Estoy harta de que me digan damicela en peligro.

596 31 7
                                    

—Quédese quieta— farfulló, tratando de mantener el tono amable con el que me había hablado seguidos antes.

—¿Dónde está Daniel? ¿Pa...pasó algo con él?

El ojiazul echó mi cabello hacia atrás con la mano del brazo que me rodeaba, sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo.

—Está en el baño, un litro de refresco no viaja tan rápido— bromeó Robert.

—Pero...dijiste que tu sobrino se había metido en un lío— ni siquiera quería oír mi voz, con el pañuelo en la nariz y demasiado aturdida seguramente era horrible.

Pierce se apartó, no sin antes tomar mi mano y ponerla en mi nariz para que yo sostuviera el pañuelo.

—Oh sí, una grúa se llevo el royce de Nicholas y le armó un lío a un oficial de tránsito.

Miré a Pierce, con razón había empujado la puerta tan fuerte, debía estar furioso.

Mi pobre nariz lo pagó.

—Casi se lo llevan esposado— agregó—. Al final, Daniel logró salvarlo..., no se puede decir lo mismo del royce. Se lo llevaron y tuvimos que volver en taxi.

—¿Por qué no siguieron la grúa y lo sacaron?

Bueno, no sé mucho sobre eso pero Dallas lo ha hecho. Aunque ella tiene dos grandes atributos que se lo facilitan, pero Pierce tiene su dinero que sin duda también le ayudaría. Me pregunto si es por mi ignorancia que no pase el examen de manejo escrito a pesar de hacerlo seis veces. Conseguí mi licencia al séptimo intento sólo gracias a mi padre. De cualquier modo, no me interesa mucho cumplir las leyes de tránsito, es muy rara la vez que manejo.

—El oficial de tránsito estaba tan ofendido con Nick que dijo que el auto se quedaría ahí dos días.

El ojiazul rió, con una mezcla de sarcasmo, soberbia y amargura:—Puede irse buscando un empleo ese idiota. Me encargaré de ello, a lo máximo que podrá aspirar será a guardia de centro comercial. No sabe en lo que se ha metido, no sabe con quién se ha metido.

Hicé una mueca, pobre hombre, se metió en la cueva del lobo.

—No lo haga— murmuré capturando su atención—. Puede arreglárselas para sacar el auto sin quitarle el empleo a ese hombre.

Pierce alzó ambas cejas y me miró por varios segundos, desvío la mirada hacia el marco de la puerta al oír la voz de Daniel.

Tal como Pierce, Daniel me miró con horror, aunque Pierce parecía sentirse avergonzado por el accidente y culpable también. Bueno, malo sería si no fuera así.

—Beth, ¿qué pasó? Es lo que pasa cuando te dejo sola, eres un imán para los accidentes— es exacto lo que pienso. Accidentes, problemas y situaciones ridículas.

Se puso de cuclillas sólo los segundos necesarios para poder levantarme.

Después de murmurar cosas a las que ni siquiera puse atención, me di cuenta que ya subíamos las escaleras.

En mi habitación, luego de que me auxilió con mi nariz, salió diciéndome que traería mi cena aquí.

Fui hacia el espejo. Mi pobre nariz estaba hinchada y un poco morada. Tenía rastros de sangre medio seca y eso me recordó al pañuelo. Miré la puerta del baño y fui a paso rápido hacia el. En el lava manos estaba el fino pañuelo negro de seda de Pierce. Lo tomé y traté de lavarlo, lo exprimí y lo sacudí en el aire. Entrecerré los ojos, tenía las iniciales NP. Lo llevé a mi nariz y lo olí, a pesar de tener la nariz así, distinguía los olores, y el pañuelo ya no olía a la cara loción de Pierce, bueno, ya no del todo.

Guilty Pleasure Donde viven las historias. Descúbrelo ahora