Capítulo 6

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Acabamos en un parque y, no sabría decir cuánto tiempo estuvimos allí, pero el suficiente para descubrir que Harry no era sólo boxeo. Amante de la música, aspirante a fotógrafo y jugador de scrubble, tenía una vida tan rutinaria como la mía. Después de su primera sesión de entrenamiento a las siete, aprovechaba la mañana para sumergirse en los libros, pero no de pintura ni dibujo. Me habló de cómo se estaba centrando en la Historia y literatura belga y francesa, y podía ver por la emoción de su voz lo mucho que le apasionaba. Además acudía (desde que llegó a Bruselas) a tándems lingüísticos dónde los participantes intercambiaban idiomas. Era la mejor y única forma de aprender idiomas gratis, y gracias a la extensa comunidad inmigrante de Koekellberg, eran todo un éxito. Ofrecía conversación en inglés a cambio de francés y español.

La noche siguiente volví a encontrarle en la puerta de Juliette's para volver a acompañarme a casa y, repitiéndolo cada día de esa semana fue como Harry rompió y, a su vez, comenzó a formar parte, de esa rutina mía que amaba y odiaba dependiendo del momento. Unos días decidió avisarme, otros simplemente se presentaba en la puerta trasera por sorpresa y esperaba a que acabase mi turno. A Amelle le tocaba ahora ocuparse del turno matinal, así que las veladas con Harry no afectaban a mi ciclo del sueño. Cada noche averiguaba una cosa nueva de él, como que su color favorito era el verde pero para vestir el negro, que no podía dormir con calcetines o que no aguantaba la mayonesa y amaba el brócoli. Cosas pequeñas, insignificantes para cualquiera, pero importantes para mí, porque lo estaba consiguiendo. Cada dato añadido era un ladrillo menos del muro que encerraba a Harry y un paso más para derribarlo. Empezaba a conocerle y, aunque no hubiese conseguido una sonrisa en diez días, ya no había silencios incómodos ni inseguridad. No había una mesa que atender ni una manopla que golpear en esas horas de charla nocturna. Hablábamos libremente, de todo y de nada, pero siempre siendo nosotros mismos.

—Y gané la apuesta.

—Y cocinó para ti una semana.

—No, le dije que daba igual cuando casi incendió mi cocina —estallé en una carcajada y me levanté de uno de los bancos del parque Elizabeth. No lo planeamos pero acabamos todos los días en ese parque hasta la madrugada.

—Me gusta Niall —le dije mientras observaba la Basílica por última vez antes de irnos.

—Es gustable —admitió dejando el banco atrás—, cuando no lo tienes en tu sofá las veinticuatro horas...

—En realidad no podrías vivir sin Niall en tu sofá —cabeceó sin dar respuesta. El parque era de grandes dimensiones, lo que lo hacía grandioso durante el día pero espeluznante por la noche. No podía remediar el estar alerta, mirando cada esquina, evitando cualquier contacto visual con desconocidos. Éramos los únicos normales entre las pocas visitas a las dos de la madrugada.

—¿Qué haces el sábado? —despegó la mirada del suelo para posarla sobre la mía. No había tema que me incomodase con él (dejando aparte su boceto, obviamente) y sin embargo su mirada seguía dejándome sin palabras, lo que era un serio problema, pues Harry miraba fijamente cuando te hablaba. La aparté hasta la punta de mis pies.

—Parece mentira que preguntes —trabajo. Se llevó la mano a la cabeza.

—Ya... soy idiota —reí. No era idiota. Lo miré expectante y suspiró dejando salir el vaho de su boca. Pensé en lo sexy que sería fumando—. Es mi primer combate.

Le había visto dar puñetazos, pero nunca recibirlos y francamente quería seguir sin hacerlo. La posibilidad de un mal golpe siempre estaba en el boxeo, y más en el primer combate. Me pregunté si la idea le provocaba el mismo desasosiego que a mí. No dudaba de la capacidad de Harry, llevaba mucho tiempo entrenándose, pero no se me conocía por ser precisamente optimista. Si la posibilidad de que algo saliese mal estaba presente, me aferraba a ella en lugar de ignorarla.

Cierra los ojos (Harry Styles AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora