Capítulo 27. Tenemos que hablar

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Natalia

Días, varios son los días desde que exactamente David y yo no hemos vuelto a dirigirnos la palabra, ni la mirada. A estas alturas si hubiese sido otra situación como las anteriores, o incluso ya ni siendo las anteriores situaciones dónde estaba completamente ciega. Siendo así ya hubiese ido a buscarle, arrastrándome por él pero ahora ya sí que no. Todo esto ha llegado a un punto en el que no voy a perdonarle tan fácilmente, ni voy a ir a buscarle como tantas de las veces lo he hecho. Este punto que acaba de alcanzar es mi topé y él ha conseguido incluso traspasarlo. No voy a ir a buscarle dejando de lado mi orgullo y mi dignidad esparcidas por algún sitio como muchas veces ya han quedado.

No me voy a arrastrar más.

Hemos tenido la semana completa de exámenes, y a decir verdad tampoco me he acordado mucho de la situación que me rodea. No daba de mí misma para estudiar, y a duras penas me daba para respirar pero sí que alguna que otra noche cuando me he acostado me he acordado de él y de lo insensible y manipulador que puede llegar a ser, y también de lo tonta y ciega que he estado durante todo este tiempo.

Cuando el timbre de clase suena todos se levantan de sus correspondientes asientos para entregarles el examen al profesor, pero como siempre yo soy la excepción de clase y sigo escribiendo unos segundos más que mis demás compañeros. Siempre trato de aprovechar al máximo hasta los últimos segundos que me concede el profesor mientras recoge los exámenes de los demás, y así intentar hacer de mi examen que este perfecto, tanto como para sacar una buena nota y conseguir en este curso una buena beca como para asistir a una buena universidad donde poder estudiar el año que viene.

—Natalia el examen —me exige el profesor delante del pupitre. Me espera de brazos cruzados, creo que ya está cansado de tener que esperarme siempre que se trata de sus exámenes.

Echo un ligero vistazo a mí alrededor y ya todos han abandonado la clase. Dejo el bolígrafo a un lado, examino que lleva el examen el nombre puesto y se lo entrego de una vez.

Recojo mis pertenencias y salgo del aula, donde al hacerlo encuentro a Jorge, Elena y Yoel apoyados contra la pared del pasillo esperándome para ir juntos al recreo. En esta última semana siempre he acabado yéndome con Elena y Yoel de sujeta velas, claro está, y otras veces me he ido con Jorge para estudiar en la biblioteca unos pocos minutos antes de los exámenes que teníamos después de este, pero nunca me he atrevido a preguntarle a Elena y a Yoel que si no les importa que Jorge nos acompañe y se quede con nosotros como si fuese uno más de los nuestros.

—¿Te vienes o te vas? —pregunta Elena señalándose a sí misma y luego a Jorge.

—¿Puede venir Jorge con nosotros? —sugiero decidida.

Elena mira a Yoel, Yoel la mira a ella y luego me miran a mi nuevamente.

—¡Claro que sí! —exclama Yoel.

Este le da un par de golpes a Jorge sobre la espalda y echándole un brazo por encima de sus hombros empiezan a caminar a la par.

Elena y yo caminamos justo detrás de ellos. Parecen hablar animadamente sobre temas de chicos, lo que viene a ser principalmente el fútbol, y para que mentir no esperaba esa faceta de Jorge, es decir, el que le guste el fútbol a alguien como él que lo único que parece gustarle es el leer y pasar el rato con sus amigos. Jorge es alguien muy sociable y alguien fácil con el que poder entablar una conversación, y también diría que es alguien en quien poder confiar.

—¡Dios sí! —grita Yoel llevándose las manos a la cabeza mientras se sienta en el banco al que acudimos cada recreo—. Eso fue un golazo —concluye.

—Y que lo digas —acuerda Jorge con él— Para mí que uno de los mejores de todo el mundo.

Elena se sienta entre las piernas de Yoel, dejándome a mí al lado de Jorge que es el culpable de nuestra separación.

La primera vez con mi mejor amigo.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora