─Lara─
—Lara... —La llamó Edward con aquel tono sensible de su voz. Ella levantó la vista y lo observó con una fingida sonrisa—. Se supone que el helado debe derretirse en tu boca, no en tus manos. —Le sugirió con cierto tono divertido mientras él se ponía de cuclillas frente a ella.
La chica llevaba un par de minutos contemplando el barquillo de chocolate que se estaba derritiendo entre sus dedos, era por eso que no estaba prestando demasiada atención a su pequeña y delicada cita de amor.
—Lara. Estás muy pensativa el día de hoy, ¿qué sucede? —Le preguntó acariciando su mejilla a lo que ella amplió su sonrisa para tratar de despreocuparlo.
—No es nada. —Le contestó de forma simple sin mirarlo a los ojos, esos dos hermosos ojos negros y en cuyos ónix le gustaba reflejarse, aunque en ese momento ella no tenía ganas de eso porque sabía que si los miraba a los ojos soltaría a llorar y ya estaba harta de eso.
Ya bastante había llorado en casa así que, solo sonrió.
—De acuerdo. —Lo escuchó murmurar.
Ella miró los pies de Edward y observó como este se levantaba, tomó su mano y retiró el helado. Lara no dijo nada, tan solo lo vio alejarse y tirar el barquillo a la basura.
—Vamos, levante. Te llevaré a casa. —Le dijo una vez que regreso—. Te ves algo cansada.
La chica asintió y acto seguido Edward la tomó por la cintura, llevándola así hasta su auto.
Mientras caminaban ella iba pensando en todas esas cosas que la gente le decía con frecuencia y que le eran difíciles de aceptar, sobre todo porque él era atento, cuidadoso y tierno con ella, sin embargo, ahora Lara sabía que toda esa simpatía era una simple mentira.
—Edward —murmuró cuando él le abrió la puerta—, no estoy tan cansada. Si quieres podemos ir al cine. —Le dijo intentando continuar con la farsa.
—¿Estás segura?
—Sí. —Le contestó más motivada—. Hoy es domingo, el único día que tienes libre. Además es medio día. —En verdad ella estaba haciendo un gran esfuerzo por tolerarlo.
Lara debía mostrarse firme, emocionada, enamorada; no obstante ahora sentía que lo odiaba.
—¿Es enserio? —inquirió él de nuevo.
—Sí —repitió ella y por primera vez pudo notar a través de sus ojos el claro fastidio que significaba para él hacer ese pequeño sacrificio—. Aunque si tienes algo más que hacer...
—No, no. Está bien. —Le contestó con rapidez—. Si mi chica quiere ir al cine, entonces iremos. —Le dijo sonriendo para después depositar un casto beso sobre sus labios.
Él la ayudó a entrar y cerró la puerta para luego rodear el auto por la parte frontal y llegar hasta su lugar.
—Y... ¿Qué película quieres ver? —Le preguntó tomando su rodilla.
—Creo que aún está en cartelera una vieja película.
—Está bien. —Le dedicó otra media sonrisa y arrancó.
Un par de minutos después, Edward viró en una esquina, luego dio vuelta en otra y continuó derecho hasta que llegaron a un estacionamiento.
Para esos momentos Lara había regresado al pasado, lo había olvidado todo y se sentía igual que antes.
Bajaron del auto y se dirigieron a taquilla tomados de la mano.
Al principio todo iba bien pero luego las cosas cambiaron. Estaban a mitad de película cuando de pronto ella escuchó un leve ronquido a su lado, Lara volteo discretamente y pudo notar que Edward se había quedado dormido.
Ella dejó escapar un largo soplido, después de todo el que él se hubiera dormido o el que ella hubiera ido sola era lo mismo.
Soltó su mano y lo contempló por unos instantes, luego volvió la vista a la pantalla; se acomodó en el asiento y por un segundo quiso volver a enlazar sus dedos, y lo hubiera hecho de no haber sido porque en esos momentos el celular de Edward volvió a vibrar.
—Está sonando en tu otro bolsillo. —Le indicó Lara con la vista.
—Lo siento. Me quede dormido.
—Está bien, no te preocupes. Estás demasiado cansado. —Ella tomó su mano—. ¿Qué sucede? —Le preguntó al ver su rostro disgustado.
—No es nada.
—¿Seguro? —Él la miró—. Parece que algo te molesto.
—Enserio, no es nada. —Le contestó suavemente mientras se acercaba y la besaba.
El beso fue lento y sutil por parte de Lara, aunque por parte Edward fue diferente ya que él comenzó a hacerlo más intenso; el chico la tomó de la nuca y la atrajo hacia él con más fuerza mientras comenzaba con su otra mano a acariciarla por debajo de sus ropas.
—Espera, estamos en un cine. —Lara lo detuvo a lo que él chasqueó los dientes de manera discreta.
—Lo lamento. —Se disculpó este volviendo la vista a la pantalla, posteriormente, sacó el celular y envió un mensaje.
Lara lo observó y entonces supo que su cita ya había terminado.
—¿Te irás?
—Lo siento, me necesitan en la empresa. —Edward introdujo una de sus manos en sus bolsillos y le ofreció un poco de dinero—. Para el taxi. Te llamo luego. —Le dijo y besó su frente.
Lara torció una mueca, y lo vio perderse en la oscuridad del pasillo, luego tomo sus cosas y salió de la sala pensando en cuántas veces ella tontamente le había creído.
Horas más tarde cuando llego a casa se encontró con la visita de Cecil.
La chica la saludo con emoción, sin embargo, la rubia no le contesto del mismo modo.
—¿Qué sucede? ¿Estás bien? —Le preguntó al notar su tristeza, Cecil sonrió y luego negó con la cabeza—. ¿Qué paso?
—Es Edward. —Le contestó sin mirarla.
—¿Qué pasa con él?
—Que es un maldito idiota. —La joven frunció su entrecejo—. Por favor Lara, no te cases con él. Cancela tu compromiso. Él no te merece.
—Cecil, ¿por qué dices eso?
—Porque es la verdad. Él te está usando. Edward solo está jugando contigo.
—Eso no es cierto.
—Por supuesto que sí. Su compromiso es solo por conveniencia.
—Te equivocas.
—No, no lo hago. Tú más que nadie sabes que eres la única que puedes salvar a su familia de sus problemas.
—Eso no es cierto y ellos no tienen ningún problema, solo están pasando por un mal momento y el que mi compromiso haya coincido con eso, no quiere decir que Edward este conmigo solo por eso.
—Lara, no seas tonta. Claro que lo está y no solo eso, te está viendo la cara. Él no te ama, Edward te engaña.
—Es mentira, él nunca me engañaría. —Le dijo con dolor.
—¡Claro que sí! Lo hace todo el tiempo.
Lara volteo el rostro, ella sabía bien que lo que le estaba diciendo Cecil era verdad.
—¿Por qué me estás diciendo esto ahora? —Le dijo con lágrimas en los ojos.
—Porque eres mi amiga y... no quisiera verte sufrir.
ESTÁS LEYENDO
Tratado
RomantizmSiendo el segundo hijo de un famoso empresario, Edward Palmer, hace el pequeño sacrificio de casarse con la hija de los Evans en un intento desesperado por salvar la reputación de su familia, no obstante, considera a su prometida una fastidiosa por...