Día 1: Sábado [3]

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La chica de los labios rojo cereza


BRICE

Rachel Bale había complicado mi vida desde el momento en que la conocí. Bueno, no ella exactamente, pero más o menos.

Él asunto con Rachel empezó una tarde en el parque cuando tenía diez. Ella había estado meciéndose en los columpios ―su juego favorito― durante una hora. Generalmente, yo solía sentarme en el columpio a su lado y acompañarla por el tiempo que pasaba ahí, pero esa tarde había estado jugando al soccer con mis amigos. En un momento en el que nos sentamos a descansar, Darren empezó a presumir sobre las chicas a las que había besado. Era un fanfarrón y hablaba demasiado. En realidad, yo no creía hubiera besado a todas esas chicas, y de hecho, se lo dije. Entonces él empezó a atacarme y a decir que yo nunca había besado a una. Esto era cierto, pero no podía admitirlo frente a los demás. Eso me habría dejado muy mal.

Así que en lugar de ser maduro y aceptar que no había dado mi primer beso, decidí defender mi posición social, y mentí como un idiota. Darren me dijo que si era cierto tenía que probarlo y cuando le pregunté cómo, respondió que besando alguna de las chicas que estaba en el parque.

De nuevo mis opciones estaban entre ser sincero y seguir hasta el final con el engaño, y como una mentira siempre acarrea a otra, supongo que saben lo que elegí.

En ese momento no sólo decidí que besaría una chica, sino que además, aprovecharía para besar a la chica que tanto me había gustado en los últimos años.

Antes de saber exactamente que hacía, caminé hasta los columpios con mis amigos siguiéndome a una discreta distancia. Me detuve frente a ella ―muy nervioso―, lo bastante cerca como para obligarla a disminuir la velocidad con la que se columpiaba. La observé fijamente durante un largo rato, sin ninguna idea de qué hacer, hasta que ella se puso de pie y me preguntó que me pasaba.

En cuanto estuvo lo suficientemente cerca, yo... sólo la besé.

Como dije antes, era mi primer beso, y además tenía diez años, así que todo fue bastante inocente. Mis labios presionaron los suyo por apenas unos segundos. Pero ni siquiera tuve tiempo de reaccionar luego de eso. Porque en cuanto me separé de ella y vi sus lindos ojos turquesa abiertos como platos, fui empujado hasta que terminé cayendo sobre un charco.

Por supuesto había sido Dany.

Siempre Dany.

Se puso como loco. Me gritó y amenazó frente a todos. Dijo que no volviera a ponerle un dedo encima a Rachel si no quería problemas de verdad. Y desde entonces, ha sido mi piedra personal en el zapato.

Entre todo el escándalo de la discusión, Rachel consiguió el modo de marcharse sin que ninguno lo notara, y después de eso no volvió al parque por varios días. Siempre que alguien le preguntaba a Dany al respecto, él se ponía de muy mal humor.

Había pasado una semana desde el beso cuando decidí ir a su casa. Sabía que había sido estúpido por hacer las cosas de ese modo y que ella se merecía una disculpa; así que una tarde me armé de valor y fui a verla. Su madre me dejó entra sin problemas, por lo que supuse que no le había contado nada. La encontré en su jardín trasero lanzando un balón de football contra un árbol.

Sus bonitos labios color rojo cereza se fruncieron al verme.

Parecía tan incómoda.

Hola, Rachel ―dije.

Hola ―respondió tratando de mantener una expresión neutra

Yo... eh... vine hablar ―me encogí de hombros. Yo también me sentía incómodo― ya sabes, sobre lo del otro día

25 días para recordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora