El libro prohibido

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Me quedé mirando a mi madre. Yo respiraba rápidamente. Tenía una mirada profunda y retadora. Salí corriendo de la casa repartiendo lágrimas por toda mi cara y empañando mi vista. Caí en cuenta de que no llevaba zapatos. No me importó. Caminé al borde de la calle y mi respiración se tornó ruidosa.
>>Todos me mienten<<
>>Todos saben más de ti que tu misma<<
>>¿Qué otra cosa ignoras de ti?<<
>>Libia. ¡Libia!<<
-¡Libia!- dijo una voz varonil y suave. Sequé mis lágrimas y respondí sin volverme. Era Aarón. Rió-Dulzura, no traes zapatos. Podrías lastimarte con algo- dijo tocando mi hombro. Evité ante toda circunstancia ocultar mi rostro, pero me fue imposible. Me tomó de la mano y me dio una vuelta con delicadeza como si yo fuera una bailarina de ballet, cuando
Estuvimos cara a cara, su rostro entristeció.
-¿Qué sucede preciosa?
Desvié la vista. Odiaba que me vieran llorar. ¡Lo odiaba! Más que cualquier cosa.
-No es nada- mentí
-Como quieras. Estaré aquí si quieres hablar con alguien.- Su clásica despedida. Un beso en mi mano.
Entre a casa una vez que vi que él entraba a la suya. Subí a mi habitación y como era habitual me encerré en el clóset.
Maravilloso
El único lugar donde podía ser yo misma sin ser juzgada ni molestada por nadie.
Lloré amargamente. Lloré todo lo que no pude durante ocho meses. ¿Ocho meses? Si. Ocho. Ese era el tiempo que llevaba cautiva en esa ciudad y en esos tantos meses, en ningún momento había visto a mi padre.
Una llamada cada miércoles de cuarenta segundos por integrante.
Recordarlo no mejoró la situación. Todo lo que no podía llorar enfrente de nadie, lo desfogué en quince minutos. Terminando eso, recordé una de las últimas cosas que me dijo mi tía Mara:
-"No lo abras hasta que lo necesites"- el libro. Claro
Encendí la linterna y rebusqué entre mi caja de cosas preciadas.
La muñeca que mi padre me había obsequiado, un libro, álbumes, la libreta que armé con Lotty y finalmente, el libro rojo con impresiones de flores doradas en la portada. Lo abrí.
21 de marzo 1974
Un diario ,eso era el libro. Tenía una letra preciosa, muy parecida a la que vi el otro día en el sótano de esa asquerosa casa. 21 de marzo 1974.

Michael es extraordinario. Caballeroso, atento, detallista, divertido y muy apuesto. Toca en la banda de los funk-&-donkey. La más popular de la escuela. Debo confesarte querido diario, que no he aguantado. He salido con el más de una vez. Parece que nuestra relación se formaliza.  Veamos qué sucede mañana. Hasta entonces.

Eso era todo lo que decía la página. Le di la vuelta y me topé con miles de corazones flechados que decían Michael+Reneé. ¡No podía creer lo que veía! Era el diario de mi abuela. ¿Por qué mi tía quería que lo leyera? ¿Por qué me lo dio?
Leí mil páginas y seguía sin encontrar respuestas. Mis abuelos salían, como típicos adolescentes, tía Reneé  había escrito sobre besos bajo el puente, en la playa y un romántico pic-nic. Me sentí una invasora. Estaba invadiendo un espacio que no me correspondía...

15 de junio 1974
¿Cómo le diré a Michael? ¿Cómo pudo pasar? ¿Cómo puedo hacerle esto a el? No es justo. Debe saberlo. Debe. A fin de cuentas, se enterará por nuestros amigos. Todo saldrá bien. Debo confiar. Mi madre me echará de casa cuando lo sepa. Estoy asustada. Solo tengo diecisiete años. El bebé nacerá cuando aún los tenga. En verdad espero que sea niña. Si es así la llamaré Mara. Como su abuela.

19 de junio 1974
Por suerte Michael no reaccionó mal. Conseguirá trabajo en una fábrica y todo irá bien. Todo saldrá bien. Ahora falta decirle a nuestros padres. Ese es un verdadero problema.
Después de eso, dejó de escribir y retomó el diario dos años después.

10 de febrero 1976
Mi vida como esposa de Michael no está mal. Tal vez abandoné sueños pero ahora tengo a dos pequeños bebés. Mara, mi princesa y Julián un fuerte hombrecito con grandes rizos.
Mi madre jamás aprobará a mis hijos. Me doy cuenta que hice bien al ponerle su nombre. Así, jamás la olvidaré y me encargare de que mis pequeños no cometan el mismo error que yo cuando crezcan. Reneé Maguire quedará sepultada para dar nacimiento a la señora Filptirne.

Hubiera seguido leyendo de no ser por el escándalo que escuche afuera. Era mi madre reuniendo a todos sus hijos y ordenando múltiples cosas a cada uno.

Los vecinos de la casa 213Donde viven las historias. Descúbrelo ahora