El batido de fresa
―¡Dan date prisa! ―grité desde su cama al darme cuenta de que ya no había nada interesante que ver en la tele.
Él se ya había duchado y había salido del baño ―usando sólo una toalla, cabe acotar― sólo para tomar algo de ropa y volver a encerrarse ahí. Llevaba como un millón de años adentro.
―¡Dan! ―me puse de pie y di un par de golpes en la puerta― Eres un chico, ¿qué tanto puedes arreglarte?
―Ya voy a salir ―respondió monótonamente, lo que significaba que ni siquiera me estaba escuchando
Bufé.
―Dios mío, te tardas más que yo ―susurré, quejándome más para mí misma en realidad. Era bastante probable que se tardara unos veinte minutos más ahí.
¿Haciendo qué?
Ni idea.
Comencé a caminar por la habitación, buscando algo con qué distraerme. El cuarto de Dan era espacioso y con la cantidad justa de cosas. Un armario grande, un escritorio, una cama doble, una mesa auxiliar y una lámpara sobre ésta. Ya saben, lo esencial. Sin demasiados adornos o cosas innecesarias.
Por eso siempre me había preguntado cómo rayos conseguía ser tan desordenado. No importaba la época del año que fuera, la habitación de Dan era un desastre. Nunca estaba sucia, pero lucía como un caos la mayor parte del tiempo. Justo ahora tenía un montón de ropa ―limpia por cierto― que había dejado tirada en el piso frente al armario, mientras buscaba algo que ponerse. Además, había zapatos bajo la cama, chaquetas sobre la silla, un balón de football junto a la lámpara y un millón de papeles en su escritorio. Me acerqué los miré. La mayoría parecían trabajos y guías de la escuela. Me preguntaba cuando se encargaría de ellos. Lo primero que yo hice el viernes, luego de que él se fuera de mi casa, fue sentarme a organizar todas las cosas de la escuela. Guardé lo importante y me deshice de todo lo que no volvería a usar, así no tenía que volver a preocuparme por ello.
Seguro que Dan dejaría todo esto aquí hasta que las clases iniciaran de nuevo, quizás incluso luego de eso. Algunas de estas cosas tenían fechas realmente viejas.
―¿Qué haces? ―pasé mi atención a la puerta del baño cuando escuché su voz. Él estaba parado ahí, vistiendo una camiseta roja oscura y unos jeans negros, con el cabello húmedo y mirando la hoja en mis manos.
―Revisaba tus papeles ―contesté confundida mientras él caminaba hacia mí―, tienes un verdadero.... Desastre ―agregué esta última palabra casi en un murmullo, al mismo tiempo que Dan me quitaba el papel y rodeaba mis hombros con sus brazos para apartarme de ahí―. Ummm, Dan, ¿qué haces?
―Te alejo del escritorio ―respondió con naturalidad, abriendo la puerta de la habitación con una mano, aún sin soltarme.
―Porque... ―dije esperando que continuara
―Porque no tienes que ver lo que hay ahí
Bufe.
―¿Vas a decirme que todo esto es porque tienes tus "revistas para chicos" ahí? ―alcé las cejas
Dan frunció el ceño por unos segundos antes de que el entendimiento pasara por sus ojos.
―Dios, Rachel, deja de decir tonterías ―dijo riendo antes de cubrir mi boca con una de sus manos―. Mejor camina, seguro que aún no desayunas.
Él tenía razón, no lo había hecho; pero no era como si en realidad tuviera mucha libertad para moverme cuando su abrazo mantenía mis brazos y mi torso contra su pecho y su palma cubría la mitad de mi cara. Solté un gruñido y entorné los ojos en su dirección hasta que él lo capto.
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25 días para recordar
Novela JuvenilMiré hacia al mar frente a nosotros, sintiendo como una sonrisa se extendía por mi rostro. En este lugar, y con Dan aquí, este momento se sentía bien. De hecho, se sentía increíble. ―Dan ―dije girando mi rostro en dirección a él. Me di cuenta de que...