Una nueva vida

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-"les traigo algunos aparatos básicos que necesitarán en la cocina, para el baño y para hacer su tarea"- dijo tía Zenda mientras hacia una seña a Julián para que le ayudará a bajar de la cajuela las dos grandes cajas que había ahí.
-"Oh, Zenda. No debiste, es demasiado"- contestó mamá apenada.
Mi tía río levemente.
-"Gina, esto no lo compré yo. Lo enviaron tus padres. Empacaron todo lo que creyeron que necesitarías."- contestó mi tía con esa sonrisa que nunca desaparecía de su boca.

Unas cuantas agobiantes horas después, todo lo que habíamos traído de casa estaba en su correspondiente lugar. Empecé a desempacar en mi nueva habitación, (la cual compartiría con mi madre) y comencé a ordenar todo. Los libros en los estantes, la ropa en los cajones y todo lo que servía para mi aseo personal, en el baño. Me tumbé sobre el colchón sin importar que la ropa doblada que estaba sobre el, se estropeara. Estaba a punto de dormirme hasta que un ruido me sobresaltó; era Julián parado en el umbral de la puerta con una sonrisa de media luna.
-"¿ahora que quieres?"- le dije dandole la espalda.
-"perdóname" dijo cerrando la puerta y sentándose en la orilla de la cama.sobre mi hombro, colocó algo rectangular, a juzgar por el poco peso, pude darme cuanta de que era el libro. Me senté de un salto y lo miré; incrédula.
-"No lo leas aun. Espera un tiempo"- antes de que pudiera decir otra cosa, el llanto fuerte de un bebé nos puso en alerta al instante. Caminamos hacia el otro extremo de la casa y nos asomamos a la ventana. Los dueños de la casa "abandonada" habían llegado. Era una mujer de apariencia descuidada grandes ojeras y cabello desarreglado, venia cargando un bebé y detrás de ella, venía un pequeño niño mas o menos de la edad de las gemelas  que de no ser por llevar el ultimo modelo de celular en su mano, pudo haber pasado por un niño desamparado.

Pasaban las horas y el bebé seguía llorando. Mi madre y mis hermanas comenzaban a estresarse, el llanto de el bebé no era un simple berreo, ¡eran gritos! Justo pensaba eso cuando llamaron a la puerta.
Julián atendió, era una señora de mediana edad que llevaba una caja en las manos. Saludó moviendo los dedos y diciendo con alegría:
-"¡Bienvenidos a la colonia! Mi nombre es Emilia y soy la vecina de la casa 221. Traje una caja con golosinas. Lo siento, no les pregunté si comen, pero no importa. Espero que les agraden. Me disculpo por el llanto, esa mujer no se hace cargo de sus hijos como debería, pero la compadezco con esos dos demonios que tiene sueltos hasta yo que ya crié tres hijos me volvería loca. No ha de ser fácil, tiene una vida muy complicada la pobre chica, pero en fin ¡Bienvenidos a la colonia! Tengan una linda noche."
Mamá se quedó con la boca abierta y segundos después dio su opinión hacer a de la mujer que acababa de dejar una caja repleta de postres, dulces y porquerías para engordar.
-"¡Vaya!- dijo Minna poniéndose en puntitas y estirando su cuerpo para ver el interior de la caja-" parece la casa de Hanzel y Gretel metido en una caja, ¿verdad mami?"
Mamá comenzó a decir lo extraño que era que un completo desconocido nos entregará semejante regalo.

Fui a dormir. Mamá entró un poco después.
-"Quiero volver"- dije con seguridad e incorporándome
-"¿no has dicho nada verdad?-"dijo mi madre volviendo su rostro para mirarme. Dude un poco, la verdad es que si había dicho algo. Recordé que mientras desempacábamos, yo mandaba mensajes a Lotty y Sam hacerca de mi paradero. Me aclaré la garganta y mentí.
-"No. Claro que no. Pero, ¿por qué no puedo hacerlo?"
         Unos gritos
         Música a todo volumen
         Una sirena y
         El motor de un coche
Fue lo que interrumpió la conversación. Miré el reloj y marcaban las 12:45 de la noche. Corrí a la ventana a ver que estaba sucediendo. Dos jóvenes alcoholizados en un auto costoso perseguidos por la policía. Recordé a Emilia diciendo que la mujer de enfrente tenía "dos demonios" supuse que eran ellos. Eran muy apuestos. Rubios al igual que el pequeño niño que vi con el teléfono, un gran cuerpo el abdomen perfectamente marcado, unos brazos que podían levantar con un dedo el auto completo y... Claro, debía suponerse. Tatuajes. Uno tenía una gran calavera en el costado del hombro y el otro tenía una palabra que no lograba identificar desde donde estaba. La policía habló con su madre, ella parecía estar molesta y triste a la vez. Lloraba y suplicaba. Nuevamente, el bebé lloró y a ella no parecía importarle. Después noté una pequeña niña que lo tenía en brazos y lo intentaba tranquilizar. A su modo. Tan ocupada estaba en ver lo que sucedía con mis nuevos vecinos, que no me di cuenta que mi madre y mis hermanos veían y comentaban también acerca de la desdichada mujer.
-En fin, a dormir muchachos, mañana es un día largo. Terminaremos de desempacar y comenzaremos una nueva vida, iremos a inscribirlos a una escuela y yo, buscaré un trabajo. - dijo mamá. Yo miré por última vez en dirección a la casa. Quería indagar más. ¿Que era lo que hacía de esa familia todo un desastre?

Los vecinos de la casa 213Donde viven las historias. Descúbrelo ahora