XVII

409 63 19
                                    


Había llegado al edificio hacía más de diez minutos, pero no se atrevía a entrar en su piso. Sabía que, tras esa puerta, le estaría esperando una confusa Noora con ansias de respuestas. Y Salem no tenía muy claro cómo iba a explicarle tantos años de mentiras y secretos.

Tomó una bocanada de aire y finalmente introdujo la llave en la cerradura. El crujido de la puerta al abrirse hizo que tanto él como su hermana se sobresaltaran.

Noora estaba esperándole, sentada de brazos cruzados en el sofá, con la mirada perdida en algún punto del salón; pero cuando Salem entró, se fijó en él.

—Has tardado una eternidad —se quejó—. La estación no queda tan lejos en coche.

Salem asintió y tiró la chaqueta sobre la mesa de café, sin preocuparse si quiera en que esta cayera allí o no.

—¿Quieres algo de beber? —preguntó.

—No, gracias. Me gustaría que hablásemos.

—Déjame coger una cerveza primero.

Noora asintió y Salem se adentró en la cocina.

Había tenido que dejar a Will de una forma muy precipitada. Ni siquiera se había despedido, a sabiendas de que aquello le habría dolido aún más y que no estaba preparado para otro golpe. Había sido un fin de semana muy movido, con muchos temas que tratar y demonios que volver a esconder. Se encontraba desanimado y exhausto. Sin fuerzas para nada.

Cuando volvió al salón fue directamente a sentarse en la butaca que se encontraba delante del sofá. No quería estar muy cerca de su hermana, pero tampoco darle la sensación de que algo había cambiado. Aunque él sabía que eso último era verdad.

Noora dejó el móvil sobre su regazo y aquello hizo saltar las alarmas de Salem.

—¿Se lo has dicho a alguien? —preguntó nervioso—. ¿Mamá lo sabe? ¿Rachel?

Los ojos de Noora se abrieron de par en par. Cogió lo primero que tenía a mano -un cojín- y se lo tiró con fuerza a la cara.

—¡Salem, no seas idiota! ¡Claro que no! —dijo— Sólo estaba contestando a una amiga, por dios.

Salem suspiró.

—De acuerdo —aceptó. Abrió la cerveza y le dio un largo trago—. Adelante, acribíllame.

—¿De verdad piensas que lo haría?

—Tendrás preguntas, supongo.

Noora echó la cabeza hacia atrás, apoyándola en el respaldo del sofá. Se quedó pensativa observando las diferentes formas que la luz hacía en el techo. Después resopló y se encogió de hombros.

—¿Quién era el chico?

—William —respondió él. Pero como le supo a poco, añadió—: Mi exnovio.

—¿Estabas en la ducha con tu ex?

Volvió a beber.

—Sí. Es algo complicado.

—Estaba bueno —sonrió Noora—. Bastante bueno. 

—Lo sé, créeme.

Salem se fijó en la intensidad con la que el azul de sus ojos brillaba al mirarle y pensó en lo extraño que le resultaba verla así. Conocía a Noora casi mejor que nadie y sabía con certeza que cuando su mirada transmitía tantas cosas al mismo tiempo, era que algo bueno se le estaba pasando por la mente.

EpiphanyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora