Capítulo 19

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El bûche de Noel era laborioso, pero sobre todo exquisito. Después de tres años siendo la pinche de Nina para el postre navideño preferido de Marc, al fin estaba preparada para cocinarlo sola. Solo había que mezclar la masa y hornearla. El siguiente paso era enrollarla, dejarla a reposo y rellenarla con la crema de cacao. Le permití a Amelle echarme una mano en la decoración y ¡tachán! Era como ver un tronco de árbol real, tenía que darle las gracias a mis dotes artísticas.

Cualquier otra persona en cualquier otro lugar del mundo habría abierto normalmente el local a mediodía en Nochebuena. Esa persona no era mi jefe y ese lugar no era Koekelberg. Decía que los beneficios no eran suficientes como para sacrificar mitad de un día tan especial, ¿quién era yo para llevarle la contraria?

-¿Crees que es mucho pedir que nieve? -Observaba el cielo gris desde la ventana del salón a la espera de que se precipitasen los copos. Ambas queríamos una blanca navidad.

-Yo no le pediría nada a este cielo -Pasé la manga pastelera por el postre una última vez- hace meses que le pido sol y mira...

Habíamos encontrado los regalos de Nina. Aprovechando que se había ido a misa (una misa a la que sólo por las posibles habladurías tenía que asistir sí o sí) buscamos en cada rincón de su habitación. No estaban al fondo del armario, ni atrapados en el somier de la cama. Los hallamos en el paragüero, el escondite más sospechoso (porque, ¿quién tiene un paragüero en su cuarto?) y a su vez, menos esperado. Eran paquetes con lunares dorados, medianos y mullidos, por lo que el contenido tenía que ser algún tejido. Temí por un momento que fuesen foulards, me habría arruinado mi regalo para Amelle.

Juliette's permanecería cerrado, pero solo al público. Almorzamos un sándwich de pavo, rápido y ligero (quería preparar mi estómago para lo que le vendría unas horas más tarde) y fuimos al local para organizar la velada navideña.

Limpiamos el salón y juntamos algunas mesas en el centro para cubrirlas con el mantel bordado en oro de Nina. De este modo, parecía una amplia, y con la vajilla, lujosa mesa. Podríamos pretender por una noche que nuestro nivel económico era un poco más elevado. Era la vajilla de Juliette, la vajilla roja y blanca, que como siempre contaba Marc, le había acompañado en cada Navidad de su matrimonio. Era en esos momentos en los que narraba las vivencias con su mujer en los que me daba cuenta de por qué vivía anclado en el pasado, un matrimonio tan fácil y feliz tenía que ser imposible de superar.

Estaba colgando luces por toda la sala y precisamente escuchando uno de los que habian sido sus regalos favoritos, el viejo jersey con la M bordada en el pecho que solía llevar los fines de semana cuando me acordé de mi hermano. Yo le había hecho el mismo regalo la última navidad que pasamos juntos. Lo había estado llamando por la mañana temprano, pero no obtuve respuesta. Para un día que libraba tenía que estar durmiendo como un lirón.

Me ausenté unos minutos para ir a la cabina, metí un euro y sólo tuve que esperar un pitido antes de oír su voz.

—Estaba esperando tu llamada...—bostezó.

—¡Feliz Navidad George! —mi entusiasmo contrastó con su tono cansado.

—Feliz Navidad, Claire —correspondió algo más animado—, ¿cómo estás?

George preguntándome como estaba era en realidad George preguntándome si algo iba mal. Era la única persona de mi familia con la que realmente me habría sincerado, era el único que veía las cosas con perspectiva. De haberle contado mi problema con Lucas, lo primero que habría pensado sería coger un tren desde Berlín para venir a rescatarme. Pero me escucharía antes de llevar sus pensamientos a cabo. Me escucharía, me creería si le decía que estaba bien, que había encontrado gente estupenda y podía manejar la situación. No podía decir lo mismo de mi madre, ella nunca se pararia a pensar en la otra cara de la moneda, la positiva, a la que yo daba prioridad.

Cierra los ojos (Harry Styles AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora