CAPÍTULO 22. Es mono

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Natalia

—No me digas que de verdad le has perdonado —murmura Jorge a mi lado con ambas de sus manos sobre su cabeza

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—No me digas que de verdad le has perdonado —murmura Jorge a mi lado con ambas de sus manos sobre su cabeza.

Retiro mi vista de la suya, lo que hace que le dé la respuesta a su pregunta de inmediato.

—No me lo puedo creer —bufa—. ¿Cuánto queda para volver a entrar?

—Apenas han pasado diez minutos —digo mirando el reloj que llevo puesto en la muñeca derecha.

—Y otra cosa que no me puedo creer que yo, o sea, yo esté aquí fuera de clase, en medio del pasillo como si hubiese hecho algo malo en esta vida.

—Lo has hecho —digo con tono burlón apuntándole con mi dedo índice.

—¿Qué? —pregunta frunciendo ceño.

—Sí, no parabas de dar la lata con los papelitos.

—¡Por tú culpa! —grita y rápidamente tapa su boca—. ¿Me lo vas a contar ya? —insiste.

Pongo los ojos en blanco. Jorge no tiene remedio alguno, parece que no va a parar de preguntar hasta que le cuente el cómo, cuándo y el por qué de mi perdón pero es de lo más razonable. David es mi mejor amigo desde la infancia y la pelea fue demasiado absurda por unos simples celos, aunque no fueron celos sólo, si no el sentirme traicionada.

—Vino a casa como bien ya sabes, me pidió perdón... —comienzo a contarle.

—Y le perdonaste a la primera —chasquea sus dedos como si hubiese averiguado la respuesta, lo que no sabe es que se ha equivocado.

—Me hice un poco la dura ¿sabes? —achino mis ojos, fulminándole con la mirada.

—Sí, sí... —suspira poniendo los ojos en blanco.

Dejo reposar mi cabeza sobre su hombro.

—Jorge de todas maneras David es mi mejor amigo —gruño.

—Sí, tu mejor amigo y le perdonarías hasta lo imperdonable porque estás locamente enamorada de él porque David es un Dios, porque amas a David, porque todas babeáis por los tíos cachas de este maldito instituto —dice él con tono burlón mirándome de reojo, siento su mirada fija en mi.

—¡No es eso! —bufo molesta.

Me separo rápidamente de él y le doy un juguetón golpe sobre el brazo. Sé que Jorge no dice estas cosas con mala intención.

—Claro que lo es —dice con una sonrisa tierna llevándome la contraria.

—¡No! —grito dándole otro puñetazo juguetón en el hombro.

Ese grito es cortado debido a que la palma de la mano de Jorge se encuentra taponando mi boca.

—El sargento —susurra con lentitud girando la cabeza hacia la puerta de clase.

La primera vez con mi mejor amigo.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora