Allan
La visita a los padres de Allen salió mejor de lo que pensé. Sí, al principio pensé que Lukas me iba a matar y enterrar en un lugar donde nadie encontraría mi cadáver sino hasta miles de años después, por arqueólogos del futuro o algo así. Pero no fue así, y no sabes el alivio que eso me hace sentir. Sobre todo por la bromita de Allen, casi me castran!
— Allan, pásame el azul. — me ordena Allen, a lo que yo se lo doy en sus manos esperando el gracias.
— De nada, amor. Yo complacido de pasarte todos los colores que se te antojen. — digo sarcástico y ella se ríe.
— No hay de qué. — ella me guiña un ojo y yo sonrío derrotado.
Luego de una tarde almorzando costillitas de pavo volví a casa con Ronald. Él estaba muy preocupado por el asunto del tornado y casi se infarta cuando le conté que Allen se había metido en él. Pero el knock-out fue cuando le dije que eso no me importó y aún así salí a buscarla. Decirle eso me costó un par de golpes en el hombro (que de hecho, aun me duelen), pero eso lo dejó más tranquilo. Y por favor, es Ronald, el malhumor nunca le dura demasiado.
Volviendo al tema principal, ha pasado un día exacto desde la tarde de las costillitas y ya estoy de vuelta en la casa de los Allende. La verdad es que a Allen aún no le dejan venir a mi casa, y no es de extrañar ya que en mi casa sólo estamos Ronald y yo (aunque sosopecho que se debe también a la broma de Allen, a veces siento que me odian). Así pues, Allen me llamó y me pidió que fuese a su casa con mis globos de pintura (son globos pequeños llenos de pintura para tela), y recuerdo que me lo exigió. Por alguna extraña razón a Allen le había llegado un ataque artístico repentino y yo quedé también pintado en él.
Por supuesto, no me importa mucho, si de ella se trata.
— ¿Podrías explicarme nuevamente de qué se trata todo esto? — le pido mientras veo cómo lanza salvajemente mis bolas de pinturas a una mochila que antes era negra.
— Bueno, sólo quiero hacer algo diferente para quitarme un poco el estrés. — me explica sin voltearme a ver, concentrada en su objetivo.
De hecho su motivación artística está fuertemente vinculada con su talento de deducción que tanto se esfuerza en refinar utilizando la criminología. La misma concentración que empeña en los casos que desarrolla es más que similar a la que le pone a este pequeño pasatiempo. Según sus padres, ella siempre ha sido así. Lo que sea que hace lo hace con todo su esfuerzo y con una fuerte concentración, de modo que logra sus objetivos casi siempre. A diferencia de Chloe, por ejemplo, que es muy distraída; Allen es todo un ejemplo de madurez.
— No me digas que sigues con el caso Murray. — le digo y me pongo mis lentes de sol estilo aviador, ya que el sol había llegado al patio trasero de Allen. Lugar donde ella está "trabajando", en éste momento.
— No todo el tiempo. — me responde tirando un globo rojo a la mochila. — Sólo unos minutos al día.
— ¿Y ha habido algún avance? — le pregunto jugando con un globo amarillo en mi mano derecha, ya que la izquierda la estoy usando de apoyo sobre la grama en la que estoy sentado.
— No mucho, la verdad. — lanza un globo verde con mucha fuerza, tanto que le salpica la mejilla derecha. — Las pistas sólo me llevan al hospital Hardstone, en el centro de Londres. Que es donde hallaron la carta.
— Pero, ¿no han intentado buscar alguna huella o ADN en el papel?
— Por supuesto que sí, pero lo único que hay en ese sobre es un ligero rastro de fibra de platino y nada más. No hay huellas, no hay ADN, el pegamento que utilizó es uno que encuentras en cualquier tienda... Es como si lo hubiese escrito un fantasma.
— ¿Dijiste platino?
— ¿Eh? — pregunta ella deteniendo su salvaje tiro al blanco.
— Es que... Bueno, es una tontería.
— No, dime. Tal vez sea importante.
Ella se acerca a mí y se sienta justo en frente mío con las piernas cruzadas. Me mira brindándome toda su atención, a lo que yo me incomodo por un momento. Digamos que tener la atención total de Allen Allende no es muy habitual, y lo digo yo, que soy su novio.
— Bueno, es que Ed tiene un colgante de platino ¿Recuerdas? El que le regaló su amiga, y no sé... Tal vez tenga relación con el caso, o tal vez no. ¿Ves? Te dije que era una tontería.
— No, no... De hecho tiene algo de relevancia. — dice frunciendo su ceño, indicando que su cerebro se ha puesto en marcha, y nada menos que a su máxima velocidad. — Los primeros investigadores de éste caso rastrearon el remitente de ésta carta y dieron con una dirección muy peculiar. La estampilla de la carta indicaba que fue enviada desde Atlanta, Georgia. ¿Pero cómo es posible que el hombre estuviera en Atlanta, si su hijo se halló muerto en las calles de Londres? Además, nunca se halló prueba de un asesino en sí. Fue como si el chico se hubiese apuñalado a sí mismo, pero las puñaladas no coincidían con esa teoría. Alguien más tuvo que haberlo hecho, y sin embargo nunca se hallo prueba de un asesino. ADN, huellas, fibras, en el arma homicida estaba sólo la sangre de la víctima. No había ni una pista más que la fibra de platino en la carta.
— ¿Y sugieres que fue Ed quien escribió esa carta? Digo, hay muchas personas con objetos de platino en el mundo.
— No sugerí eso, quise decir que tal vez Ed sepa algo de esto.
— ¿Por tener un colgante de platino?
— No, es sólo que... — Estaba a punto de decirme algo cuando se calla de repente y se muerde el labio inferior.
— Es sólo que... ¿qué? — pregunto confundido.
—No, no es nada. Iba a decir algo tonto y perdí la idea.
— Se te... ¿olvidó? ¿Así sin más? — ella mira a otro lado e intenta morderse el labio, pero se retracta, de modo que le tiembla tan sólo un poco. Me está ocultando algo de nuevo.
— Sí, sí... Sólo se me olvidó. ¿Sabes? Es el estrés, seguro se me aclararán las ideas luego de terminar con esta mochila. — dice poniéndose de pie y retomando su "trabajo artístico".
— Allen. — me levanto del suelo y la tomo del brazo que iba a lanzar otra bola de pintura. Ella me mira a los ojos y yo me quito las gafas, sólo para hacer énfasis en lo que estoy por decir. — Te amo, ¿lo sabías?
— Por supuesto que sí, Allan.
— Entonces sabes que puedes confiar en mí para lo que sea. Lo que sea. — eso último le di más énfasis, con una voz más gruesa y de forma lenta y calmada.
Allen mira a otro lado con el ceño apenas fruncido, los labios le vuelven a temblar, sólo que ésta vez casi no lo noto. Algo dentro de mí se estremece, un escalofrío me recorre la espina dorsal y un nudo se forma en mi garganta. Sólo han pasado tres veces desde que la descubrí mordiéndose el labio, de las únicas señales que tengo para descifrar sus mentiras. Y ahora se está volviendo experta en ocultar ese tic.
Está aprendiendo a mentir sin ser detectada. Y temo que lo logré.
— Allan, no veo razón para que dudes de mí. — me dice poniendo su mano en mi mejilla. — No hay nada que te haya ocultado hasta ahora. Al menos no de importancia.
Observo su labio inferior y me percato de que ya no tiembla más. Quiero creer que me está diciendo la verdad, pero temo profundamente que esté equivocado.
Hace mucho no actualizo, ¿me extrañaron?
Intentaré hacerlo más seguido ;3
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Cuentos de Hadas para Científicos
Science FictionAllen Allende es una detective en potencia, que por razones familiares ha tenido que hacer un viaje a Cambridge para intentar conseguir un tercer año en investigación criminal. Había empezando a estudiar en otra Universidad, pero su hermana Chloe ne...