Capítulo 29. Diferencias

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Natalia

Han pasado un par de semanas, lo que todo ello ha significado agobios, exámenes y más exámenes de final de trimestre antes de irnos de viaje a Londres. Por una parte me siento nerviosa por viajar, que es otra de las cosas que me ha estresado en estas últimas semanas pensando que debo echar en la maleta y que debo dejar en casa para no cargar con todo ni pasarme del límite de peso máximo establecido. Me gusta tenerlo todo preparado al menos unos tres o cuatro días antes de partir, pero parece ser que está vez no es la ocasión, ya que estoy sin nada en la maleta. Está vacía por completo encima de la cama esperando a ser rellenada. Por otro lado también estoy nerviosa porque nunca he viajado en avión, sinceramente me da pánico que llegue el día, y a veces pensándolo mejor me tenía que haber negado a asistir a esta excursión. Lo bueno de todo esto es que va a ser una experiencia más. Conocer otro país, otra lengua, otros lugares, ver caras nuevas... Al fin y al cabo no es tan malo como parece.

En estas semanas también he recibido varios mensajes de David, quien ha intentado acercarse para hablar las cosas conmigo un par de veces, pero finalmente se arrepentía de ello siempre que iba a intentarlo. Acababa dando media vuelta girando sobre sus talones y dándome la espalda.

Está claro que yo no voy a ir buscarle.

El último mensaje que recibí de él fue uno en el que decía que deberíamos de hablar antes del viaje para solucionarlo todo y no estar con malos rollos. No le contesté, me sentí mal por ello pero él podría haberse acercado en definitiva a mí cuando tantas veces lo ha intentado antes. En clase, en los recreos e incluso en los cambios de clase, y no lo ha hecho.

Ahora me encuentro frente al armario, mirando este una y otra vez pensando que echar a la maleta. Lo único que veo son trapos y más trapos. Sólo son unos cuantos días, tampoco es que tenga mucho que pensar pero en estas ocasiones una se piensa bien que es lo que debe de llevar y que no, que cosa le va a ser útil y cual no. Así que con el móvil en mano voy mandando mensajes a Elena. Ella ya ha acabado de hacer la maleta. Le he preguntado qué es lo más útil que podría echar y ella me ha contestado sin pelos en la lengua:

Condones.

Cuando el móvil vibra de nuevo sobre la palma de mi mano doy un brinco al no esperármelo e incluso el pulso se me acelera. Seguramente es ella, así que sin mirar lo cojo.

—Elena no tengo ni idea de qué es lo que debo echar en la maleta. Está claro que la ropa interior va de cabeza, así que a eso no hace falta que me lo contestes gracias —contesto soltando una pequeña carcajada.

Pasan como tres segundos y Elena no responde tras o línea.

—¿Elena? —agarro el teléfono de manera que queda apoyado contra la oreja derecha y mi hombro derecho, para así conseguir dejar libres ambas manos y sacar un par de blusas del armario.

—Nat... —murmura una voz grave, esa voz grave que tanto conozco.

No es Elena. Es una voz grave que conozco muy bien, de chico y de nombre David.

—Podemos... —se piensa eso de seguir hablando, ya que deja de hablar y oigo su respiración tras el altavoz—. ¿Podemos hablar? —pregunta cuando se decide por volver a hablar. Diría que incluso esta... ¿Nervioso se podría decir?

El corazón golpea con fuerza sobre mi pecho al oír sus palabras. No creo que este lo suficientemente preparada para volver a enfrentarme a él y a sus habladurías.

—No, no porque... —balbuceo como estúpida, necesito inventar algo.

Mi vista se queda clavada sobre un punto fijo, la maleta.

—Estoy, estoy haciendo la maleta. Lo siento, adiós —una excusa lo bastante barata y creíble.

Aunque pensándolo mejor no es ninguna excusa es la verdad.

La primera vez con mi mejor amigo.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora