Capítulo III

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Por supuesto, Hera no quería darme una oportunidad. Quería dejarme en ridículo en frente de todos o al menos eso me parecía a mí. Además, que no me parecía usurpar un cargo del que yo no era la sellada.

—Creo que es un honor que no merezco —dije saliéndome por la tangente.

—Vaya, hasta que dice algo sensato —se mofó Ares.

Lo mire con molestía. Después miré a Apolo, curiosamente ahora era mi mejor aliado. Y obtuve lo que quería, un asentimiento.

— Aunque, me temo que no quiero desagradarla, señora Hera —dije maliciosa—, hare lo que usted disponga —agregué con mi mejor cara inocente.

Apolo no podía contener la risa al verme tan sumisa. Poseidón me veía ceñudo y también a Apolo, Zeus miraba con curiosidad a Apolo y con un leve rostro confuso.

—No puedo decidir eso, sólo era una sugerencia —dijo ella, pues no esperaba que yo aceptara, al menos eso me pareció en el momento.

Los dioses se miraron entre sí.

—No tengo ningún inconveniente, ¿Artemisa? —abordó a votación el tema Apolo mirando a su hermana.

—Estoy de acuerdo, si en algún momento resulta ser la elegida tendrá que saber a lo que se enfrenta —accedió asintiendo insegura— ¿Poseidón? —preguntó ella haciendo presión por la mirada de su gemelo.

—Estoy con Artemisa —dijo con simpleza, aunque algo en su rostro me decía que no estaba contento conmigo.

—También me parece pertinente —se sumó Zeus.

Hera miró alrededor del salón.

—Vaya, cuatro de doce —observó Hera—, ¿nadie más?

—Agrego mi aprobación —murmuró apenas audible Hades.

— ¿Por qué... —comenzó Poseidón.

—No es asunto tuyo, hermano —respondió tajante—. Pero yo solo quiero ver el mundo arder.

Los dioses parecían haber terminado de decidirse hasta que Afrodita pareció inquieta.

—Umh... —dio un suspiro pensando, pero entonces algo debió haber hecho ¡clic!... en su mente pues casi da un brinco en su silla.

—Estoy dentro —dijo con voz cantarina como si estuviera en Shark Tan.

Hera rodó los ojos hacia Afrodita.

—Siete de doce y doy por cerrada la contienda —decidió Hermes—, estoy del lado de Percy y sé que lo defenderás con las uñas —me dijo con una sonrisa.

Asentí agradecida. Dionisio, Ares y Hera rodaron los ojos. Atenea y Hefesto se mantuvieron al margen de la situación.

—Que ternura, Hermes, me conmueven-murmuró Ares sarcásticamente. Igual de insoportable que su hija.

Hera dirigió su mirada juzgadora hacia mí.

—Estando las cosas como están, puedes co-intervenir en la junta pero... —recalcó esta última palabra—, cuida lo que dices —amenazó.

Asentí automáticamente.

—Ahora bien, Perseus está viniendo a Miami ahora, y Luke está yendo hacia allá para quitarle el vellocino, no podemos intervenir pues ambos son hijos de dioses presentes y podríamos causar una guerra si nos ponemos de bandos distintos —explicó Zeus—, pero como Hera sugirió, ella fungirá como una auténtica protectora —agregó mirándome .

Ahora todas las miradas cayeron en mí.

—Creo que deberíamos acabar con Luke ahora que se puede combatir —dijo Ares—. Unos truenos, un huracán, algo de dinamita y... ¡Ka-boom! —dijo haciéndome recordar a Rico de los Pingüinos de Madagascar.

Hija de Mar y Tierra |ApoloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora