Cierra los ojos (Harry Styles AU)

Capítulo 2

Un portazo interrumpió mi sueño. Rápidamente eché un vistazo al reloj temiendo que fuese tarde.

Las seis menos cuarto.

Por primera vez, di las gracias por tener una vecina ruidosa. Me levanté de un salto y cambié la indumentaria hogareña por el "uniforme" de Juliette's. Escribí una nota para Nina y metí en la mochila mi bloc de dibujo y estuche. Salí sin zapatos procurando no despertarla, me los até en el rellano y como cada día (o bueno, un poco más deprisa) me dirigí al polideportivo de la calle Schmitt. No debía aparcar la bicicleta en una calle tan turbia, pero no era mi culpa si Harry entrenaba allí.

Esa tarde también, el cielo era gris y amenazaba con la lluvia, lo que hacía que aumentase si era posible, el ambiente turbio del que hablaba. Pasé la cadena por las ruedas y el manillar y cerré el candado contra la farola. Suspiré contemplando el lugar. Era un polideportivo bastante antiguo (debía de tener unos treinta años) pero amplio. Suponía que la agravada crisis había hecho imposible al gobierno invertir en una renovación de los espacios públicos, y ahora era demasiado tarde; la federación había comprado la propiedad. Mark me contó en una ocasión como su mujer lo había obligado a ir con ella a clases de aeróbic. Al parecer en las salas que rodean la antes pista de balonmano (donde ahora se encontraba el ring) se practicaban todo tipo de actividades. Sin querer perder más tiempo me dispuse a infiltrarme.

La luz volvía a enfocarse únicamente en el ring, y para mi asombro, hoy sólo en su cuerpo. No se oía la voz del entrenador marcándole los pasos. Al parecer había sido sustituido por el saco de boxeo, y no sé por qué motivo, la idea de que aquel día seríamos solamente él y yo me agitaba. Cruzada de piernas me senté, y una vez más, comencé a trazar su cuerpo, delicada y cautelosamente.

Gancho, golpe bajo, golpe de jab, uppercut. Me equivocaba. Las órdenes sonaban hoy también, pero en mi cabeza. Mi cerebro parecía haber registrado la técnica del boxeo. Aquel día más que nunca, no sabría decir si con nerviosismo o preocupación, el joven parecía deshacerse de una carga con cada puñetazo.

—Mierda, joder —me alarmé al oír el insulto, y levanté la vista del papel para encontrarle sentado en el suelo, cabeza contra las rodillas y guantes a su lado, posiblemente frustrado por motivos que desconocía.

Que desconocía.

En ese preciso instante fue cuando choqué con la realidad. Harry era una persona, no un ideal abstracto, ni un maniquí. Una persona con sentimientos, inquietudes, una vida, no tenía derecho a espiarle. Hasta ese momento de fragilidad no me había parado a pensarlo de esa forma, y la reflexión me creó un nudo en el estómago. Sentí como si, cegada por la obsesión, me hubiese estado aprovechando superficialmente de una persona. Nunca había pensado en él de una forma que no fuese la artística. Sólo veía un cuerpo y facciones perfectas, nada más que belleza, cuando más allá, en su interior, había una persona que desconocía completamente. Un chico, por lo que estaba viendo, totalmente destrozado.

Torturada por los remordimientos, por mi falta de sensibilidad, dudé entre abandonar el entrenamiento antes de lo normal o quedarme y asegurarme de que todo iba bien. Podría haberme acercado y haberle ofrecido ayuda pero, ¿quién era Harry?, ¿qué reacción tendría?, ¿cómo podría explicarle mi presencia? Porque, ¿quién era yo?, yo misma habría desconfiado de mí.

Aún indecisa y angustiada opté por marcharme, por salir de una vida que nadie me había dado permiso para estudiar. No había posibilidad de que aquel chico entendiese el por qué estaba allí. No lo entendería Nina, ¿por qué iba a hacerlo un desconocido? Al levantarme, se me cayó el lápiz. Mierda, ¿por qué tenía que ser tan torpe? No se habría percatado de no ser por el completo silencio que nos rodeaba. Había olvidado que aquel día faltaba el sonido de sus puños contra las manoplas.