Trigésimo octávo Relato

13 2 1
                                    

Te acabas de ir hace unos minutos. Cerré la puerta mientras dejaba irse a aquellos labios que amo decir, me pertenecen.
Sabes...no...nunca sabrás la gran marca que dejaste en ellos.
Debo admitirlo, soy una romántica emprendida. Y que hayas decidido obsequiarme tal muestra de afecto que fue tu primer beso hacia una chica, aumento más este delirio en mi cabeza.
Mis mejillas están rosadas, mis ojos brillan de felicidad y mis labios te extrañan.
Dios...soy tan cursi.
Y no puedo decirte esto porque haría que tu ego crezca, y eres perfecto tal cual eres.
Me has besado, y no me dé vergüenza admitirlo.
Te has adueñado de mi ser sin siquiera esforzarte, y no puedo parar de sonreír.
Es tu culpa.
Me has dejado paralizada por la emoción, no se corresponder a un beso tan dulce como los tuyos. Pero eso es debido a que soy joven e inexperta. Los escasos besos que he presenciado no me sirven a la hora de dártelos.
Pero creo que iré aprendiendo.
Mírame, parezco una tonta enamorada, ¿Acaso tú también estás de este modo?
Puedo decir con certeza que eres mío de pies a cabeza.
No sé cómo explicarlo, pero creo que tendré que hacerlo de la única manera que conozco: hablando como una loquilla enamorada que no tiene ni una pizca de orgullo o juicio sobre sí misma.
Al igual de que he leído en mis libros de romances duraderos y fugaces...creo que debo admitir que te amo.
Te amo, y creo que mi vida tiene color gracias a ti.
Perdóname si te celo de a momentos, pero es que estoy aterrada de que te alejes por no sentir lo mismo.
Te amo, aunque me sorprenda a mí misma.
Y discúlpame, pero no te puedo prometer una eternidad amándote, ni siquiera una vida, pero sí te puedo jurar que si sigues así, te amare por mucho tiempo más.

Con cariño, Elena.

Pensamientos DispersosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora