Capítulo 19

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Celeste no volvió a llamar a Damián. Ni al día siguiente. No obstante, no podía dejar de pensar en el hecho de que una chica ―una chica con voz sexy, cabe acotar―; había contestado su celular. Pensamientos de esa chica con Damián le venían a su mente cada minuto. Y se estaba mintiendo a sí misma, diciéndose que no le importaba nada. Pero la verdad era, que no había dejado de pensar en Damián. ¿Tan rápido la había cambiado por otra?

"Menos mal que me ama", resopló ella en su mente.

―Celeste, cariño. ¿Me pasas la salsa Barbecue? ―se escuchó la voz de Marcos, pero Celeste ni se inmutó. 

Ella sólo se encontraba perdida en algún rincón de su mente y siguió perdida, hasta que un fuerte pitido sonó en su oído izquierdo. Su reacción fue, por supuesto, saltar de su asiento y sentir que su corazón latía a mil por hora. Miró a su madre que se encontraba a su izquierda con acusación al ver que llevaba en sus labios, un silbato amarillo.

―Lo siento, cariño. Sólo fue un impulso ―respondió esta, con una sonrisa falsa de inocencia.

―Un impulso...

―Bueno, un impulso y también que tu padre te hablaba y lo estabas ignorando. Y yo amo a tu padre. También a ti. Pero oye, él es el que me calienta por las noches y...

―¡Oh, mamá! Por favor, no.

Su madre rió y ocupó su lugar en la mesa campestre. Estaban en la orilla de un lago, en un día familiar. Comían parrilla, hecha por el padre de Celeste. Estaban algunos parientes de Marcos. La única familia de Kiara eran Celeste y su esposo. Y claro, la familia de este. Kiara había quedado huérfana a temprana edad siendo hija única. Nunca conoció otro familiar.

Luego de comer, se dispusieron a jugar Voleibol. Cosa que a Celeste se le daba fatal. Pero la ayudó a alejarse un poco de sus pensamientos. Extrañaba a Carolina. Siempre la acompañaba en esos paseos, pero esta vez se fue de excursión con Carlos. Abandonada por sus dos mejores amigos. Le hubiera gustado que Damián estuviera allí, pero de seguro estaba retozando con una chica con voz sexy.

De repente, Celeste sintió un dolor en su cabeza y la vista se le nubló un poco, cayó hacia atrás sobre su trasero. Esta vez no había sido su madre. Había sido una prima lejana que estaba en sus treinta y tantos años, que hizo un saque. Y lamentablemente la trayectoria del balón fue directo a la cabeza pensante de Celeste.

―Oh, cómo lo siento Celeste. Yo no quería... ―dijo, la prima acercándose a Celeste y con cara de consternación.

―No te preocupes, Enriqueta. No pasa nada ―contestó ella, a la preocupación de su prima, sobándose el chichón que le comenzaba a salir en su frente.

―No te preocupes, chica. Que esta niña como que anda en otra dimensión hoy... Creo que es por Damián, ¿sabes? ―se escuchó la voz de Kiara.

Celeste rodó sus ojos. Su madre era una lenguaraz (a Celeste no le gustaba la palabra chismosa).

―¿Damián? ―escuchó que preguntaba Enriqueta.

―Es un chico del que está enamorada. En un bombón. Pero esta hija mía es una cabezota... Y...

Celeste dejó de escuchar. Sabía que Kiara le contaría toda su vida a la prima y no podía pararlo. Suspiró y se levantó, ya que madre y prima se alejaron para cuchichear acerca de su vida. Los demás se habían alejado para realizar actividades de pesca. ¿Y el hecho que había sido golpeada, por un balón? Quedó en el olvido. Tenía arena por todas partes. Buscó una bolsa, la llenó de hielo y se la puso en la frente. Pero de nada sirvió. Mañana tendría un hermoso color morado allí. Parecía que tenía un imán para los golpes.No había nada que el maquillaje no cubriera.

Reconstruyendo tu corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora