Capítulo 20

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Así que oficialmente hace tres días tuve lo que considero uno de los mejores cumpleaños de mi vida

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Así que oficialmente hace tres días tuve lo que considero uno de los mejores cumpleaños de mi vida. Fue un día memorable en el que, al final, Philip me llevó hasta la puerta de mi apartamento, donde compartimos placenteros besos hasta que Eve y Dave llegaron un cuarto de hora más tarde ya que le dieron un aventón a Loren y su amargado amigo primero. Entonces Philip tuvo que irse y yo me quedé con labios ardorosos y una estúpida sonrisa de la que mi mejor amiga y mi hermano se burlaron.

Y debo admitir que no me importó que me restregaran en la cara que estoy perdiendo la cabeza por Philip Daellenbach porque: a) estaba un poco ebria y b) lo que señalaron no fue nada más que la verdad.

Sería inútil tratar de negármelo a mí misma. Ya he comenzado a deslizarme lentamente por el tobogán de los sentimientos y no sé si habrá forma de detenerme cuando la caída tome velocidad. Aunque, para ser honesta, justo ahora no tengo intenciones de meter las manos siquiera. Supongo que simplemente estoy levantando los brazos y disfrutando del paseo.

Le doy un sorbo a mi café mientras me encuentro repantigada en un suave puff amarillo de esta loca cafetería a la que me arrastró Kelly cuando salimos de Tendencia. Ella está sentada en uno morado con forma de mano, con las piernas dobladas y sus dedos moviéndose habilidosamente sobre la pantalla táctil de su celular. Y Howard, a quien también se le obligó a venir, está hundido en una mullida rosquilla glaseada gigante con aspecto de no saber qué demonios hace con nosotras.

Sí, él luce incómodo.

—Entonces... ¿prácticamente nos secuestraste porque querías que bebiéramos café malo mientras nos sentábamos en estos sillones blanditos y te mirábamos enviar mensajes de texto?

Howard me mira y esboza una sonrisa. Es curioso cómo fuera de la oficina, mientras se comporta como alguien cuerdo que no folla las paredes, luce mucho más atractivo. Ese cabello dorado, ondulado y corto, los pequeños ojos verdes y los labios sonrosados en el rostro de facciones masculinas seguro han robado la atención de más de una chica en los últimos veinte minutos. Um. Si él no fuera por la vida alardeando de tener un aparato sexual súper dotado y ofreciendo un festín de orgasmos a cuanta chica conoce, lo que le hace parecer un urgido acosador, probablemente le iría mejor en sus conquistas. Un poco de buena conversación sumada a un físico agradable como el suyo serían suficientes, tal vez debería decírselo.

Kelly levanta la mirada de su teléfono con aire distraído, mira a Howard y luego a mí, y frunce el ceño.

—El café no es tan malo —asegura mientras se aparta el ya demasiado largo flequillo color rosa fuera de la cara.

—No me lo tomen a mal, pero sigo sin entender por qué mierda he tenido que venir con ustedes —dice Howard.

—¿Por qué estás siendo un quejica? —gruñe Kelly—. Quizá solo quería que vinieras para luego llevarte a follar en el asiento trasero de mi auto.

Jamás digas nunca [T.I.M. #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora