Chapter 3

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Chapter 3

Al correr despavoridos hacia aquel grisáceo edificio, visualicé un letrero que decía Colegio Internado Bridge. En la entrada exterior seguirían ver chicos, chicas y niños de todas edades en la entrada. Todos viendo como corremos hacia ellos desesperadamente. Luego repararon en lo que venía detrás de nosotros y el pánico los envolvió como un manto de púrpura. Algunos corrieron dentro del colegio y otros nos hacían señas para apresurarnos. Reí internamente, ya que no habíamos hecho otra cosa desde que bajamos del tren.

-- ¡Vengan, rápido, entren! -- gritaban unos chicos ayudando a la pequeña multitud; que eran, cuando mucho, veinte personas.

Al entrar cerraron todas las puertas y ventanas. Todos apresurados a sellar el viejo edificio a como dé lugar. Chicos y chicas corrían a asegurar cerrojos y pernos. La tensión y la adrenalina eran casi palpables. Al cabo de cinco minutos, todo se hallaba cerrado. Todo, excepto una ventana.

-- Allen, ¿qué te ocurre? -- me pregunta Chloe, seguramente notando mi estado paranoico.

-- ¡Aléjate de la ventana! -- le grité a la chica en la ventana.

Era una de esas enormes ventanas que comúnmente encontrabas en en los antiguos palacios o castillos de la Edad Media. Fácilmente pueden sentarse ahí cuatro personas. Esta muchacha de pelo rojo esta con medio cuerpo dentro y el brazo y piernas derechas fuera del edificio.

Y el tornado a centímetros de ella.

-- ¿Uh? -- dice la chica mirándome, pero de un momento a otro sólo se escucha el chillido ahogado de su diafragma.

El tornado no entra ni sobrevuela el edificio, se queda ahí. Amenazante, como si quisiera intimidarnos desde fuera. La chica se queda paralizada, solo mirando el tornado como si fuese un ser vivo. Levanta la mano para tocarlo, en lo que yo corro a ella y tiro de su torso para meterla. Allan y Marlene cierran las puertas de la ventana, acabando la pesadilla.

O eso parecía.

-- ¡Alguien ayúdeme a levantarla! -- grité.

Dos chicos del colegio la levantaron y llevaron a una habitación cercana al lugar. Despejaron una mesa y la colocaron en ella con cuidado. La pobre chica sólo le quedaba la ingle de su pierna derecha. Al rededor de la cortada había un líquido rojizo (que no era sangre, ya que este era más brillante) y algo quemado. Las falanges de sus dedos derechos también estaban quemadas, y el resto de la mano roja e irritada. La chica sudaba frío y yacía inconsciente, respirando con dificultad.

-- ¿Qué hacemos? -- preguntó uno de los muchachos.

-- Necesitamos una mascarilla o cánula, un tanque de oxígeno, cloruro de sodio y un kit de primeros auxilios. -- ordené y un chico corrió a buscar lo que le pedí.

-- Permiso, perdón, permiso... -- una voz masculina se escuchaba. -- ¡Disculpa!

-- ¿Eh? -- digo mirando en dirección de aquella voz.

Era un chico de aproximadamente 1,75 con el cabello rojo, ojos color miel, tez blanca cremosa recubierta de pecas y lentes de pasta gruesa. Al observarlo me pareció que lo había visto en otro lugar.

-- Me llamo Edward Fitz. -- se presenta. -- Estudio Tecnología y Ciencias Aplicadas, tal vez me necesites para ayudar a esa muchacha. -- señala a la chica y me mira serio. -- Y tal vez, para detener este armagedón.

-- ¿Qué quieres decir?

-- ¡Traje lo que pediste! -- interrumpe el chico de hace un rato.

-- Vale, si quieres ser de ayuda canalízala y conéctala a la máquina. Aplicale 20 mililitros de morfina y conectale el cloruro de sodio. -- le ordeno. Soy buena trabajando bajo presión, y sobre todo dando órdenes.

Cuentos de Hadas para CientíficosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora