Capítulo 30

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Llevo la taza de café a mis labios y bebo un sorbito del líquido caliente con sutil sabor a canela

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Llevo la taza de café a mis labios y bebo un sorbito del líquido caliente con sutil sabor a canela. Eames sigue con la mirada mis movimientos, él no ha tocado su café desde que la mesera se lo puso en frente.

Me aclaro la garganta, algo incómoda por su mutismo, y le sonrío con la esperanza de que me explique por fin el motivo de esta reunión.

—Entonces... —digo minutos más tarde cuando veo que él sigue perdido en sus ideas y me contempla con aire ausente.

—¿Eh? ¿Cómo dices?

Al menos sé que todo va bien con sus oídos, él escucha.

Le ofrezco un gesto comprensivo. Seguro que esta no es una reunión placentera, mi salida de su empresa fue algo agitada.

—No me lo tomes a mal, Eames, pero me sorprendió un poco tu llamada y ahora me tiene algo inquieta el hecho de que solo me miras sin decir nada. ¿Qué es lo que ocurre?

Sus párpados se elevan y su frente se arruga mientras su boca cuelga un poco abierta. Baja la mirada con una mueca y sacude la cabeza como para aclararse las ideas.

—Lo siento, Jade —se echa hacia atrás en su silla—. Estos últimos días han sido un poco locos y estresantes. Pero no ocurre nada malo, si es lo que piensas. Tan solo creí que nos merecíamos una conversación después de tu salida de Allegra. Si no te llamé antes fue porque... bueno, estaba ocupándome de algunos asuntos urgentes y pensé que era mejor dejar que se enfriaran las cosas antes de vernos. Te marchaste hecha una furia ese día.

Esbozo una mueca y bajo la mirada.

—No puedo negarlo.

—Y lo entiendo —asegura mientras se afloja la corbata y suspira—. La verdad es, Jade, que hubo un gran malentendido. Yo no decidí despedirte en ningún momento. Claro, estaba desconcertado porque faltaste sin avisar, es algo que tú nunca habías hecho, pero ese no era motivo para echarte.

Se me escapa un bufido de indignación.

—No falté sin avisar, Eames. Pero como te lo dije antes, no trataré de convencerte de nada porque sé que no vas a poner mi palabra por encima de la de tu hija. No importa. Renuncié porque es lo más sano para mi salud mental y de verdad creo que he tomado la decisión correcta.

Me encojo de hombros y él pasa su mano por su frente, parece fatigado.

—Soy un padre que ama a su hija, eso es cierto, pero no soy tan ciego como me crees. Ya escuché una versión de la historia, ahora vine a oír la otra. Por favor cuéntamela.

Contemplo mi taza y la envuelvo entre mis dedos. Lo pienso un momento antes de volver a mirarlo a los ojos y asentir con un gesto.

—No voy a decirte que Melissa y yo tenemos una rivalidad desde el inicio de los tiempos, porque no es así. La animosidad entre nosotras surgió hace poco debido a Vince, pero se volvió rápidamente intolerable.

Jamás digas nunca [T.I.M. #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora