— Eso ha sido... ¡bestial! —gritó Marcus, eufórico.
— ¿Bestial? —dijo Alaska— Ha sido más que eso. Ha sido... ha sido... alucinante. Épico. Asombroso.
— Mis tíos no van a volver a llamarnos para comer con ellos en la vida —dijo Travis riendo.
Los tres amigos no dejaban de hablar de lo sucedido hacía apenas diez minutos. Marcus y Travis recreaban la escena, parados en mitad de la acera, y con bromas de por medio.
Fue Alaska quién se fijó en que no era algo gracioso para todo el mundo. Disminuyó el paso y esperó a Salem, que andaba cabizbajo y con las manos en los bolsillos de su chaqueta.
— ¡Piensa rápido, Moon! —gritó Alaska.
Y en cuanto le tuvo cerca, saltó a sus brazos y enganchó las piernas a su torso como si fuera un koala.
Salem la había cogido al vuelo, sin desequilibrarse si quiera. Y ahora la miraba con una mezcla de sorpresa y gracia.
— ¿Es que estás loca?
— Por ti —dijo de forma exagerada y teatral.
Salem rió y la abrazó contra sí mientras caminaba de nuevo.
— ¿Quién eres tú y qué has hecho con Alaska?
— ¿Por qué lo dices?
Enarcando una de sus negras cejas, miró a la chica.
— La verdadera Alaska no se me acercaría a no ser que fuera borracha.
La expresión risueña de Alaska cambió de pronto. Salem fue a preguntar qué ocurría, pero se quedó con las ganas, ya que la rubia le estaba abrazando con todas sus fuerzas.
— Ese cabrón se lo merecía, Salem —susurró—. Al igual que los imbéciles de la gasolinera.
— Alaska, yo...
— No —le acalló—. Ya hablaremos de esto más tranquilamente cualquier otro día, pero ahora, vamos a divertirnos mucho. Yo voy a volver a ser incapaz de hablarte, Travis va a desear no ser nuestro amigo y Marcus va a recuperar su sonrisa.
Salem se detuvo y miró a Alaska.
— O sea que... después de esta conversación, ¿no vas a hablarme en toda la noche?
Alaska se incorporó en sus brazos y se quedó mirándole a los ojos. Aquella noche se encontraban de un tono más oscuro de lo que eran normalmente.
Y eso hacía que resaltaran aún más, pensó Alaska.
— Así es —dijo y miró al suelo, dispuesta a bajarse de un salto.
Cuando fue a tomar impulso, los brazos de Salem se aferraron más a su cintura.
— Quédate un rato más así —murmuró, escondiendo la cabeza en su cuello—. No me importa llevarte en brazos.
Alaska sonrió y se abrazó a él con fuerza.
Dado que era la única que estaba mirando en una dirección contraria al resto, pudo ver a Riley corriendo hacia ellos antes de que incluso los llamara.
— ¡Eh!¡Esperad! —gritó— Ni de coña me quedo yo en esa casa después de la que se ha liado.
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Epiphany
Short StoryNo todas las historias comienzan en una cálida tarde de verano o en una fría mañana de invierno. Algunas, son entre estaciones. O jamás son contadas, por el simple hecho de transcurrir cuando todos duermen. Y es que las mejores conversac...