─ Edward─
—Bien hecho Edward —citó Ayrton levantándose de su asiento—. Haz hecho un excelente trabajo. No cabe duda de que eres mi hijo. —Le dijo palmeando su hombro derecho a lo que este se engrandeció por el cumplido.
Era la primera vez en que su padre lo reconocía por sus amplios esfuerzos.
—Solo hice lo que se tenía que hacer. —Le contestó alejándose de él para acercarse a Lara—. ¿Cómo te encuentras, mi amor? —Le preguntó en un tono sutil al notar las miradas excesivas por parte de su hermano hacia su prometida.
—Mejor, gracias. —Le respondió ella en un tono seco mientras se tapaba un poco más con el saco que este le había prestado.
—De acuerdo. Entonces —murmuró volteando hacia Ayrton—, si esto ya es todo padre, nosotros nos vamos.
—Está bien, ya pueden retirarse —dijo este con voz gruesa—. Leonard, te veo en mi oficina.
Edward abrazó por la cintura a Lara y con una sonrisa ladina en su rostro miró a su hermano de reojo.
—Cariño, ¿necesitas que te lleve a casa? —Le preguntó este antes de llegar al ascensor.
—No, gracias. —Le respondió ella con una sonrisa—. No es necesario. Wilson vendrá por mí más tarde.
—De acuerdo, entonces... ¿Quieres ir a comer o hacer algo en lo que lo esperas? —Lara lo miró con cierta duda, pensando en el porqué de su ahora comprometida actitud.
—Quizá más tarde, por ahora tengo que ver a tu padre. Te llamó después. —Le dijo y con un beso en la mejilla se despidió, dejando a Edward con el dedo puesto en el botón del ascensor.
El chico la observó alejarse y sin decir nada más se marchó enfurecido.
No era posible que fuera ella quien le estuviera haciendo eso. Lara últimamente se había estado comportando diferente, era más seca y fría con sus palabras así como con sus actos, ella ya no era la misma chica dulce y sonriente que había conocido.
Edward se preguntaba qué había sido lo que la había hecho cambiar, si hasta donde él se había quedado, Lara era una mujer sumisa y anticuada y ahora, parecía que todo eso había cambiado.
Chasqueó los dientes y se maldijo.
Ninguna mujer lo había tratado jamás así en su vida y eso, era molesto.
Al día siguiente las cosas no fueron tan diferentes, sin embargo, durante todo el día Edward estuvo pensando en ella a pesar de estar con Amelia.
—Estas demasiado tenso. ¿Qué pasa contigo, eh? Últimamente has estado actuando demasiado extraño. —Le dijo ella mientras acariciaba su pecho desnudo.
Él no le contestó, simplemente la ignoró volteando el rostro hacia una esquina.
La chica suspiró y sonrió para luego intentar persuadirlo con besos y caricias.
—¡Basta! —Le dijo molesto mientras tomaba su mano para quitársela de su miembro ya muerto.
—¿Qué pasa Edward? —Le reprochó ella con el ceño fruncido.
—Nada, es solo que ya no quiero. —Amelia chasqueó los dientes—. No estoy de buen humor.
Ella asintió con la boca entreabierta y los ojos entornados, luego, se bajó de aquellas caderas en un gruñido.
—Pues si no lo estás no hubieras venido, así me hubieras evitado la pena de correrte. —Le dijo alejándose de ahí, pensando en que todos los Palmer eran iguales.
Edward la miró y torció una mueca mientras la escuchaba maldecir dentro del baño. Se levantó y se acercó.
—Lo siento, no era mi intención hacerte enojar. —Le dijo abrazándola por la espalda al mismo tiempo en que besaba uno de sus hombros.
—Pues pareciera que sí.
—Lo lamento si es que así lo parece, pero créeme, no es así. —Edward la giró y levantó un poco su mentón—. Es tarde. Tengo que irme.
—¿Es por la cena?
—No tengo otra opción. Mi padre quiere esté ahí y Lara ya debe estarme esperando.
