Capítulo 21

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Celeste se estaba aplicando una capa de brillo en sus labios cuando escuchó a su madre llamándola. Imaginó que Damián había llegado, pues era el día de la boda de Héctor y Lisa. Llevaba un sencillo vestido tipo coctel de color morado sin mangas y en forma de corazón, el evento sería tipo semi formal. Antes de salir, se miró al espejo para verificar que no le faltaba nada y notó que no tenía puesto los zarcillos. Se acercó al cofre que tenía sobre la peinadora, allí guardaba los accesorios más bonitos para momentos como ese. Buscando los zarcillos adecuados, se topó con el anillo que Diego compró para ella. Frunció un poco el ceño, se había olvidado de él.

Sintió un toque de nostalgia. ¿Qué podía hacer con aquel anillo? ¿Venderlo, usarlo, regalarlo, guardarlo por siempre? Ninguna opción le parecía la acertada. A pesar de todo, Diego la había hecho feliz. Con él había crecido, había pasado de ser una niña de cabello largo que usaba colas altas a ser una adolescente con las hormonas revueltas y algo de acné en el rostro. Decidiría qué hacer con el anillo luego.

Escogió un par de zarcillos con cristales de fantasía y salió.

―Oh cariño, te ves hermosa ―comentó Kiara en cuanto la vio.

―Gracias, mamá. Tú estás estupenda.

Ella llevaba un vestido sencillo color azul rey. Le quedaba estupendo ese color, su cabello negro y rizado caía en cascadas sobre sus hombros. Celeste siempre quiso tener el cabello como su madre, en cambio tenía el de Marcos, negro y lacio.

Volteó a ver a Damián, y el impacto de su visión le quitó un poco la respiración. Se veía tan guapo. Él llevaba un traje blanco con negro y en vez de una corbata, llevaba un corbatín. Le regalaba una sonrisa, y la miraba con tal intensidad que sus ojos azules tenían un brillo resplandeciente. Celeste se ruborizó, esperaba que sus padres no se dieran cuenta de la mirada de él, o sabrían que pensaba no precisamente en una boda. Sus pensamientos tenían más que ver con besos, caricias y piel desnuda, e involucraban a Celeste en cada uno de ellos.

―Te ves... ―dejó la frase al aire.

―Gracias. Estás guapísimo.

La sonrisa de Damián se amplió unos milímetros más.

―Oye, muchacho ―dijo Marcos, acercándose a ellos. Llevaba un traje gris―, compórtate.

A fin de cuentas, sus padres no eran idiotas y Damián no sabía disimular muy bien.

―Sí, señor ―contestó él, pero su mirada sólo se apartó de Celeste cuando llegó el momento de salir.




La boda estuvo hermosa. Lisa era una chica tan dulce que Celeste se cuestionó haber tenido pensamientos tan negativos acerca de ella. Era toda amabilidad y suavidad, no concordaba con su aspecto de chica sexy y mala. Comprobó una vez más que no se debe juzgar un libro por su portada. Héctor, el hermano de Damián, estaba radiante de felicidad y nadie lo podía culpar. Su reciente esposa era verdaderamente admirable en todos los sentidos.

A pesar de que Celeste y Damián estaban disfrutando el momento bailando, comiendo y riendo, hubo ciertos momentos de incomodidad. Varias personas, incluyendo primos, tíos, conocidos, etc., sobre todo por parte del papá de Damián; se habían acercado a ellos con la misma pregunta.

"¿Tú no eras la novia de Diego?"

Lo que por supuesto, causaba un silencio incomodo, y terminaba con Celeste asintiendo y Damián frunciendo el ceño. Ella trató de quitarle hierro al asunto y disfrutar de la velada, pero a él le quedó cierto sabor amargo en la boca. Sin embargo, Damián decidió no estropear la noche a ambos.

Reconstruyendo tu corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora