Capítulo 28. Jorge tú eres...

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Natalia

Cuando suena el timbre sé que es él. Abro la puerta y lo primero que encuentro es a Jorge con una bolsa alzada, de manera que le tapa la cara. Le conozco ya también como la palma de mi mano. No podría ser otra persona que no fuese él, más que nada porque lo he calculado por la puntualidad con la que ha llegado.

—Hola cara de bolsa, ¿has traído lo necesario? —preguntó tratando de sonar chistosa, aunque creo que realmente no lo consigo.

—Creo que sí señora —responde en tono formal y al fin deja caer su brazo para dejar al descubierto su cara acompañada con una sonrisa.

Me aparto de la puerta para dejarle paso y que pueda entrar. Una vez que entra me dirijo hacia la cocina con él detrás de mí. Sus pasos son pesados y lentos.

—Chocolate, galletas, natillas... —escuchó el traqueteo de la bolsa mientras va nombrando cada una de las cosas que parece traer, más bien lo que le mandé a comprar para hacer lo que él quiere—. Y te voy informando de que soy un desastre en la cocina.

Deja la bolsa sobre el poyete y se apoya contra este dejándose caer sobre él. Atrapo un delantal de sobra que tengo y se lo lanzó justo después de ponerme el mío. Jorge lo atrapa al vuelo, aunque estuviese un poco distraído ha conseguido atraparlo y me mira extrañado frunciendo el ceño con este en mano.

—¿Me vas a hacer ponerme esto? —pregunta alzándolo.

Asiento a su pregunta con una sonrisa en la cara. Jorge vuelve a mirar el delantal, aunque luego de unos segundos se lo pone sin volver a rechistar.

—Aún no me has contado para que quieres hacer la tarta, ¿es para alguien especial? —elevó ambas cejas mirándole con picardía.

Voy sacando los cubiertos necesarios mientras que espero la respuesta de Jorge a mi pregunta.

—Es para mi madre, mañana es su cumpleaños y quería hacerle algo especial. Una fiesta sorpresa... —me dice encogiéndose de hombros.

—¡Oh Jorge eso es precioso! —exclamo tras su respuesta—. Ojalá me hiciesen algo así... —susurró dando un largo suspiro.

—¿Nunca te han hecho una fiesta sorpresa o algo especial? —pregunta.

Me paro a pensarlo y me doy cuenta de que nunca me han hecho algo especial, ya que si me hubiesen hecho algo así como una sorpresa lo hubiese dicho al segundo de realizarme la pregunta porque lo tendría en mente y me acordaría de ello. Supongo que las sorpresas son algo que marcan y a mí aún no me ha llegado ese momento.

—No, nunca —niego cabizbaja.

Jorge abre la boca para decir algo pero de repente la cierra.

—Bueno comencemos con esto —acaricia ambas palmas de sus manos, frotando una contra otra—. ¿Por dónde empezamos?

Pasados unos minutos ya tenemos la primera capa de galleta, natilla y chocolate expandidas. Jorge al parecer no es tan malo en esto de la cocina como él mismo decía, se le da mejor de lo que pensaba. Le miro de reojo y le veo concentrado en mojar las galletas en la leche. Su labio inferior se encuentra atrapado entre sus dientes y sus ojos entrecerrados. Coloca las galletas una por una encima de la capa de chocolate y vuelve a echar otra capa de natilla por encima.

—Se te da mejor de lo que pensabas, ¿no es así? —le pregunto interrumpiendo su concentración.

—Sí, eso parece —me dedica una sonrisa y al instante aparecen sus hoyuelos, esos que le hacen parecer adorable—. ¿Está capa de chocolate es la última no? —pregunta.

—Sí —afirmo.

Me coloco un poco más cerca de él para alcanzar las galletas y mojarlas en el plato de leche donde él mismo las está mojando. Cuando tenemos estas mojadas y colocadas encima de la capa de chocolate Jorge agarra la cuchara y va esparciendo la última capa de natilla encima de estas mientras yo sigo mojando galletas, y él cuando termina con la natilla las va colocando. Estamos trabajando en equipo. Cuando por fin terminamos de una vez por todas con las galletas tenemos que echar la última capa de chocolate.

La primera vez con mi mejor amigo.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora