• Desgarres •

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    ─Edward─

El hermoso ramo de flores que Edward le había comprado no compensaba lo que él le había hecho, sin embargo, el chico esperaba que al menos ella las aceptara como una muestra pasiva de su arrepentimiento.

Él se había equivocado.

Se sentía culpable, pero eso no justificaba la crueldad y vileza de sus actos. Desde aquella mañana, el nombre de Lara cruzaba a cada instante por su cabeza, martirizándolo una y otra vez.

Su rostro, sus lágrimas, su dolor y sus palabras.

¿Cómo diablos él se había atrevido a hacerle eso?

¡Maldición! blasfemó apretando el celofán de las rosas que se rompió entre sus dedos.

En otra vida, él jamás la hubiera lastimado.

El chico gruño frente a la puerta, tomó la aldaba y abrió encontrándose del otro lado a Samuel, quien lo miró con la mano estirada hacia el picaporte.

Edward frunció de inmediato su ceño al verlo.

Por otra parte, el otro sujeto miró como aquel pelinegro apretaba los puños y dejaba caer su ramo para luego sentir sobre su rostro un contundente golpe que lo llevó en segundos al suelo.

El pelirrojo escupió sobre la alfombra, manchándola de sangre, tomó su mandíbula y la ajustó en un intento por regresarla a su lugar. Edward lo había golpeado tan duro que sus ojos habían marcado eternos filamentos.

Desorientado por el impacto, Samuel logró ponerse de pie, aunque mientras lo hacía un nuevo golpe le hizo perder de nuevo el equilibrio.

El chico trastabillo unos cuantos pasos hacia atrás aunque para el final, logró mantenerse en pie; levantó el rostro y miró a Edward con el aliento apenas estable.

Lara tenía razón dijo con una sonrisa irónica. No eres más que un idiota agregó sosteniendo su estómago.

Y tú un maldito bastardo que hizo que yo...

¿La lastimaras? Le interrumpió este, deteniendo un nuevo golpe en el aire. ¿Ibas a decir eso, no? conjeturó entre varios tipos de muecas al sentir un profundo dolor en su abdomen. Lastimaste a la única mujer que en verdad te amaba. Dicho esto, Samuel volvió a escupir, aunque esta vez lo hizo sobre los zapatos de Edward. Eres un completo estúpido. Siempre me caíste mal y por eso me alegra que ella te dejara.

Al escuchar eso, Edward se quedó por unos momentos en un rotundo silencio.

El chico enarcó sus cejas y luego de tanto pensarlo, hablo.

¿Se fue? inquirió en un susurro minutos después.

Sí, se fue afirmó Samuel con orgullo. ¿Por qué crees que estoy aquí? Idiota. Edward no lo miraba. Vine a buscarla al tener un mal presentimiento pero cuando llegué ella ya no estaba. Solo dejo esto. El chico le mostró un pedazo de papel que ella dejó sobre el sillón. Edward, no sé lo que haya pasado entre ustedes dos pero que mal que terminaran así. Le dijo en una risa ladina. Sin embargo agregó acercándose cauteloso, no volveré a dejar que me toques terminó arrastrando con odio sus últimas palabras.

El chico de orbes castaños lo miró con furor en sus ojos, luego, lo golpeó con todas sus fuerzas.

Edward sintió un profundo y agudo dolor en lo alto de su pómulo izquierdo, su sien se ceño y pronto su vista se nublo hasta perder por completo la visibilidad.

Entretanto, Samuel sacudió su puño en un intento por librarse del dolor que habitaba en sus nudillos. Recogió algunas de sus cosas, paso por el lado de Edward y lo brinco despacio, llegando así hasta la salida, echó un último vistazo a la habitación y cerrando la puerta se marchó.

Una vez que Edward recuperó la conciencia se recargo mareado en el sillón mientras miraba la mancha de sangre en la alfombra, Samuel le había golpeado tan duro que le había abierto la piel.

