Capítulo 3

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Cuando vuelvo a casa luego de dejar a Eve en su apartamento, el auto de papá ya está aparcado en su lugar habitual

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Cuando vuelvo a casa luego de dejar a Eve en su apartamento, el auto de papá ya está aparcado en su lugar habitual. Suelto un suspiro y niego con la cabeza. Mi padre es un hombre terco que fue a trabajar esta mañana incluso cuando ayer no se sentía bien y el médico le aconsejó que se tomara unos días de descanso. Ahora mismo debe estar viendo algún programa de deportes en el televisor mientras descansa en su sillón favorito donde, eventualmente, dormitará hasta que mamá baje a buscarlo y ambos vayan a la cama. Mamá, por su parte, debe estar en mitad de su ritual de belleza nocturno.

Sonrío para mis adentros. Salvo por el asunto de que mamá se ha vuelto loca con la idea de casarme, adoro a mis padres. Y los admiro mucho, han estado juntos por casi treinta años y todo lo que he visto entre ellos ha sido amor. Amor del que prevalece incluso en los momentos en los que se enfadan el uno con el otro.

Gives you hell comienza a sonar en mi celular, ese es el tono de llamada de Dave, así que respondo de inmediato.

—Hola Hobbit —pongo los ojos en blanco al oír su saludo.

—¿Hobbit? Vete a la mierda, Dave —gruño en respuesta.

Mira, sé que no soy una amazona, pero tampoco soy como un maldito Hobbit. Tengo una estatura promedio. Tolero cuando él me dice «duendecilla» de forma cariñosa, pero no más. En serio detesto cuando la gente me da apodos relacionados con mi estatura.

Su risa estruendosa atraviesa la bocina y yo pongo los ojos en blanco.

—Tranquila, fiera. ¿Regresas a Londres mañana?

Suspiro.

—Sí. ¿Por qué?

—Papá y mamá seguro ya están por irse a dormir, ¿por qué no vienes a mi casa y tenemos una maratón de películas como antes?

Esa simple pregunta me hace poner una sonrisa en los labios.

—¿Maratón de terror puro?

La idea me emociona. La mayoría de mis amigos no disfruta de las películas de terror, por ello es que Dave es mi eterno y favorito compañero para verlas. Desarrollamos la afición desde pequeños, a escondidas de nuestra madre. A ella no le agradó cuando se enteró, pero no tenía de qué quejarse. No era como si luego de verlas tuviésemos pesadillas que no nos dejaran dormir y la fastidiáramos por ello.

—En efecto —confirma—. Encontré un par de títulos que prometen. ¿Qué dices? Puedes quedarte a dormir si quieres.

—Vale, me apunto —respondo mientras retiro la llave del contacto para apagar el motor y bajo del auto—. Voy a despedirme de papá y mamá, te veo en media hora, ¿bien?

—Tendré listas las palomitas —promete.

Corto la llamada cuando estoy llegando a la puerta de la casa, uso mi llave para entrar y subo directo a la habitación de mis padres. Como era de esperar, solo mi madre se encuentra allí. Está envuelta en su bata de dormir de seda, recostada en la cama con los ojos cerrados y una mascarilla verde por todo el rostro.

Jamás digas nunca [T.I.M. #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora