Una de las frases más famosas de John Green, quien es el autor de Bajo la Misma Estrella (y menciono ese libro específicamente, porque es de los más famosos, sin embargo no puedo decir que es el MEJOR que haya escrito, estrictamente hablando), fue la siguiente:
En esta vida no decidimos que nos hagan daño, pero si elegimos quien nos lo hace.
Muy en lo personal, me encantó Bajo la Misma Estrella la primera vez que la leí, pues en el libro explican todo tan vasta y profundamente original y extraordinario que lloré al terminarla. El problema vino cuando salió la película (que de hecho me gustó por la excelente actuación de Ansel y Shayleen, opino que escogieron bien a los personajes), todo era Okay? Okay... y tanta fama le quitó una parte importante de su originalidad. Así continuó y le perdí algo de gracia, pero aún así puedes apreciar su trasfondo original, de cómo la vida termina a la mitad de una oración. Es así de breve y así de especial, que debemos aprovecharla al máximo si es que queremos realmente VIVIRLA.
Pues, como decía, esa fue de las últimas palabras que le escribió nuestro estimado Gus a Hazel Grace y estoy segura de que al menos el 95.6% de las personas lloraron o quisieron hacerlo durante esa parte. Bueno, resulta que ésta frase será clave en lo que resta de esta historia.
Perdón, me estoy adelantando.
Tras llamar a mis padres y decirles que regresaríamos justamente hoy, se pusieron más que contentos. Se tranquilizaron al saber que Chloe llegó sana y salva a Cambridge y ella prometió llamar pronto. Obviamos el hecho de que casi muero por mi hipertinencia al salir a perseguir un tornado, ya que creímos que no sería bueno que se preocupasen tanto. Suficiente tenían con mi decisión de volver a Oxford.
Y sobre Allan...
— ¿Estás segura de esto, Allen? — me pregunta Allan aterrado.
— Oh, vamos. ¿Qué podría salir mal? — acaricio su mejilla. — Además, era estadísticamente inevitable que ocurriera.
Entramos a mi casa (Sí, MÍ casa. Hogar de los Allende y, por consiguiente, de mis padres) y lo primero que vemos es a mi madre saludarnos con un cálido abrazo. Su olor a perfume costoso impregna el aire a su alrededor.
— Chicos, qué gusto me da volverlos a ver. — ella se expresa dándonos besos en las mejillas a ambos.
— Mamá, ¿Sabes si está papá? — le pregunto.
— Oh, sí. Pasen, por favor. — Nos invita a entrar con una sonrisa impresa en el rostro.
Caminamos con las maletas en las manos y aguardamos al momento de la verdad. Ese momento volátil y efímero como la vida misma, justamente un susto de muerte que dura apenas suficiente para notar su existencia. Ese instante después de una helada y silenciosa espera que nos desgarra el alma cual gato arañando un trozo de tela. Justamente ese momento aguardamos ahora mismo.
— ¡Hija! — mi padre se levanta del sillón y me da un cálido abrazo. — Bienvenida a casa, no importa que hayas dejado Cambridge. Si eres feliz en Oxford, por mí está bien. — mamá carraspea mirando a papá. — Y por tu mamá, claro está.
— Entonces Nathalie no les ha dicho aún... — susurra Allan para sí mismo y yo me estrello la frente con la mano.
— Allan... — suspiro negando con mi cabeza, a lo que mi madre me imita.
— ¿Qué? ¿Qué ocurre? — pregunta Allan, al parecer, sin entender lo que acaba de hacer.
— ¿Qué no me ha dicho Nathalie? — pregunta mi padre y entonces Allan se agarra el pecho con una mano y hace una gran inhalación, de esas que hacemos cuando nos percatamos de algo que hemos hecho estúpido.
— Que... Allen se metió en un tornado. — suelta Allan y yo lo fulmino con la mirada.
— Allan, puedo comprender tu estupidez, pero ¿cuál es ese afán de romper records? — le digo furiosa.
— ¿Un tornado? — pregunta papá con los ojos como platos.
— ¡Allen, no me dijiste eso! — me reclama mamá con los ojos cristalizados. — ¿Cómo es que pasó por tu cabeza meterte en un tornado?
— Mamá, no me pasó nada. Estoy bien, ¿no me ves?
— Pero Allen, somos tus padres, no puedes esperar que no reaccionemos a algo como eso. — mi padre no está por llorar, pero sí habla un tanto exaltado.
— Cariño ¿Cómo es que te metiste a un tornado? Digo, ¿acaso es eso posible? — mamá luce totalmente alterada.
— Yo tampoco lo creí posible, es algo de ver para creer. — opino objetiva.
— Allan, ¿acaso la viste entrar al tornado? — mamá le pregunta al rubio, tan confundida como cabe esperar.
— Yo... en realidad sólo la vi en el suelo nevado, cuando se disipó.
— ¿Nieve? ¿En plena primavera? — pregunta papá analítico.
— Ese es otro factor digno de resaltar, en mi opinión nada en ese lugar tenía un sentido realmente lógico. — explico, encontrando al fin una forma de desviar la concentración (al menos de mi padre) de mi acto irresponsable. — Verás, antes de ser interceptados por el tornado el clima era meramente frío, mas no lo suficiente para nevar. Al llegar ese monstruoso tornado empezó a hacer más frío hasta que, en efecto, la nieve se hizo presente. Y después de investigar personalmente aquel fenómeno... — los recuerdos del interior de ese monstruo me vinieron a la mente, junto con la melodía tan melancólica que entonó aquella voz. — La primavera siguió su curso como si jamás se hubiera ido.
— Eso es excepcionalmente ilógico y totalmente improbable. — opina papá, con su expresión de profesor universitario tan característica.
— Exacto, si tan sólo pudiese volver al sitio del evento tal vez podría recolectar algo más de información. — pensé en voz alta y de inmediato me arrepentí.
— ¿¡Volver!? Que ni se te ocurra! — grita mamá, histérica.
— Mamá, no lo digo literalmente... — niego con la cabeza. — Además, no es eso lo que vinimos a decirles.
— ¿Y qué es entonces? — mamá ya está bastante alterada, no veo por qué no decirlo.
— Mamá, estoy embarazada. — todos me miraron en un instante, luego bajaron la mirada a mi abdomen y por último miraron a Allan de forma acusatoria. Allan me miró con los ojos como platos, dejando ver sus iris azules completamente. — Ay ya, no me miren así que es broma.
— ¡Allen Allende! ¿Cómo se te ocurre? — mamá se agarra el pecho como si le fuera a dar un ataque.
— No juegues así, hija. Casi le doy un puñetazo a Allan, y eso que ni siquiera son novios. — dice papá con una risilla contenida, mientras que Allan ríe forzosamente, temiendo en gran manera por su vida.
— Bueno, esa parte no es broma. — me explico. — Allan y yo somos novios, eso era lo que queríamos decirles.
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No sé porqué no subí este cap e.e'
Aquí lo tienen, perdonenme xdEsta historia fue inscrita en los Moon Awards, si pueden pásense por el libro del concurso y no olviden votar ;)
#MoonAwards
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Cuentos de Hadas para Científicos
Ciencia FicciónAllen Allende es una detective en potencia, que por razones familiares ha tenido que hacer un viaje a Cambridge para intentar conseguir un tercer año en investigación criminal. Había empezando a estudiar en otra Universidad, pero su hermana Chloe ne...