—¿Lara? —La nombró ella con un tono desdeñoso—. Siempre es ella Edward. Esa chica te ha hecho cambiar. —Le dijo soltándose de ese agarre.
—No es verdad. Sigo siendo el mismo.
—Si es así entonces, ¿por qué no la dejas? Vuelve conmigo. Yo sé que aún me amas —susurró besando sus pectorales hasta bajar a su abdomen.
—Amelia, basta —repitió una vez más, alejándose de ella—. Te dije que ya no tengo ganas.
—¿Ves? Desde que te comprometiste con esa zorra las cosas entre nosotros andan mal. Ya nada es lo mismo, estas muy distante y te comportas demasiado frío. Eres hostil y grosero.
—¡Pues si no te parece hasta aquí llegamos! No voy a soportar ni una más de tus escenitas y no vuelvas a atreverte a insultarla otra vez. Lara no es ninguna zorra, ¡¿entendiste?!
Edward ni siquiera se había dado cuenta de que tenía presionando entre sus dedos las mejillas de Amelia, quien lo veía como si de un desconocido se tratara.
—Suéltame, me estas lastimando. —Le dijo con lágrimas en los ojos, pero él no la soltó, al contrario, presionó con más fuerza—. ¡Te he dicho que me sueltes! —gritó, alejándose de él mientras se limpiaba las pocas lágrimas que habían corrido por su rostro—. ¡Eres un animal!
El chico golpeó la pared y salió del baño buscando su ropa. Tomó sus cosas y finalmente salió de ese departamento.
Estando dentro de su auto buscó el número de Lara y le mandó un mensaje.
Era algo tarde, ni siquiera se había dado cuenta de la hora y ella ya debía estar esperándolo para que juntos llegarán a la famosa cena que se estaba realizando en su casa. Edward, le había dicho que pasaría por ella, pero una vez más este había perdido el tiempo con Amelia en un intento por olvidar los sentimientos que ya sentía por ella.
Se refregó el rostro y soltó una amplia carcajada pensando en por qué siempre firmaba sus mensajes con su nombre, quizá se debía a que su nombre, reemplazaba ese clásico te amo, que difícilmente podía decir con claridad.
Edward no era de la clase de personas románticas o melosas, él no era de ese tipo de hombres; mucho menos era de la clase de Matthew, su mejor amigo, que se la pasaba haciendo y diciendo toda clase de cursilerías ante una mujer.
No, él no era así, él era distinto.
Él era calculador y las cosas se hacían como él dijera, no como le mandarán, pero por alguna extraña razón con Lara eso no funcionaba porque con ella, Edward era todo lo que no quería ser, un remilgado.
Con ella él era cariñoso y hasta romántico.
Quizá, esa era una de las tantas razones por las que él aborrecía estar cerca de ella, porque ella siempre le hacía sacar una personalidad que no tenía, sin embargo, tenía que aparentar que la amaba para poder firmar un estúpido acuerdo de matrimonio, no obstante, su familia estaba mejorando y ya no había necesidad de casarse, pero este ya se había enamorado, aunque se negaba a aceptarlo debido a que era un hombre libre. Le gustaba gozar de todos sus lujos, del poder y del dinero tan solo para satisfacer a su propio ego, sin embargo, Lara complicaba todo eso.
El chico guardó su teléfono y se dispuso a prepararse.
Era tarde y ella ya debía estarlo buscando, y aunque no le agradará mucho la idea de casarse, al menos esperaba que con ello obtuviera ciertos beneficios ya que, con el regreso de Leonard su compromiso había pasado de ser una obligación a ser un simple tratado, aunque lo que Edward no entendía, era que muy en el fondo, si quería casarse con ella.
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Tratado
Любовные романыSiendo el segundo hijo de un famoso empresario, Edward Palmer, hace el pequeño sacrificio de casarse con la hija de los Evans en un intento desesperado por salvar la reputación de su familia, no obstante, considera a su prometida una fastidiosa por...