El chico se tocó el rostro, apenas si podía ver por la inflamación de su ojo. Chasqueó los dientes y se maldijo, aquel golpe no desaparecería en un par de semanas.

Confundido y con un gran dolor en su cara, levantó la vista hacia el techo.

Lara... susurró su nombre figurando su imagen en el viento.

¿En dónde estaba ella ahora?

Maldición.

La humedad en su cara le hizo abrir nuevamente los ojos, una fina lágrima había resbalado por ella.

¡Mierda! Se quejó golpeando el sillón con su puño derecho mientras que con su otra mano secaba su rostro.

Viró hacia un lado y miro aquella nota.

Por unos minutos dudo en tomarla, no estaba seguro de poder leer lo que ella le había dejado escrito. Se quejó una vez más y viró hacia el frente notando en la mesa de centro su reflejo; su maltrecho rostro tenía diversos moretones y su recatada facción se vio modificada por su ceño que se había fruncido a causa de la rabia e impotencia que sentía.

El chico mordió su labio inferior y sin pensarlo una vez más tomó la nota.

"Querido Edward..."

Así era como comenzaba aquel escrito, con dos sencillas pero duras y frías palabras que calaban hasta los huesos, en ellas no estaban plasmadas ni una pizca de amor o sentimiento afectivo, al contrario, aquella oración que estaba escrita de su puño y letra sonaba tajante, hiriente. Era como si Edward estuviera escuchando a Lara decirlas al ver su mirada fría y hostil al escribirlas.

"...cuando hayas descubierto esto y lo estés leyendo, créeme que yo estaré demasiado lejos y, en cierta forma me alegra no estar aquí para ver tu estúpido rostro, el cual siempre me fingió amor.

Desde que nos comprometimos creí que me amabas pero, al ir pasando el tiempo, me fui dando cuenta de que solo yo me estaba mintiendo. La gente decía que me engañabas y yo... como buena novia que era no les creía, sin embargo, un día te vi.

En verdad dolió, mucho. Créeme que quise perdonarte porque te amaba, juré intentarlo, pero tú lo echaste a perder. Pensé que cambiarías pero no lo hiciste. De cierta forma eso me alegra porque me demostraste cuan falso y mentiroso puedes ser...".

Mientras Edward leía escuchaba de fondo la voz sarcástica de Lara, la escuchaba reír y eso era justificable, después de todo él también estaba haciendo lo mismo.

"¿Sabes...? Siempre te amé, pero eso fue hasta que llegamos a este momento. Me rompiste por completo el corazón.

Saber de tus infidelidades me ayudó a abrir los ojos, a saber que nunca me quisiste; fue por eso que deje de creer en tus palabras, en tus actos y en tu falso amor.

Siempre creí que eras un hombre impasible, pero jamás me imaginé que pudieras llegar a ser todavía peor. Alimentas tu ego y tu arrogancia al creerte superior a los demás sin darte cuenta de que las personas que te rodean hacen todo lo posible por protegerte pero, ¿sabes...? Un día eso se acabará tal y como yo estoy terminando contigo.

Edward... Lamento no haberme despedido de frente y sé que es muy cobarde de mí parte no hacerlo; sin embargo, esto es algo que ya no me importa porque a estas alturas ya nada de lo que pienses me afecta.

Espero que encuentres la triste "felicidad" en tus amantes, aunque no creo que llegué. Ah, y por favor, no intentes buscarme. Mi abogado se pondrá en contacto contigo en unos días así que... hasta que ese día llegue... siéntete culpable.

Lara".

Eso era todo lo que decía aquella carta, Lara había sido específica, dura y arbitraria. Tal y como él le había enseñado.

Por otra parte, el chico se dejó sentar sobre el sillón al terminar de leer.

Ella se había ido de su lado y esta vez, lo había hecho para siempre.

TratadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora