Capítulo 36

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Es pasada la medianoche cuando Dave llama para avisar que la situación con Chicle está bajo control

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Es pasada la medianoche cuando Dave llama para avisar que la situación con Chicle está bajo control. Dice que es probable que el perrito se intoxicara al ingerir alguna planta, razón por la que no dejaba de vomitar. Por fortuna ha sido tratado a tiempo y se pondrá bien con unos pocos de cuidados. Dave mencionó que le dieron las indicaciones al guardián de Chicle. Ni idea de quién sea esa persona.

Eve duerme en mi habitación desde hace media hora. Philip y yo estamos recostados en el colchón inflable, en la sala de estar. Él parece muy aliviado cuando termino de hablar con mi hermano, pero no podemos comentarlo porque recibe una llamada de, supongo, el guardián de Chicle. En cuanto termina la llamada, le ofrezco una mirada que pide explicaciones.

Él se arrastra hasta ubicarse sobre mí. Se acomoda entre mis piernas, con los codos hincados en el colchón, a mis lados, de modo que nuestros rostros quedan a la misma altura.

—¿Estás enfadada?

—Estoy intrigada, en realidad.

—¿Por el hecho de que Chicle no está donde creías?

Mi frente se arruga mientras lo escucho hablar.

—Nunca te lo pregunté, yo solo asumí que estaba en la casa de tus padres. Y no es eso lo que me intriga, la verdad.

—¿Entonces?

—Tu reacción, Philip. Eso no fue normal. Parecías ansioso y culpable... ¿Vas a negarlo?

Niega con la cabeza.

—Lo siento.

—Está bien —ruedo los ojos—. Pero ¿puedo saber por qué? ¿Cuál es el misterio? ¿De quién es esa casa?

Philip toma una profunda bocanada de aire y clava su mirada en un punto por debajo de mis ojos.

—La casa es... mía.

—¿De... acuerdo? Ahora estoy más confundida. ¿Qué tiene de malo que tengas una casa? No lo entiendo.

—Bueno, nada malo realmente. Solo es una casa como cualquier otra. Pero no te había hablado de ella, no lo sé... No voy mucho allí. Y estaba muy preocupado y estresado por la salud de Chicle... Agh... —suspira y tira de su cabello con una mano—. De verdad no sé qué decirte, mujer. Supongo que soy un idiota.

Llevo mis manos a los lados de su rostro y sujeto sus orejas. Le doy una sonrisa de labios unidos mientras lo estudio con la mirada y decido que no hay que hacer un gran drama por esto.

—Bien. Supongo que está bien. Tendría que preocuparme si no fueras idiota de vez en cuando. No podías ser tan perfecto.

Él se inclina y atrapa mis labios con los suyos en un corto beso.

—Ya te dije que no soy para nada perfecto.

—Pues daba la impresión...

—Tonterías. —Vuelve a presionar su boca contra la mía—. ¿Te quedas a dormir conmigo?

Jamás digas nunca [T.I.M. #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora