─Lara─
—Lara, ¿segura que quieres hacer esto? —Le preguntaron desde el asiento contrario—. Aún estamos a tiempo.
—Serán solo un par de semanas —respondió ella, fingiendo una tonta sonrisa mientras miraba su reloj de muñeca, era casi medio día—. Necesito pensar bien las cosas antes de decidir qué es lo que quiero hacer; además, no solo me voy por eso, también lo hago por negocios. —La chica lo escuchó suspirar mientras este desviaba su mirada hacia el otro lado y exhalaba con cansancio—. Lo siento Matthew, pero por el momento tengo que irme. Las cosas no son como las imagine.
—Sí lo entiendo. —Le dijo volviendo a ella—. Pero... ¿Por qué con él?
Lara torció una mueca.
—Porque al menos ya sé lo que esperar de él —espetó—. Leonard fue el único que fue sincero conmigo desde un inicio, además, no quiero estar sola cuando este bebé nazca.
—Está bien —contestó el rubio muy a su pesar—. De todas maneras llámame cuando hayas llegado, ¿sí? —Le dijo volviendo la vista a ella.
—Claro, te llamaré cuando lo haga. —Le respondió agradeciéndole con un beso en su mejilla, luego, se despidió.
Lara tomó su bolso y bajó del auto divisando el despampanante tren que estaba frente a sus ojos. Sonrió con gracia y comenzó a caminar hacia este hasta pararse en la orilla del riel que la llevaría hacia otro país. Miró el boleto en su mano y suspiro, serían solo un par de meses, ella necesitaba irse para poder pensar lejos de sus padres y de Edward, sobre todo de este último.
Leonard le había pedido irse junto con ella en el mismo tren, sin embargo, por eventos ajenos a ella, esta tuvo que retrasarse.
Antes de subir al vagón, Lara exhaló un poco, en alguna parte de ella aún existía la esperanza de volver a sus espaldas y mirarlo a él pidiéndole que se quedará, no obstante, eso no sucedió.
Por unos instantes cerró los ojos, imaginando cómo hubiera sido su vida si las cosas no fueran como ahora, luego, los abrió, pensando en que no existía algo como él hubiera.
Sonrió con un pequeño humor mientras miraba hacia el cielo despejado, ella ya había tomado una decisión, acto seguido volvió a mirar atrás, notando a la poca gente que se encontraba en ese lugar hasta que, inconscientemente, sus ojos se clavaron en la figura de una mujer extraña que llamó su atención, era Amelia quien la miraba detrás de la línea amarilla con una sonrisa ladina.
Lara frunció su ceño, pensativa. La chica estaba por acercarse a esta cuando de pronto le hablaron a uno de sus costados.
—Señorita...
Ella volteó el rostro y divisó a aquel hombre que la llamaba.
—Por favor tome asiento, estamos a punto de partir.
La chica giró por completo sobre su sitio y miró de frente al sujeto que se encontraba parado a su lado, asintió en silencio y luego regresó su vista hacia atrás para mirarla, pero aquella mujer ya no estaba.
Lara volvió a tornarse pensativa, comenzaba a tener un mal presentimiento.
—Señorita... —repitieron de nuevo.
—Voy —contestó con el ceño fruncido sin dejar de mirar a la poca gente aglomerada.
Cuando ella llegó hasta su asiento se acomodó lejos del pabellón, se recargó en el cristal y espero a que el tren avanzará. Lara estaba mirando hacia afuera, aunque de vez en cuando por el rabillo del ojo observaba al sujeto que estaba sentado a su lado contrario y frente a ella. Era un hombre alto, fornido y de piel oscura. Aquel chico mantenía su mirada fija en ella de una manera discreta al estarse ocultando detrás de una revista. La mujer entornó sus ojos en él mientras lo analizaba de la misma manera, ropa fina de saco y tirantes, de zapatos elegantes, sin duda, un ser pretencioso igual que todos los demás pasajeros.
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Tratado
RomanceSiendo el segundo hijo de un famoso empresario, Edward Palmer, hace el pequeño sacrificio de casarse con la hija de los Evans en un intento desesperado por salvar la reputación de su familia, no obstante, considera a su prometida una fastidiosa por...
