, es algo tan impresionante, puedo jurar que entre las mezclas de naranja amarillo y azul el cielo se ve lila. El viento salado y la paz del ambiente te hace creer que el tiempo se ha detenido nada más para que disfrutes de la vista.

—Buenas tardes Marta— la cocina se veía solitaria, y el silencio reinaba en ella.

—Buenas tardes Lauren ¿Qué necesita?

—Ella ha despertado, me dijo que tenía mucha sed y hambre, ¿Ha preparado algo?

—Le he preparado frijoles a Karla Camila, los granos son buenos para recuperarse de cualquier cosa, le prepararé de tomar naranja con un poco de banana, necesita ingerir azúcar, aunque un jugo de tomates hubiera sido lo mejor. Déjeme calentar la comida.

—Suena muy bien, muchas gracias.

Me apoyé en la mesa mientras esperaba, mirando en todas direcciones, la cocina se veía  igual pero se sentía diferente.

—¿Sabe adonde han llevado los cuerpos?— es la pregunta más morbosa que he hecho en mi vida.

—No tengo idea, ese muchacho de rizos no me quiso decir.

—¿Está su marido bien?— traté de cambiar el tema, hablar de esas cosas me resulta repulsivo.

—Muy bien, ha venido con algunos golpes, nada grave. También está muy agradecido con usted Lauren, de hecho, me ha dado una pepita de oro para que se la diera en forma de agradecimiento— la vi buscar en el bolsillo derecho de su vestido.

—No es necesario que me den nada— rechacé su ofrenda. Es como su estuviera pagandome por haber asesinado a alguien. Claro que ella ni su marido José lo ven de esa manera.

Mar Dorado | Camren.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora