Capítulo 35

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Llevo una mano a mi pecho, cierro los ojos y me permito derramar algunas lágrimas de alegría cuando escucho las noticias que me da mi hermano al otro lado de la línea

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Llevo una mano a mi pecho, cierro los ojos y me permito derramar algunas lágrimas de alegría cuando escucho las noticias que me da mi hermano al otro lado de la línea.

Acaban de darles los resultados de los estudios que le hicieron a mi padre. No hay cáncer. No lo hay. Yo podría hacer una puta fiesta en este momento.

—Jade, vamos, ¿sigues ahí?

—Lo siento, lo siento —sollozo y cubro mi boca con mi mano. Tomo un par de respiraciones hondas para tranquilizarme—. Te estoy escuchando. ¿Qué más dijeron?

Dave suspira.

—Bueno, él tiene que apegarse a una dieta para controlar su metabolismo, tomar los medicamentos y todas las precauciones. Mamá se está abasteciendo de panfletos sobre la diabetes en este momento y creo que va a volver loco al doctor con tantas preguntas.

Sorbo la nariz y río al imaginar la situación. Que ella se preocupe así por papá me recuerda el por qué, a pesar de que me exaspera y me saca de quicio con sus ideas arcaicas sobre el matrimonio, la quiero tanto como lo hago. Siempre fue una madre amorosa y dedicada, tan solo tenemos algunos problemas de diferencia de opiniones.

—Oh, Dave, no sabes lo feliz que me hace saber esto.

—Estoy seguro de que lo sé, créeme. —Suelta un largo suspiro de, me parece, alivio—. Mierda, Jade, estos días fueron un maldito infierno. Solo podía pensar en papá, en que no lo quería ver marchitarse de esa manera. Los últimos años no han sido los mejores para nosotros. Cuando dejé la universidad y me fui de la casa, pasaron meses antes de que volviera a hablar con ellos. Creía que me odiaban por la decisión que había tomado. Luego las cosas solo fueron incómodas a pesar de que volvimos a hablar, todavía eran incómodas hasta hace poco...

»Para ser honesto, es posible que les guardara cierto rencor por el pasado cuando, la verdad, el único culpable fui yo. Por no hablar, por no ser valiente para decirles con firmeza qué era lo que quería estudiar en realidad.

—Bueno, al final lo hiciste, Dave.

—Pues sí, pero habría sido menos complicado si hubiese hablado con ellos desde el principio en lugar de dejar todo y solo desaparecer porque me estaba asfixiando.

—No vale la pena lamentarse por cosas que no podemos cambiar, Dave. Debemos tomar lo bueno de nuestros errores: la experiencia, y seguir adelante. Suéltalo ya.

Él deja escapar un muy leve suspiro.

—A veces dices cosas sabias, hermanita.

Dave me explica con un poco más de detalle todo lo referente a la salud de papá. A pesar de que el doctor advierte una pequeña posibilidad de que más adelante él deba recibir un trasplante de riñón si los suyos no responden de manera favorable al tratamiento, por ahora todos estamos más tranquilos y optimistas. Podemos manejar esto.

Jamás digas nunca [T.I.M. #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora