Día 3: Lunes [2]

102 10 0
                                    

La extraña tarde


―Vamos, Dan, será divertido ―insistí haciendo puchero.

Él miró la tabla en su mano con el ceño fruncido.

―No lo sé, Rach, hace mucho que no lo hago

―Por favor ―rogué.

Estábamos en el parque de patinaje. Había logrado insistir lo suficiente como para convencerlo de venir aquí, pero aún no bastante como para hacerlo subir a la patineta. Dan podía ser muy terco cuando quería.

―Vamos ―tomé su brazo y tiré de él un poco―, por mí...

―Ni siquiera sé si aún recuerdo como se hace, Rachel.

―Bueno, entonces creo que hay sólo una forma de averiguarlo ―sonreí poniendo un pie sobre mi patineta

―¿Cuál? ―contestó frunciendo el ceño

―¡Atrápame! ―grité arrancando a toda velocidad

―¡Rachel! ―lo escuché gritar detrás de mí.

Me reí y seguí avanzando mientras él me perseguía. Saludé a todo el que conocía mientras los esquivaba en el camino. Iba tan rápido que apenas podía distinguir los rostros de algunos, pero aun así podía escuchar a Dan muy cerca. Me estaba alcanzando.

Aceleré y estuve a muy poco de dejarlo atrás, pero un bache en el camino me hizo perder el equilibrio. Tuve suficiente fuerza para estabilizarme sin caer, pero me vi obligada a detenerme. No pasaron ni dos segundos antes de que tuviera los brazos de Dan envolviéndome.

―Te tengo ―susurró junto a mi oído haciéndome estremecer un poco

―Y recuerdas como usar una patineta ―dije sonriendo

Él se rió.

―Sí, supongo. ¿Estás bien?, casi te caes

Asentí y me bajé de la patineta.

―Sí, tranquilo. Solo estoy algo sedienta ―resoplé con cansancio―, fue una agotadora carrera.

―Sí, yo también. ¿Te parece si voy por unas sodas?

Asentí.

―Bien, ya regreso

Sonreí y mantuve mis ojos en su musculosa espalda mientras lo veía alejarse, hasta que alguien carraspeó a mi lado y me sacó de mis pensamientos.

―Hola, Rachel

―Mike, hola ―saludé abrazándolo―. ¿Qué tal va todo?

―Bien. Pasando la tarde, ¿y tú?

―oh, genial. Convencí a Dan de venir.

―Eso veo ―dijo dirigiendo la vista al chico en la pequeña tienda de la esquina―. ¿Por cierto, qué tal va tu 360 flip?

Sonreí con orgullo.

―No me gusta presumir, pero va muuuy bien

Mike me codeó.

―Já, si todo el mundo sabe que encanta presumir

Me reí.

―¿Te parece si vamos a probarlo? ―preguntó sonriendo.

Yo asentí mirando al medio tubo. No podía esperar.

Tomé una respiración profunda y miré hacia abajo tratando de contemplar todo el panorama. Esto era algo que me gusta hacer antes de empezar. Por alguna extraña razón, me daba seguridad. Observé a un ceñudo Dan entre todas las personas que se encontraban alrededor del medio tubo y le hice un guiño. Él continuó mirándome con seriedad mientras sostenía una bolsa transparente con un par de sodas. No tenía idea de por qué parecía tan tenso de repente.

Apoyé mi pie delantero sobre los pernos y me incliné hacia adelante. El inicio del descenso fue rápido y emocionante como siempre. Dejé que el viento acariciara mi rostro, me relajé y puse mi mente en blanco lista para intentarlo. Un grito alarmado con mi nombre salió desde algún lugar a mi izquierda y un segundo de duda fue suficiente para hacerme caer. De un instante a otro estaba tendida en el suelo, con un feo ardor en uno de mis muslos y un montón de personas a mi alrededor.

―¿Qué se supone que estabas haciendo, Rachel? ―me riñó Dan agachándose a mi lado

―un 360 flip ―contesté sentándome.

Gracias a Dios no me golpeé la cabeza. Eso hubiera estado feo.

―¡¿Estás loca?! ―dijo con tono serio― ¿Estás consciente de lo peligroso que fue eso?

―No le hables como si fuera una niña, Dany ―intervino Mike de pie al otro lado de mí―. Ya lo ha hecho antes y le sale muy bien.

Dan abrió los ojos desmesuradamente.

―¿Lo has hecho antes? ―preguntó

Me limité a asentir mientras me quitaba el casco.

―Dios, definitivamente tienes que estar loca ―murmuró para sí―. ¿Sabes lo difícil que ese truco?

―Sí, Dan, lo sé ―contesté un poco borde mientras me apartaba el cabello de la cara―. Es por eso que he practicado mucho

―Sí ―terció Mike―. Además, ya es un poco tarde para preocuparse por eso. Le sale perfecto.

―No tanto. Después de todo se cayó.

―Sí, joder, porque me gritaste ―dije de malagana hartándome de su papelito de hermano mayor.

Él frunció el ceño.

―¿Así que ahora es mi culpa?

―¡Claro que lo es! ―exclamé― Me desconcentraste por completo.

Dan bufó.

―Pues si crees que me iba a sentar a ver cómo te partías el cuello, lo llevas claro.

―No iba a partirme el cuello, Daniel ―aclaré mientras me sacudía el polvo de las piernas―. Iba a hacer un truco que ya había hecho muchas veces antes.

―Dios, eso es tan absurdo.

―No, ¿sabes qué es absurdo?: Esta discusión.

Estiré mi mano hacia Mike y él me ayudó a levantarme. Mientras lo hacía, Dan me tomo del otro brazo, aunque yo estaba muy molesta como para querer su ayuda.

―¿Estás bien? ―me preguntó el rubio

―Sí, todo en... agh... ―me quejé cuando la tela de mis shorts rozó la piel de mi pierna.

La levanté para mirar y encontré un feo raspón en la parte alta de mi muslo derecho.

―Genial, lo que faltaba.

―Hay que curar eso ―dijo Dan mirándome

―Vamos, Rach ―dijo Mike―. Allen tiene un botiquín en su tienda.

―Bien ―dije doblando el borde de la prenda hacia arriba para que dejara de hacer contacto con la herida.

―Voy con ustedes

―No, Dan ―gruñí―. Sigo molesta. Tú me esperas aquí como castigo.

Él puso los ojos en blanco.

―Como quieras.

Seguí a Mike hasta la tienda de batidos y Allen, el dueño, muy amablemente nos prestó el botiquín. Nos sentamos en una de las mesas y mi amigo comenzó a pasarme las cosas que necesitaba mientras yo iba limpiando el raspón.

―Dan está más paternal que de costumbre, ¿no crees? ―dijo pasándome un esparadrapo.

―Agh, maldición, esto arde ―me quejé mientras terminaba de limpiar la zona con un algodón con alcohol―... Sí, bastante paternal ―admití poniendo el pequeño vendaje.

―¿Y qué crees que signifique eso? ―preguntó

Terminé con mi trabajo y lo miré.

―Significa que es hora de cortar las citas de ese delantal.

25 días para recordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora