Capítulo 25

1.1K 35 0
                                    

Se va, y aunque es solo por unos minutos siento que han sido muchos más. Taylor Lautner eres una vergüenza, te enamoras de tu sobrina. Habiendo tantas lamiendo el suelo por ti, te enamoras de tu sobrina. Maldigo en voz baja cuando mi conciencia me jode con eso hasta que vuelve. Tiene una sonrisa de oreja a oreja mostrando sus perfectos dientes blancos, sus labios ligeramente rosados con un tono pálido contrastan perfectamente con su piel. Si alguien me hubiera dicho que la pequeña hija de mi hermana, una bebé inocente, tierna, robusta, cachetona y de ojos hermosamente café obscuro, terminaría siendo el amor de mi vida porque se convertiría en una Miss Universo, le hubiera dado una patada y lo tomaría por loco.
Se sienta a mi lado y recuesta su cabeza en mi hombro, le devuelvo el gesto y respiro profundamente.
- ¿Y bien? ¿Me dirás la razón por la que me dejaste aquí sentado por ir a contestar tu teléfono?
Me dedica una sonrisa juguetona. Ansío tener sus labios nuevamente, pero yo le he pedido que hable, no puedo callarla ahora.
- La boda de mi amiga, ¿recuerdas? La fecha se ha cambiado a mañana por la tarde. Y si, tenías razón. Está embarazada -suelta una risita cómplice, sé que lo sospechaba.
- Lo sabía, tus padres se casaron porque Mackenna estaba embarazada de ti. Aunque quizá a diferencia de tus amigos, ellos estaban completamente enamorados y tú eras lo mejor que les pudo haber pasado. Eras algo así como el detonante para casarse por fin.
- Gracias, me dices detonante -se hace la ofendida haciendo un puchero.
El verla hacer pucheros me recuerda cuando su padre le niega algo, yo me hice el tío favorito porque le compraba todos y cada uno de sus caprichos, pero ahora veo que no es tanto eso.
La envuelvo en mis brazos y beso sus labios con ternura. Es una jodida Diosa, no tengo palabras para que las personas puedan ver lo que yo veo en ella.
- Tus padres se preguntarán por ti, deberías llamarlos -digo. No es un buen momento para mencionar a sus padres, pero sé que de no hacerlo, mi cuñado consideraría regresar, pensando en que nos ha pasado algo.
- No ahora, quiero estar contigo.
- Ahora -intento sonar firme.
- Son como las 3 de la mañana en Berlín, no van a contestarme -besa mi garganta.
- ¿No puedes seguir una orden? -digo con sarcasmo.
- Ordena algo.
- A la cama -digo enseguida.
Sus ojos brillan y sé que mal pensó lo que dije, maldigo para mis adentros, yo también quiero. Pero una vez es suficiente, además de que mi conciencia sigue jodiéndome con lo mismo.
- A dormir -digo sonriendo.
- Hmmm.
- Nada de 'hmmm'. A dormir.
Asiente con la cabeza y se envuelve en su cama. Le queda el cabello esparcido en el rostro y me veo obligado a meterle mechón por mechón detrás de sus orejas.
Su piel es increíblemente suave. Sonrío como un adolescente la primera vez en la habitación de su novia. Me pregunto si mentalmente soy un adolescente. Ella lo es. No quiero arruinarle su primera experiencia en amar, por eso soy tan paciente y accesible con ella.
Quizá si soy un adolescente en mi mente. Las pocas veces que fui a las habitaciones de mis novias, la tenía a ella en mi cabeza, su sonrisa, sus ojos, toda ella era un sueño para mí desde que nació.
- ¿Qué piensas? -pregunta ansiosa.
- Que me siento como un adolescente en mi primera cita en la casa de mi novia.
- ¿Novia? -joder, creo que lo arruine. O quizá no tanto.
- Bueno, es lo que siento.
- ¿Sientes que soy tu novia? -pregunta confundido. No sé qué decirle, ¿qué puedo decirle? Hicimos el amor, una vez.
- No lo sé, ¿qué sientes tú?
Me mira dudosa unos segundos y luego me abraza, su barbilla está recostada en mi hombro y nuestros pechos están juntos.
- Que te amo.
Oh.
- Dawn -la separo de mí y la miro - ¿qué vamos a hacer? Esto no es normal...
- ¿Qué quieres decir?
- Lo que dije, no es normal. No podemos tener nada serio.
- ¿No me amas? -quiere llorar. ¡Eres un imbécil Taylor! No es eso lo que quiere escuchar ahora, cualquier cosa menos eso.
- Claro que sí. Desde que naciste lo hice y siempre lo haré.
- Pero ese es amor familiar, ese no cuenta.
- Cariño -tomo su rostro en mis manos y le planto un casto beso en los labios -soy un anciano -ella ríe -para ti al menos... Pero puedo recordar vagamente que siempre me sentí atraído por ti.
Duda y luego me sonríe.
- Dijiste que nunca me viste más que como una hija.
- Mentí. No siempre supe que te veía con amor, pero siempre preferí estar contigo que con Lilly o mis amigas. Incluso mis amigos decían que era un pedófilo porque siempre hablaba de ti. Te he amado inconscientemente desde que te tuve en mis brazos por primera vez.
Ella ríe, el sonido más valioso del mundo. La risa de la chica que amas con toda tu alma.
- Te quiero -susurra en mi oído -más de lo quise a nadie jamás.
Me libero de sus brazos y me acerco a su oído, le muerdo ligeramente y me río cuando se estremece.
- No has tenido a nadie más a quien querer -digo con una sonrisa de autosuficiencia.
- Quizás...
- No -me separo de ella bruscamente y la tomo de los hombros -¿quién?
- Nadie -ríe divertida, claro que mi expresión no fue exactamente la que debía ser de alguien mayor, alguien como yo.
- Duerme -beso su frente y me voy directo a la puerta.
- Oye -dice en tono de reproche, aunque sé que está jugando.
- ¿Sí?
Me sonríe.
- Quédate, al menos hasta que yo me duerma.
- Lo siento cariño, debo trabajar -bromeo.
- Oh.
Dios, se lo creyó.
Rápidamente corro hacia ella y me acuesto a su lado, manteniendo una perfecta coordinación de todas mis extremidades, coloco mis piernas en posición vertical al igual que todo mi cuerpo pero al mismo tiempo la abrazo, quedando bien a su lado. Le sonrío y beso su frente otra vez.
Podría besarle la frente todo el día. Mejor aún, mirarla. Es perfecta, mejor que afrodita.
- Vaya trabajo -se burla de mí. ¿Se burla de mí?
- Puedo irme -estoy por levantarme.
- Es una broma -sujeta mi brazo con fuerza, como si su vida dependiera de ello.
- Lo sé, ahora duerme.
Despierto con Dawn en mis brazos, me giro para verla mejor y en respuesta inconsciente se mueve un poco. Me quedo quieto y poco después se acomoda al otro lado de la cama.
Me levanto de prisa y tomo una ducha rápida. Al salir del baño, ella sigue dormida murmurando cosas sin sentido. Da un ligero brinco, quizá de una pesadilla y se levanta adormilada. Me quedo quieto, con la esperanza de que vuelva a quedarse dormida.
Mira a su alrededor desorbitada y confundida. Es claro que sigue adormilada. Al no ver movimiento, excepto mi respiración agitada, se vuelve a acostar. Poco después compruebo que se ha quedado dormida.
Me pongo una camiseta blanca y unos jeans. Bajo a la cocina para ver a Nancy, que como de costumbre, me regañara por no ir a trabajar. Claro, no dejo todo al azar botado por ahí.
Llego a la cocina y todos trabajan con rapidez, algunas mucamas, cocineras, jardineros, todos. Me acerco por atrás a Nancy que todavía no me ve y la tomo de los hombros. Me sonríe y se voltea a verme.
— ¿Por qué todos trabajando tan de prisa?
— Oh Taylor, eres el jefe de todos aquí ¿y no sabes por qué están trabajando de prisa?
Me encorvo de hombros. No recuerdo haber dado ninguna orden para que arreglaran la casa. Mejor de lo que ya está.
— Bueno, tu sobrina me pidió ayer por la tarde que tuviera la casa lista para los invitados.
— ¿Invitados? –no recuerdo ningún evento que merezca invitados.
— Sí, dijo que habías dado tu consentimiento para que la boda de su amiga fuera aquí.
Niña traviesa. Dispone de mis cosas, ¿pero no me avisa al menos?
Sonrío como estúpido mientras Nancy ríe a carcajadas. De pronto siento unas pequeñas manos abrazarme por la cintura. Me imagino a Dawn detrás de mí. Su cabeza se queda un poco más debajo de mi cuello y su cuerpo delgado desaparece detrás del mío.
— Hola –restriega su cara en mis omoplatos.
— Hola –respondo.
Me volteo a mirarla. Está preciosa aún con pijamas y con su cabello alborotado. Se frota los ojos con sus delicados dedos y luego me mira.
— ¿No le habías dicho? –pregunta Nancy intentando obtener un tono reprochador. Pero evidentemente no lo logra.
— No –dice sin dejar de mirarme a los ojos.
— Entonces, señorita Warden , ¿tienes algo que decir en tu defensa?
