―Bien chicos, acá tienen las pinturas. Pueden elegir cualquier lienzo que gusten. Por aquel rincón están los pinceles de diversos tamaños. Espero que la pasen bien.
Damián y Celeste sonrieron a la chica de cabello rosa que les explicaba todo el asunto de Pintura libre y asintieron. Celeste recorrió el lugar con la mirada mientras la muchacha desaparecía por una puerta. Era un sitio estilo taller. Había pinturas sin terminar por todos lados. Algunas terminadas y muy hermosas. Frente a ella veía lienzos en blanco de varios tamaños. En seguida sus manos picaron por tomar pinceles y pintura de todos los colores y meterse en ello. Le entró entusiasmo puro, sintió satisfacción en todo su cuerpo. Miró a Damián para darle las gracias por haberla llevado hasta allí, sólo para encontrarse con sus ojos azul celeste mirándola con intensidad.
―Eres hermosa. Cuando estás feliz, aún más.
Celeste se sonrojo enormemente con su cumplido. Se acercó a él y rozó sus labios con los suyos.
―Gracias por traerme. Me encanta ―le dijo en un susurro.
―Bueno, espero que hagas un trabajo estupendo porque sinceramente yo no sé dibujar ni una nube. ―Ella rio.
―Empecemos.
Damián eligió un lienzo pequeño, puesto que pensó que no desperdiciaría uno grande en sus lamentables cualidades. Celeste en cambió escogió un lienzo mediano. Se acercó a él, lo analizó un rato. Miró las pinturas por un momento y no lo pensó. Simplemente se dejó guiar por sus instintos, por sus sentimientos en ese momento. Agarró pinturas y sólo comenzó a mover la brocha sobre el lienzo. Sintió su corazón acelerarse. En ese momento, no había más nadie. Sólo ella y el arte. Sólo ella y sus emociones. Sólo ella y su amor no admitido. Solo ella y su ser. Allí, rodeada del olor a pintura fresca, madera y de Damián, se dio cuenta que ella quería ser una artista. No le importaba si sería pobre, si no tenía fama. Solo quería ser apasionada en su trabajo.
Damián la miraba impresionado, encantado, admirado. Celeste realmente se veía hermosa. Tenía manchas de pintura en su mejilla de cuándo sin querer apoyaba el pincel y se paraba a pensar. Tenía el ceño fruncido en concentración. Sus ojos brillaban. El sentía que era como ver una danza, el movimiento de sus manos, de sus caderas. Miró lo que él había pintado y sonrió. Tenía un dibujo de esos que hacen los niños en preescolar con mamá y papá agarrados de la mano. Sólo que no eran mamá y papá, eran él y Celeste. Atrás de ellos había una casita con una ventana y una puerta. Decidió que haría un árbol.
―Terminé ―dijo Celeste después de un momento.
Volteó a ver a Damián y le sonrió. Él pintó la última hoja de su árbol y miró la pintura de Celeste y pronto se quedó sin aliento. Era un remolino de colores, una pintura algo abstracta pero el sintió todo lo que Celeste quería expresar en ella. Era la historia de dos amantes. Se veían matices de azul y marrón. Algunos flashes de rojo. Hablaba de pasión, locura, amor y dolor. Felicidad y tristeza.
―Celeste, eso es...
Ella tenía una sonrisa inmensa. A pesar de que no le importaba la opinión de la gente en cuanto a su arte, porque cada quién tenía su manera de interpretarlo. Para ella en el arte, todo era relativo por eso sólo le importaba su propia opinión. Pero le importaba lo que pensaba Damián. Quería que él viera lo que quería transmitir.
―¿Te gusta?
―¿Gustarme? Eres una genio, dulzura. No puedo creer que te privaras de ello. Esto es... Sólo es... Wao.
―¿En serio? Gracias. A ver el tuyo.
―No te burles.
―Yo no me...
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Reconstruyendo tu corazón
Novela Juvenil“- Me vuelves loco – dijo Damián exasperado. - Y ¿qué piensas hacer al respecto? – contestó Celeste cruzándose de brazos y arqueando una ceja. Damián la miró fijamente, dio un suspiro, se acercó a ella, demasiado cerca. Acunó su rostro con las manos...