Día 4: Martes [3]

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Respuestas inconclusas


AUDREY

En cuanto papá abrió la puerta, la empujé y entré corriendo a la casa primero que todo el mundo. Había salido con mamá a comprar unas cosas para el próximo año escolar y papá nos había alcanzado en el centro comercial para que comiéramos juntos. Yo no había tenido problemas con eso ―sobre todo porque papá me compró un helado enorme―, pero entonces mamá decidió detenerse en el súper y ahora estaba perdiéndome los episodios de Bob esponja que había dejado programados.

Llegué a la sala y me detuve al encontrar a Dany y Rachel ahí.

Ambos estaban tendidos de costado a lo largo del sofá, totalmente dormidos. Mi hermano tenía una mano alrededor de la cintura de ella y descansaba el rostro en su cuello. Ambos estaban muy acurrucados y Rach incluso sonreía.

―Llegamos, chicos ―anunció mamá entrando en la sala―, ¿ya comie...

―Shhh... ―silencié llevándome un dedo a los labios

Ella los observó frunciendo los labios hasta que papá nos hizo señas con la cabeza para ir a la cocina. Yo tomé una bolsa de malvaviscos a medio terminar de la mesa y los seguí. Me senté a comer en uno de los taburetes mientras ambos guardaban las compras.

―Hay algo que no entiendo ―dije después de un rato, ladeando la cabeza

―¿qué cosa, cielo? ―contestó mamá, abriendo la nevera

―¿Dany y Rachel son novios?

Los dos dejaron lo que hacían e intercambiaron miradas. El primero en hablar fue papá:

―Me temo que no lo sabemos, cariño ―me contestó mientras apoyaba los brazos cruzados sobre la encimera―. Aunque si me lo preguntas a mí, la idea no me molesta.

―¡Gary! ―se quejó mamá poniendo los brazos en jarra― No digas eso.

―¿Qué?

Papá soltó una risa.

―¿Cuál es el problema, Maggie? ―dijo enderezándose― Conocemos a Rachel desde que era una pequeñita. Es una chica lista, responsable, respetuosa y buena. Es la hija de uno de mis mejores amigos y además ha sido amiga de Daniel toda la vida. ¿Qué mejor partido podríamos pedir?

Ella lo observó mientras se mordía la uña del pulgar con nerviosismo.

―Lo sé, lo sé, lo he estado pensado ―respondió asintiendo―. Pero es que creo que ese es justo el problema. Son chicos y me temo que quizás, si salieran juntos, podrían terminar arruinando esa bonita amistad que tienen... Además ―mamá bajó la voz como si le diera vergüenza decir lo siguiente―, ambos pasa mucho tiempo solos y realmente no estoy lista para ser abuela...

Fruncí el ceño. Papá se alejó de la barra y caminó hacia ella con una mirada divertida.

―Eso no pasará, Maggie ―dijo acariciándole la mejilla cariñosamente―. Ambos son listos. Tomarán precauciones.

Mamá puso mala cara.

―Sabes que eso no me tranquiliza, Gary.

Papá volvió a reír.

―Lo sé, linda, pero no podemos mentirnos. Son jóvenes y hay cosas que eventualmente pasarán, lo queramos o no. Lo único que podemos hacer es confiar en que serán listos

Mamá soltó un suspiro pesado.

―Supongo...

―Claro que sí, Maggie ―él besó su frente―. Iré a dormir, te espero arriba. Buenas noches, cielo ―agregó besando también mi coronilla antes de salir.

Observé a mamá mientras ella miraba pensativamente a la nada.

―Mami ―llamé en cuanto los malvaviscos se acabaron.

―¿Sí, cariño? ―preguntó volviendo su atención a mí

―Hay algo que todavía no entiendo: ¿cómo el que Dany y Rachel estén solos podría hacerte abuela?

Ella me observó con ternura y sonrió.

―Créeme, lo entenderás... sólo que no ahora. En este momento te lavarás los dientes e irás directo a la cama. Vamos.

La vi escribir en un papel y salir de la cocina en dirección a la sala. Esperé hasta que escuché los primeros pasos en las escaleras y fui tras ella. Dany y Rachel seguían en la misma posición que antes y mamá había dejado la nota sobre la mesita de centro. Pensé que sería una buena idea dejarles también una diciéndoles que papá y yo apoyábamos que salieran, así que tomé mi libreta y un plumón purpura que había dejado junto al teléfono. Estaba por escribirles, cuando una bolsa azul llamó mi atención.

Una sonrisa cruzó mi cara.

Era un paquete de Oreos y estaba sin destapar.

Las tomé y en su lugar puse:


Estaban dormidos y tomé unas galletas. Lo siento.

―Audrey


Y entonces subí las escaleras corriendo para disfrutar de mi maravilloso hallazgo.


25 días para recordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora