Allan
Me enteré hace un par de días que el novio súper infantil de Marlene regresó de su viaje a Grecia en alta mar. Lo único que recuerdo de ese tipo es que se la pasaba llamando a Marlene, pavita y no dejaba de hablar y bromear. ¡Ni por un segundo! Ese tipo es la encarnación de la intensidad.
— ¡Allan! — me grita Ronald en el oído, ocasionando que me caiga súbitamente de la silla de mi escritorio, donde previamente dibujaba a una chica bailando. Casualmente parecida a Allen.
— ¡Eres un imbécil, Ronald! — digo dándole un puñetazo en el hombro, pero él no hace más que reírse.
— Lo siento, Allan. Es que en serio extrañaba molestarte así. — dice sin parar de reír en ningún momento. Un hermano normal pasa tiempo de calidad con su hermano menor jugando juegos de vídeo, jugando soccer (aunque la verdad es que a ninguno de los dos nos gusta), lo que sea menos provocarle un infarto al otro.
A veces me pregunto quién es el maduro en ésta casa.
— Oye, dejando el juego y la estupidez marcial... — dice Ronald calmándose. — ¿Qué ha sido de la rubia detective?
— Se llama Allen.
— Allen, ¿qué ha sido de ella? Digo, son novios y todo, pero... ¿cómo va la relación?
— La verdad es que muy bien. A veces peleamos un poco, pero siempre lo resolvemos. — Ronald asiente satisfecho y yo retiro la vista de mi dibujo para mirar a mi hermano.
Ronald siempre ha tenido mejor cuerpo que el mío, porque él entrena y ejercita su cuerpo. Sus brazos, piernas, abdomen e incluso su pecho están bien trabajados. Sin embargo, yo soy un flacucho blando que no hace más ejercicio que caminar del auto con aire acondicionado a la casa con aire acondicionado. Osea, nada.
— Ronald, ¿puedo pedirte un favor? — Ronald está viendo unos dibujos míos que siempre dejo sobre el porta papeles.
— Seguro, después de que no sea dinero, está bien. — me dice y yo pienso.
— No seas idiota. — le digo y él se sonríe, sin despegar su vista de mis dibujos.
— Oye, son muy buenos. — opina, imagino que se refiere a mis dibujos, pero decidí ignorarlo.
— Tú te entrenas y todo eso... ¿Crees que sería posible..?
— ¿Quieres que te enseñe a trabajar tu cuerpo? — dice como si no fuese la gran cosa.
— ¿Podrías?
— Por supuesto, idiota. — dice, ahora sí mirándome. Me despeina y yo gruño, ¿cuál es la manía de la gente por despeinarme? — Vamos.
— ¿Qué?
— Vamos al GYM, a entrenar.
— Pero... ¿ahora mismo?
— Es lo que te estoy diciendo.
Me levanto y lo sigo a su carro, confundido y anonadado. Okay, pensaba ejercitarme para no estar tan blando y tal vez ser aún más atractivo para Allen y que Ed no me baje la moral cada vez que se quite la camisa. Pero esto tan repentino y acelerado,... No me lo esperaba.
{2 horas después}
— ¡Cielo santo! — exclamo tirándome al suelo del gimnasio, agotado.
— ¿Creíste que sería un paseo? Éste cuerpo no lo tiene cualquiera. — dice señalando sus abdominales que se tensaban y destensaban con cada movimiento en la máquina que él usa. — Dale, levanta esa pesa de nuevo.
ESTÁS LEYENDO
Cuentos de Hadas para Científicos
Ciencia FicciónAllen Allende es una detective en potencia, que por razones familiares ha tenido que hacer un viaje a Cambridge para intentar conseguir un tercer año en investigación criminal. Había empezando a estudiar en otra Universidad, pero su hermana Chloe ne...