Capítulo 1

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―¡Despierta! ―gritó alguien cerca, demasiado cerca, del oído de Celeste. "¡Oh Dios mío!" pensó ella mientras se sentaba rápidamente en su cama con el corazón en la boca y los ojos como platos.

 ―Relájate ―se susurró a sí misma―, sólo fue un sueño ―"un mal sueño", se tocó aquella parte de su cuerpo donde sentía su corazón acelerado, cerró sus ojos castaños oscuros, dio un largo suspiro y se obligó a relajarse. Dirigió su mirada a la causa de su recién empezado dolor de cabeza y la miró interrogativamente.

―Oh cariño, lo siento. No quise despertarte de esa manera ―le dijo su madre con falsa dulzura. Celeste arqueó una ceja. Su madre rio y le dijo

―El desayuno te espera ―se dirigió a la puerta de su habitación pero antes de salir, se volteó de repente―. ¡Hoy es tu primer día de clases!, ¿por qué no estás emocionada? ―suspiró―, extraño mi adolescencia ―dijo con añoranza, le dirigió una mirada dura―. Chicos, recuerda que existen los chicos, no los olvides.

―¿Qué?, ¿qué chicos? ―dijo Celeste confundida, realmente a veces pensaba que su madre, Kiara, tenía un serio trastorno de la personalidad. La mitad del tiempo no sabía de qué rayos hablaba su madre, y eso era mucho decir.

―Consíguete un novio ―le dijo, y salió y cerró la puerta de su habitación.

Celeste rodeó los ojos, ¿qué clase de madre le dice a su hija ―su única hija― que se buscase un novio? La de ella, por supuesto. Pero ella sabía que su madre tenía sus razones. Quizás tenga razón, debía buscarse un novio. Suspiró por segunda vez y se regañó a sí misma "deja de suspirar, no te queda". Se levantó de su cama, entró al baño y se duchó rápidamente. Antes de salir se miró al espejo, sus ojos se veían extrañamente apagados "estúpido sueño", siempre soñaba lo mismo. Su cabello negro, lacio y ligeramente corto brillaba hermosamente, por lo menos algo brillaba.

 Se vistió en menos de 20 minutos y bajó a desayunar. Su padre, Marcos, estaba sentado en la mesa, con periódico en mano mientras su madre le servía deliciosos panqueques, Celeste realmente  amaba de una forma bastante literal, los panqueques.

―Quiero tres, mamá ¿sí? ―dijo Celeste, y aleteando sus pestañas hacia su madre, mientras se sentaba en la mesa―. Buenos días, papá, ¿qué tal amaneciste?

―Muy bien cariño ¿y tú? ―le contestó su padre.

 ―No me quejo ―y se encogió de hombros.

―Ehmm Cele, una pregunta así un poco inesperada ―dijo Kiara, mientras le servía sus panqueques. Celeste la miró interrogativamente―. ¿Eres virgen?

― ¡Mamá! ―gritó Celeste avergonzada y con la cara roja.

―Oh por Dios Kiara, me voy de aquí no quiero escuchar ―dijo Marcos, levantándose de la mesa.

―¡Pero debemos saber Marcos! Digo, yo la perdí a los 17...

―Lalalalala, ¡Mamá no quiero saber! ―dijo Celeste tapándose lo oídos. Nunca, jamás quería escuchar a su madre de sus hazañas sexuales ¿quién querría tener esa clase de información de su madre?

―... Y fue con tu padre, por supuesto. Pero tu estuviste ¿cuánto? Como 3 años con Die...

―¡No digas su nombre! ―gritó Celeste y con los puños apretados sobre la mesa y con lágrimas no derramadas, susurró bajito y con tristeza―, por favor no lo digas.

Su madre la miró con tristeza.

―Celest...

 ―Me voy ―dijo saliendo rápidamente de la cocina, agarró su mochila del mueble de la sala y se marchó al Colegio en su Chevrolet Camaro de 67 color verde, le encantaba el color verde... Era el color de los ojos de él...

Reconstruyendo tu corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora