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— Ya no nos quieres, ¿verdad? —dijo Marcus— ¿Es eso? ¿Hemos hecho algo mal? Quiero decir, ya sé que Alaska ha hecho algo mal, lo hace todo mal, pero...

Travis le cubrió la boca a su amigo con la mano y resopló, intentando no reír.

— ¿Te quieres callar de una vez, Marcus?

Alaska miraba de reojo a los dos chicos por el espejo retrovisor, fulminando a Marcus con la mirada. 

Tras haber recogido a Travis, habían decidido ir casi a la otra punta de la ciudad para tomar algo. Aunque siendo conscientes de la hora que era, sabían que aquel bar de mala muerte era su única posibilidad de conseguir una copa. Alaska era quien iba al volante, por dos sencillas razones: 

1. Travis no sabía conducir.

2. Si conducía Marcus, era él quien elegía la música. Y ni Travis ni Alaska compartían sus gustos musicales.

— No entiendo por qué ya no tienes tiempo para vernos... —murmuró Marcus cuando Travis le hubo liberado— Antes nos pasábamos casi todo el tiempo juntos...

— No puedo más —sentenció Alaska, incluyéndose en la conversación—. ¿Se puede saber qué demonios te pasa? —le dijo a Marcus— Ni que Travis y tú fuerais pareja y llevarais sin veros meses. No coincidimos en horarios con él. Pero eso es todo. Tiene vida a parte de ti, ¿sabes?

Travis asintió y miró a su amigo.

— Me jode admitirlo, pero la rubia tiene razón, colega.

— Pero yo...

Marcus fue a hablar, pero Alaska detuvo bruscamente el coche frente a la puerta de un local y se giró entre los asientos para mirar a su amigo.

— Ni "peros", ni nada —dijo—. Y fuera de mi coche, que ya hemos llegado.


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