XIII

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Era tarde, la luna inundaba el oscuro cielo con su luz y hacía frío. Pero a Salem no parecía importarle, pues seguía sentado en la ventana, tan solo con la ropa interior puesta y una sonrisa triste en sus labios.

Había dejado de llorar, pero su voz permanecía con ese deje de angustia en ella. Will se encontraba sentado sobre la escalera de incendios, con una manta sobre los hombros que le protegía del aire. Miraba al chico, mas no decía nada. Esperaba que fuera él quien hablara primero.

—Creo que me conoces mejor que nadie —dijo Salem—, pero no sabes todo sobre mí.

Will enarcó una de sus rubias cejas.

—No se puede saber todo de una persona —refutó—. Sería imposible.

—Sabes a lo que me refería —contestó Salem con una sonrisa cansada. Se pasó la mano por la cara y miró al cielo—. No sé cómo empezar.

—¿Por qué no estabas en la cama cuando me desperté?

Salem suspiró.

—Tuve una pesadilla —se encogió de hombros—. No quise interrumpir tu sueño por una tontería así.

—No es una tontería —dijo el chico—. Pero, de todas formas, ¿por qué llorabas?

Cerrando los ojos, Salem tomó una profunda bocanada de aire, soltándolo después con fuerza. Sonrió de forma forzada.

—Por ti. Por mí. Por todo.

Will se quedó mirándole e hizo el amago de acercarse a él, mas Salem le detuvo reanudando la conversación:

—Me dolía tenerte al alcance de mi mano y no poder tocarte —suspiró—. Y ya sé que piensas que es ilógico, porque lo que más hago es tocarte. Pero no lo decía en un sentido literal. También me dolía todo lo que siempre me he callado.

—Hablas en pasado.

—Ya —dijo—. Es que no creo que esté sintiendo nada ahora mismo, la verdad.

Will se arropó más con la manta, subiéndola hasta cubrirse la nariz. Aquello hizo que Salem sonriera de forma sincera. Dejó escapar una suave risita en voz baja y se lamió los labios antes de volver a hablar.

—Este es por Noora —dijo entonces, señalando uno de los tatuajes de su brazo izquierdo. Una nube de tinta que tenía en el centro una rosa amarilla—. Me lo hice cuando se graduó del instituto y comenzó a ir a la universidad.

Movió la mano un poco más hacia la derecha y sonrió de nuevo.

—Este —la silueta de un ave con sus alas extendidas—, por Rachel. Porque siempre ha sido como la mamá pato de los cuentos. Pero no iba a tatuarme un pato.

Will no pudo evitar reír. Salem también lo hizo, solo que de forma menos audible. Se señaló hacia el hombro con la barbilla, justo donde estaba situado un gran tribal con forma de sol que le ocupaba gran parte del pecho, y miró al rubio.

—Por mi pasado —suspiró—. Por toda la mierda que vi y viví. Puede que también por cuando descubrí que era bisexual.

—¿Cuándo fue eso? —preguntó Will, curioso.

Salem cerró un ojo con expresión pensativa y chasqueó la lengua.

—De pequeño lo veía normal. Quiero decir... nunca llegué a replantearme qué era la sexualidad.

—¿A qué te refieres?

—Creo que tenía siete años la primera vez que le di un beso a un chico. Era mi vecino, solíamos jugar casi todas las tardes, y me gustaba. No sabía que, según la sociedad, aquello no era normal —explicó—. Pero cuando mi... padre —escupió la última palabra y prosiguió—: nos vio, se encargó de dejármelo bastante claro.

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