Sentí sus cálidas y suaves manos acariciar mis piernas y me estremecí aún más. Entreabrí los labios y cerré los ojos. Esperé un dulce y prohibido beso pero no llegó. Él tan sólo depósito un delicado beso en mi mejilla.
Fruncí el ceño levemente.
—Pero no me aprovecharé de la situación—me miró burlón—. No a menos que usted me lo pida. Se lo dije, no intentaré nada a menos de que usted esté de acuerdo.
Me hizo a un lado, dejándome en el sillón pero a su lado. Volvió a tomar su libro y se concentró en el.
Soñaba si creía que le pediría algo.
.
Fui despertada abruptamente por una mujer de piel pálida y nariz grande. Hablaba otro idioma, y si mi oído no me engaña, era francés.
Miré a mi alrededor, la mujer estaba aseando la habitación. Junté ambas cejas tratando de recordar cómo llegue hasta aquí. Tan sólo recordé haberme quedado dormida a lado de Pierce.
La mujer hablaba, parecía molesta.
Me levanté rápidamente.
—Uh...¿Nicholas Pierce?—no tenía idea de cómo hablarle—. ¿Ha visto al señor Pierce?
Pero no entendí lo que me dijo.
—Taxi—dijo—. Pedir taxi. Señor Pierce molesto si la ve aquí.
Rasqué mi nuca y salí ignorándola. No me ayudaría en nada.
Comencé a bajar las escaleras pero me detuve al oír la voz de Robert. Estaba hablando también francés con otra mujer. Retrocedí silenciosamente y me sobresalté al sentir a alguien tomando mi brazo.
Miré al ojiazul detenidamente. Olía delicioso.
—Usted duerme como oso en hibernación—murmuró—. Venga—jaló delicadamente de mi brazo y me metió de vuelta en la habitación.
Me sentó en la cama y al ver a la mujer, le dijo algo en su idioma. La mujer asintió y salió.
—Creo que está molesta—dije.
—Así es siempre—abrió las puertas del armario y entró—. Creyó que era una de las mujeres que suelen amanecer aquí. Siempre las echa por la mañana en un taxi.
Me sorprendí pero no dije nada.
—Robert está abajo, y no creo que vea con buenos ojos el que haya pasado la noche aquí—salió del armario mientras se desabotonaba la camisa—. Debe quedarse aquí.
Suspiré:—Sí, creo que por fin estamos de acuerdo en algo—pasé una mano por mi cabello y al sentirlo esponjado me espante. Alcé la mirada al espejo frente a mí y rápidamente me peine. Él al verme sonrió.
—No le mentiré, no soy el tipo de hombres que le dice palabras bonitas a una mujer para que ella se sienta bien. Pero así, en estas fachas, se ve particularmente bella.
Sí, ya lo creo. Le gustaba que pareciera que acabo de tener sexo loco.
—¿A qué vino Robert?
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Guilty Pleasure
Teen FictionEstoy desquiciada. De verdad, cada día me vuelvo más loca. ¿La razón? Nicholas Pierce, mi endemoniado jefe y de quien estoy profunda y tontamente enamorada. No tendría nada de malo, varias son las que caen a los pies de sus jefes. No, el problema es...