La campana final me hizo soltar un suspiro de alivio ―igual que a toda la clase― mientras interrumpía el emotivo discurso de la profesora de matemáticas. Era una suerte, ya estaba a punto de ponerse a llorar.
Sus palabras habían logrado conmoverme la primera vez que las había escuchado. Pero ahora, luego de cuatro años escuchándolas cada fin de curso, me parecían tediosas y repetitivas. Ese discursito, sobre lo importante que eran las decisiones de nuestro futuro y lo mucho que nos extrañaría en el verano, me sabía a farsa. Sobre todo, tomando en cuenta que ella misma era la que dejaba la mayor cantidad de tareas y los peores castigos durante el periodo de clases.
No lograba entender por qué rayos seguía haciendo eso.
―Yo creo que ya la está atacando la menopausia ―murmuró Jacson a mi lado mientras guardaba sus cosas―; cada año la charla es más empalagosa
Bajé la cabeza, haciendo una especie de cortina con mi cabello para que nadie ―especialmente la profesora― se diera cuenta de que me estaba riendo.
―Jacson...
―¿Me vas a decir que es mentira? ―me interrumpió mientras ponía esa sonrisa de chico malo que tanto le gustaba usar.
Negué con la cabeza.
Él tenía razón.
Terminé de recoger todas mis cosas y salí sintiéndome tontamente feliz. Por fin, habían terminado las clases. ¡Por fin era libre!
Caminé con Jacson hasta la salida del edificio y, entonces, él se despidió de mí.
―¿No vienes? ―pregunté sorprendida. Jacson nunca perdía la oportunidad de que alguien con auto propio le evitara el autobús.
―No, nena ―dijo acariciándome la cabeza como si fuera un cachorro―. Tengo planes. Con una chica.
―Ahhhhh ―grité con horror tapándome los oídos― lalalala... no quiero detalles.
Él comenzó a reírse.
―¡Dios, que infantil eres! ¿Crecerás algún día?
―No si puedo evitarlo
―Ja, ya te veré cuando consigas novio ―se despidió dándome un beso en la mejilla―. Dile a Dany que le escribo para contarle luego
―¡Ew! ―grité de nuevo― Vaya par de pervertidos
Jacson rió otra vez y comenzó a caminar en dirección contraria al estacionamiento, que era justo el lugar al que yo me dirigía.
Abrí la puerta de auto de Dan y me subí del lado del copiloto. Él ya estaba ahí sentado, escuchando música mientras esperaba.
―Ya era hora ―dijo poniendo el auto en marcha― ¿Y Jacson?
―Dijo que tiene planes con una tipa desesperada y que te llamaba luego para darte los sucios detalles ―lo hice sonar como si realmente Jack hubiera dicho eso y mi comentario logró su cometido: Hacer reír a Dan
―¿De verdad dijo eso?
―Tal vez parafraseo
Me miró y sonrío.
―Estás loca
Él condujo hasta la casa mientras hablábamos de tonterías y nos reíamos como locos. La cosa con Dan era que, de un modo u otro, siempre que estábamos juntos encontrábamos formas de divertirnos, incluso en momentos incómodos o inapropiados. Por supuesto, el auto no era la excepción. De hecho, siempre llevábamos un escándalo tal, que me sorprendía que aún no hubiésemos tenido un accidente. Gracias a Dios que él era un gran conductor.
―¿Y qué quieres hacer para celebrar el fin de la tortura? ―preguntó estacionándose frente a su casa.
―¿Qué te parece si ordenamos una pizza y nos tiramos en el sofá de mi sala a ver películas?
Una perfecta sonrisa se extendió en su rostro.
Puede que mi corazón haya tartamudeado un poquito.
―Eso suena genial
Salimos del auto y cruzamos la cerca que separaba nuestras casas. Igual que como solíamos hacer cada fin de semana cuando éramos niños, nos tendimos en el sofá y vimos películas durante toda la tarde, mientras consumíamos cantidades peligrosas de comida chatarra. Eran alrededor de las nueve cuando él dijo que era hora de volver a casa.
―Por favor, Dan ―hice puchero―. Aún es temprano.
―Cariño, debo dormir
Dan se sentó en la mitad del sofá cuando llegamos, por lo que yo puse un cojín en su regazo y me tendí de costado descansando mi cabeza allí. Aún estábamos en esa posición, por lo que fue sencillo impedir que se fuera.
―Todavía podemos ver otra película ―propuse―. No es como si tuvieras que conducir dos horas para llegar a tu casa; vives justo al lado
―Rachel... ―parecía que le estaba costando mares llevarme la contraria, así que pensé que lo mejor era no ceder.
―Puedo llamar a tu mamá para que te deje llegar más tarde, o incluso quedarte aquí. Sé que no tendrá problemas ―En realidad, no quería presionarlo para que se quedara. Si él quería irse, por mí estaba bien. El problema era que me estaba ocultando algo. Podía verlo en sus ojos. Él no quería irse sólo para dormir, había otra razón―. Si vas a irte sólo dime por qué
Él comenzó a acariciar mi cabello distraídamente y luego suspiró.
―Tengo entrenamiento mañana ―acabó por confesar
Me levanté indignada y lo acusé de traición con la mirada.
―Te estás perdiendo la vida, Dan ―dije con tono de reproche― Eres el mejor jugador del equipo, no necesitas entrenar tanto y menos en vacaciones. La mayoría de los jugadores apenas si van un par de veces por semana. Pero tú ―negué desaprobatoriamente con la cabeza― te exiges demasiado cada día, y ¿para qué?
―Me hace mejor ―respondió algo dudoso, como si estuviese eligiendo con cuidado las palabras. Se notaba que estaba luchando por no hacerme enfadar.
―Ya eres el mejor y puedes mantenerte así sin mucho esfuerzo ―lo señalé con mi dedo acusadoramente―. Te diré por qué lo haces: Tienes miedo. Sí, no me veas de ese modo. Tienes miedo de hacer y probar cosas nuevas, tienes miedo de no ser el mejor si emprendes otra cosa. Pero, tienes todo el verano por delante, no te acobardes, arriésgate un poco, Dan.
Él asintió lentamente, no muy seguro de que contestar.
Decidí imitar las palabras de esplendido chef Ramsay y "sacarlo de su miseria".
―ya vete ―contesté lo más amable que pude, aunque la verdad no sonó nada convincente. Me di la vuelta, dirigiéndome a la cocina.
No había llegado al umbral de la sala cuando su voz me detuvo.
―¿Estás molesta? ―como de costumbre, no puede resistirme al tono de su voz. Sonaba tan tierno. Como cuando éramos niños y me hacia algún tipo de broma que se le iba de las manos. Siempre había sabido como ganarme.
Suspiré.
Me di la vuelta e hice el camino de regreso hasta él.
―No tengo por qué estarlo ―dije dejando ir el enfado y plantando un beso en su mejilla―. Buenas noches, Dan
―Buenas noches, Rachel
Simplemente no podía estar molesta con él. No podía reclamarle más tiempo o exigirle nada. Porque ―aunque me doliera― él era, y siempre sería, mi mejor amigo.
Y nada más.
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25 días para recordar
Teen FictionMiré hacia al mar frente a nosotros, sintiendo como una sonrisa se extendía por mi rostro. En este lugar, y con Dan aquí, este momento se sentía bien. De hecho, se sentía increíble. ―Dan ―dije girando mi rostro en dirección a él. Me di cuenta de que...