Me mira sonriente. Está pensando en algo y mataría por saber que es.
— Ups –dice moviendo sus labios seductoramente. Maldigo en voz baja y trato de contraer mis ganas de besarla frente a Nancy. Sé que lo hace a propósito.
En este momento quedaría una música maligna de fondo. Bien princesa, ¿con qué así quieres jugar, eh?
— No te preocupes Nancy –ideo algo de prisa –estaré fuera de la ciudad. Espero que no destruyan la casa.
Me mira con susto. Bien Lautner, está claro que no esperaba esa jugada. Como a mí, mi pánico es que se vaya.
— Oye –reprocha –no dijiste nada de irte.
— No dijiste nada de una fiesta.
Hace un puchero de niña pequeña. Vienen a mi mente imágenes de nosotros cuando éramos niños. Ayudaba a mi hermana constantemente a cambiarla, arrullarla, arroparla, bañarla. Todo, y todo lo disfrutaba.
— No te irás –me sonríe maliciosa. Tiene razón, no tengo a donde irme.
— Lo sé, pero aun así, estaré a distancia.
— ¿Por qué?
— Para que estén cómodos.
Ella se ríe. Sus preciosas manos toman mi rostro y se levanta de puntas, apuradas mentes llega hasta mi oído. Nancy se ha dado la vuelta para preparar el desayuno y agradezco que lo haya hecho.
— No conozco un lugar más cómodo que estar contigo –susurra en mi oído.
Oh por Dios. ¿Qué le he hecho a esta niña? Se ha vuelto más... seductora y sexy. Al menos conmigo.
— No existe un lugar como ese –digo.
La tomo de la cintura y la coloco en mi hombro. Patalea y grita. Me causa gracia. La llevo al jardín, donde puedo ver que tiene la atención de cada uno de los jardineros. Los ignoro completamente y cambio a Dawn de posición. Cargándola como si fuera un bebé.
Estamos en la orilla de la piscina.
— Bájame –me fulmina con la mirada.
— Qué malas palabras elegiste –me río y señalo el agua con mis ojos.
Voltea a ver y sé que no era consciente de donde estábamos.
— No, no, no, por favor no.
La dejo caer al agua. Al hacerlo, alcanza a agarrarse de mi camisa y me jala con ella.
— ¡Taylor! –se queja lanzándome un chorro de agua con la boca.
— Me la debías. Ahora, deberíamos dejar de jugar y salir para que tengan la casa lista –le guiño el ojo. Me acerco a la orilla y se monta sobre mí.
— Cárgame –se enrolla en mi espalda.
— Eso hago. Ven a ducharte.
Salgo con ella en brazos, mojando todo el camino hasta la casa. Olvido a Nancy con el desayuno y me dirijo a la cocina. La coloco en uno de los bancos que tengo para que desayune en la barra de servicio. Nancy se voltea por nuestras estruendosas risas sonoras.
— Madre mía. Taylor eres un adulto y pareces más adolescente que tú sobrina.
— Aún tengo una nana –me excuso.
— Que está muy feliz de serlo –sonríe –Dawn cariño, ¿quieres tu desayuno?
— Por favor.
Subo las escaleras a zancadas. Bajo con 3 toallas y una chaqueta mía. El personal mira con disgusto los charcos de agua que voy dejando por toda la casa. Me disculpo con ellos mentalmente. Aunque aún no han limpiado nada.
Regreso a la cocina, donde Nancy y Dawn conversan felizmente. Cuando ambas voltean a verme, puedo ver que los labios de Dawn se están poniendo morados y sus mejillas están pálidas.
Tomo su cabello en mis manos y con delicadeza lo enredo en una de las toallas de seda que traje de los baños de arriba. Aprieto un poco para que se exprima bien y luego la dejo colocada como un turbante.
Quito la parte de arriba de su pijama y sin ver, aunque ya vi, le enredo una toalla alrededor para secarla. Nancy nos mira con atención. No sé qué pase por su mente ahora mismo, nos mira como si fuéramos una comida podrida. La sorpresa está presente en su rostro ahora mismo. Y me doy cuenta que es porque prácticamente he desvestido a Dawn frente a ella. No está sorprendida por que tiene público, sino porque lo he hecho yo y ella se ha dejado.
Inmediatamente le pongo mi chaqueta para que el frío no le haga daño. Nancy sigue mirándonos.
— Um... -no sé qué decir.
— Bueno, veo que tienes mucha confianza en él –le espeta a mi bella, bella sobrina.
— Mucha –asiente.
— Bueno –pone los ojos en blanco y trata desesperadamente de cambiar el tema.
— Quizá deberías irte a bañar cariño –le susurro en el oído.
— Sí –asiente –ahora vuelvo Nancy.
Ella se va, dejándonos a mi nana y a mí. Con seguramente una larga charla sobre sexualidad como si fuera un niño.

Narras Dawn:
Llevamos un poco más de 3 días siendo reservados en la casa. El día de la boda de mi amiga, Nancy no nos quitó la mirada de encima a Taylor y a mí. No me interesa que ella sepa, honestamente es inteligente y no dudo en que tenga sospechas acerca de nosotros. Pero si lo confirma podría decirle a mi mamá.
Aunque ella ya lo sabe, no creo estar muy feliz de que alguien más le diga lo que estamos haciendo, y si le pido a Nancy que deje de meterse en nuestros asuntos, le estaría dando una especie confirmación.
Se supone que hoy, lunes, debo volver a la escuela. Debo regresar a la realidad. He hablado con mis padres una vez y creo que están lo suficientemente ocupados con el embarazo de mamá como para preocuparse por mí.
Además, Taylor + Dawn = seguridad total.
Me baño con agua fría para despertar. Me arrepiento totalmente, porque cuando salgo me cuesta retomar la temperatura normal.
Me visto con unos jeans y una blusa pegada, nada fuera de lo normal.
Bajo las escaleras y Nancy me da mi desayuno. Miro el reloj y ya es tarde.
— Taylor insistió en llevarte, así que está esperándote afuera. Que tengas un buen día pequeña.
A pesar de que complicó un poco nuestra extraña relación, no la culpo por nada. Aun así la sigo queriendo porque es como una madre para Taylor, por lo tanto una madre para mí. Solo se preocupa en el bien estar de ambos. No puedo hacer nada contra los instintos maternales de Nancy.
Salgo disparada al auto de mi tío. Él me sonríe y atentamente, le devuelvo la sonrisa.
— Hola –digo sonrojándome.
— Realmente no quiero que vayas a la escuela, ni yo ir a la oficina.
— Opino lo mismo.
— Eres una tentación princesa –se acerca a besarme en los labios.
Comienza a conducir.
— Ahora, no quiero que salgas del instituto hasta que yo vaya por ti, ¿entendido?
— ¿Desde cuándo tanta seguridad? –saco el sándwich de la bolsa que Nancy me ha dado y le doy una mordida.
— Desde el informe de noticias de hoy. Hay una pequeña banda de traficante de blancas rondando por aquí.
— No soy santa –sonrío con malicia.
Nos paramos en un semáforo y voltea a mirarme. Sus ojos.
— No, claro que no –besa mi nariz. Dios, su aliento es tan fresco –simplemente te quiero a salvo, ¿es mucho pedir eso?
— No.
— Buena niña. Tu padre me llamo ayer, quieren que vayas a visitarlos este fin de semana.
Oh. ¿Ira conmigo cierto?
— Iras... ¿verdad?
— Tengo una reunión importante de la empresa. Es algo así como un baile de caridad. Lo siento mi amor.
El semáforo vuelve a cambiar a color verde y arranca el auto una vez más.
— Bailarás con alguien más –no puedo evitarlo y me pongo celosa al imaginarme a alguna mujerzuela de más atributos que yo, con un vestido estúpidamente caro, seduciendo a MÍ... bueno, sí. Mi hombre.
— Oh cariño –sonríe con ternura –no te pongas celosa.
— No lo estoy –miento.
— Si lo estás. Tranquila, casi todos irán con parejas.
— Te extrañaré mucho.
— Y yo a ti, pero no hay porque hacer drama. Solo serán dos días –dice con dificultad. ¿Qué me oculta?
Llegamos a la escuela y bajo del auto después de darle un casto beso en los labios.
Una vez más, de vuelta a la realidad de las cosas. Enfrentar a mis odiosos maestros, compañeros, mis amigas, Kyle.
Miro mi horario y maldigo en voz baja cuando veo que hoy tengo práctica de porristas a las 3. Mierda. Horas menos que tengo con Taylor.
En el salón de clases, ignoro a todos olímpicamente, mis amiga, no les hable, Kyle, lo ignoré, mis maestros, no les prestó atención. Solo tengo cabeza para Taylor en estos momentos. Sumida en mis pensamientos no atiendo a la explicación y me hacen una pregunta. Honestamente no se ni de qué materia estamos hablando.
— Señorita Warden, no me es novedoso que no preste atención –exagerada.
'Dóblate, vamos, dóblate'.
— Um... Lo siento.
— Lo siento no tiene calificación –se burla –preste atención.
Asiento con la cabeza y vuelvo a pensar en mi tío  

Enamorada de mi TíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora