Capítulo: 9 Un pedazo de ti.

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Estaba seguro de la decisión que había tomado. Pero yo, no podía cerrarme. Necesitaba ser fuerte y lograr en no quebrarme por completo.
El auto de mi padre en el cuál me encontraba estaba silencioso, oscuro y totalmente frío; mis ojos rojizos de tanto llorar comenzaban a arder. Y yo seguía observando la puerta principal, esperando que él saliera. Pero, el jamás apareció, algo que no me sorprendió.

-  ¡¿Hijo estás bien?! - preguntó mi madre muy aterrada por llamada telefónica.

Limpié mis lágrimas.

- Sí, estoy muy bien. ¿Ocurre algo? - pregunté esperando no recibir malas noticias.

- Tu padre, no se encuentra bien... lo siento - dijo con voz pastosa y llorosa.

Mi rostro estaba pálido, completamente atemorizado. Al fin lograba comprender por qué todos temían a la realidad. Encendí el motor y arranqué, no me detuve a esperar a Grant.
El hospital se encontraba lejos, tenía que pasar por la carretera 31 y de ahí tomar la 47 para poder llegar. Iba rebasado del límite de velocidad que era de 80 k/h pero ahora mismo no importaba la ley. Mis lágrimas empañaban mi vista y nublaban el camino cada vez más. Pero llegué en veinte minutos con trece de sobra, corrí hacía la primera enfermedad que vi.

- ¡¿Dónde está mi padre?! - le grité con desesperación.

- Tranquilo, ¿cuál es el nombre de su padre? - preguntó la enfermera, lista por escribir el nombre de mí padre en su computadora.

Suspiré con dolor, sujetando ese gran nudo que me mataba. El pecho me ardía con fuerza.

- Andrew Murs - murmuré.

- Bien, ¿Cuál es tú nombre?

Golpee el escritorio con fuerza.

- ¡Basta! ¡¿Dónde está?! - grité.

- Tranquilo, pero necesito saber tú nombre - dijo con temor llamando a los policías.

- Alan Murs - me mantuve cabizbajo para no ver el rostro de los guardias.

- Bien, Alan Murs. Tu padre se encuentra en el piso A, del cuarto 36 - dijo entregándome la tarjeta de visitante

- Gracias - murmuré tomando la tarjeta.

Caminé a paso corto y con la cabeza baja, intentando no ver a nadie a la cara.
Los pasillos parecían ser eternos, mi respiración era cada vez más pesada. Podía sentir como el temor recorría suave y lentamente mi entero cuerpo. ¿Dónde estaba yo? ¿Dónde estaba su familia?
Me detuve frente a la ventana de la habitación, mi madre y mi hermana ya me habían ganado. Finalmente, mis ojos estaban apreciando todo lo que siempre quisieron ver. Mi madre, mi hermana y mi padre; juntos finalmente.
Solté una sonrisa, caminé hasta la puerta.

- Mírate - entre sollozando hasta su cama -. ¿Qué carajos te ocurrió? - pregunté tomando de sus manos, ignorando a mi madre y hermana.

- Pues, no lo sé - murmuró.

Su voz era quebrada, suspire con dolor guardándome el fuerte dolor del pecho.

- Oye, ve a tú graduación. Yo estoy bien - acarició mi mejilla -. Estoy con tu madre y hermana.

- ¿Dónde estaba yo cuando tú estabas posiblemente sufriendo? - pregunté tomando con dolor sus manos.

Negó con la cabeza.

- Con tú novio tal vez - murmuró con sarcasmo agregando una pequeña sonrisa juguetona al final.

- Jamás fue mi novio, no estuvo ni cerca - murmuré limpiando mis lágrimas, el recuerdo me mataba.

- Salúdalas - dijo estirando mi mano hacia mi madre.

Bajé la mirada, aparte mi mano de ella antes de que pudiera tomarla.

- Ellas no me importan, me importas tú.

- Alan, ¿podemos hablar un momento? - preguntó mi madre tomando de mi hombro.

Asentí con la cabeza saliendo de la habitación.

- Sé que me aparte de ti, de tu padre, de tu vida, a una edad muy corta - murmuró tomando asiento en las sillas que se encontraban afuera de la habitación de mi padre.
- Sí - me oculté de hombros -. No es el mejor momento para hablar de ello.

- ¡¿Y cuándo lo será?! - preguntó con enfado -. ¿Porqué disfrutas tanto verme sufrir? ¿A qué costo?

Solté una sonrisa.

- Llevo diez años sufriendo, intentando comprender por qué elegiste marcharte. Jamás me dijiste por qué, jamás me dijiste lo importante que era para ti marcharte - limpié sus lágrimas -. Yo tuve que soportar los golpes - murmuré.

- Perdón - cayó en llanto -. Perdón.

- Es tarde - besé su frente, me aparte de ella caminando entre los pasillos blancos y silenciosos donde mucha gente se detenía para llorar.

- ¡Alan! - gritó a mis espaldas.

Posee mi vista sobre ella, estaba devastada.

- Tú padre es un buen hombre - caminó hacia mí.

- Lo sé - la interrumpí.

- Pero debes ser realista - continuó -. Tu padre ya no está ahí, el alcohol lo consumió.

Mis piernas comenzaron a temblar, tomé asiento. Caería en cualquier instante.

- Debes abrirte a mí - tomó asiento a un lado de mi y sostuvo mis mejillas con sus manos, estaban frías -. Yo seré lo único que te queda.

Asentí inconforme.

- Pero no ahora - murmuré, la voz apenas logró salir de mi.

Mi padre iba a morir, podía sentirlo, no era el momento para conversar con mi madre de un tema que me lastimó por completo.

Diferentes [DISPONIBLE EN FÍSICO] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora