CAPÍTULO 18. Pellas

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Natalia

Todo es tan raro

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Todo es tan raro.

Estar sin David es tan sumamente raro que siento un vacío enorme en el pecho. Es un niño atrapado en el cuerpo de un adolescente y echo de menos el simple hecho de que me cabree, que me chinche, que juegue conmigo a pelearse, que no pare de hacerme cosquillas... Soy una idiota por echarle de menos, ¿pero cómo no voy a hacerlo después de tantos años junto a él?

—Y luego venía por aquí y... ¿Nat me estás escuchando? —oigo a Jorge pronunciar mi nombre, su voz es la que consigue sacarme de mi pequeño trance.

—¿Qué? ¿Decías algo? —pregunto confusa.

Estaba tan sumida en mis pensamientos y con la mirada fija en mis pies que ni le estaba escuchando. Levanto la mirada y la fijo en la suya.

—Te estaba contando el nuevo encontronazo con Ángela, ¿es que no me has estado escuchando? —pregunta.

Jorge mira al techo y da un largo suspiro.

Seguramente este cansado de mis idas y venidas. Llevo un par de días ausentes, días en los que ni yo misma me reconozco.

—No, lo siento... —me disculpo.

Avergonzada miro hacia otro lado que no sea hacia él.

—No pasa nada.

Por unos segundos nos quedamos en total silencio. Los silencios que se hacen presentes entre él y yo no se me hacen para nada incómodos. Jorge es un chico que sabe dejarte el espacio mecesario para pensar, y eso es una de las cosas que me gusta de él.

Giro la mirada hacia donde normalmente en los descansos entre clase y clase el grupo de David se reune. Elena está entre los brazos de Yoel, al fin son novios oficialmente. Me apiado de Yoel por lo que le va a tocar aguantar estando con ella, sobre todo me apiado de él por la obsesión que tiene ella con la moda. A veces incluso llega a deprimirse por la ropa. Julio y Luis fuman a escondidas para que los profesores no les vean y evitar así la expulsión del centro, y David se encuentra charlando animadamente con Vir, con la que menos esperaba que volviese a hacerlo. Siento una punzada de dolor en mi pecho. No puedo volver a verles juntos, no ahora.

—Jorge el timbre esta apunto de sonar ¿nos vamos?

Él asiente con la cabeza y me sigue.

En cuestión de segundos el mencionado timbre suena y todos los alumnos nos dirigimos a nuestras correspondientes aulas. Quedan tres horas de clase, tres horas infernales, tres horas para volver a casa y aún no le he dejado las cosas claras a David. Soy muy cabezota cuando me lo propongo y este asunto no ha quedado zanjado. Necesito saber el por qué de su comportamiento y el por qué supuestamente se encuentra confundido desde que aquella noche nos besamos. Prometimos que nada cambiaría en nuestra relación, pero estaba claro que esa promesa ya estaba rota nada más prometerla, porque al menos yo sabía o presentía que nada volvería a ser lo mismo.

La primera vez con mi mejor amigo.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora