Capítulo XXI

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Ese día hubo grandes pérdidas, poco a poco los campistas se iban despidiendo de los cadáveres de sus hermanos y amigos.
A la mayoría de los muertos sólo los conocía de vista. Pero uno me llamó la atención, Lee Fletcher, hijo de Apolo.

También se llevaba a cabo la audiencia de Grover quien era acusado de sacrilegio por decir que Pan había muerto.


— ¡Votemos! —exigió Sileno—. ¿Quién va a creer, además, a este joven y ridículo sátiro?


— ¡Yo! —exclamó una voz conocida.

Todos nos volvimos. Cruzando la arboleda a grandes zancadas, apareció Dioniso.

—Pero, ¡mi señor —protestó Sileno—, son sólo sandeces!

Los ojos de Dioniso relampaguearon con un brillo púrpura.

—Acabo de enterarme de que mi hijo Castor ha muerto, Sileno. No estoy de humor. Harías bien en seguirme la corriente.


Tras esto Grover volvió a contar su historia y al final resultó que el concejo se disolvió. Al menos, Grover no resulto perjudicado. Todo el problema era que un dios milenial llamado Pan, al que los sátiros habían buscado por mucho tiempo, había muerto. Un dios había muerto. Y nadie le creía a Grover, a excepción de quienes estaban con él en el laberinto y al parecer también Dionisio.

***


Antes de la hora de la comida me colé entre la gente hasta llegar a Nico Di Angelo, ese mocoso me debe una buena explicación.
Me miró y automáticamente sus comisuras se elevaron.


— ¿Por qué te ríes, niño? —pregunte haciéndome la dura—, ¿crees qué es divertido hacer preocupar a la gente que te quiere? —le pregunte molesta.


—Sí, siento haber huido, pero... no supe cómo manejarlo... —admitió apesadumbrado.

Eso bajo mis defensas.


—Lo sé, cariño. Pero cuando tienes un problema no puedes huir porque siempre termina alcanzándote —le explique.

El asintió.


—En ese momento no lo sabía —dijo. Me miró y sonrió levemente—, serás una buena protectora.

— ¿De qué hablas? —le pregunte confundida.

Él se encogió de hombros.


—Los muertos a veces me cuentan cosas —dijo con aire misterioso y se perdió en el bosque.

Solo lo vi alejarse. Sabia, por lo que me había contado Percy después de la batalla, que Nico había pasado por muchas cosas haya abajo, en el laberinto. Cosas que iban desde descubrir solo que era hijo de Hades, hasta invocar muertos y espíritus malignos. Había estado bajo el dominio psicológico de un ente malvado.

—Un chico interesante —murmuro una voz detrás de mí.


—Sí, y muy misterioso —dije asintiéndole a Percy.


— ¿Qué esperas para ir al anfiteatro?


—No quiero ir —dije con un puchero.


— ¿La niña pequeña no quiere ir? —pregunto desordenando mi cabello.


—Basta —dijo empujándolo.


—No aguantas nada —dijo empujándome mientras caminábamos al anfiteatro.

Después de unos segundos de caminar por la vereda, pregunte:


— ¿Qué tanto paso en el laberinto?

Hija de Mar y Tierra |ApoloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora