• Ilusión •

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Cecil

Cecil temblaba de miedo o quizá de alegría al saber la noticia, y aunque aún no se había atrevido a decírselo al menos esperaba a que él reaccionara del mismo modo que ella.

Tomó su celular y con una evidente sonrisa en su rostro le envió un mensaje.

"Necesito verte. Te extraño".

Dejó el teléfono aún lado y se acercó a la ventana para mirar la calle empedrada, esperando ver en algún momento un auto negro estacionarse.

Así estuvo por un largo rato hasta que bajó a la cocina por un café, encendió la cafetera y buscó su taza favorita en la alacena, fue entonces cuando escuchó el motor de un auto detenerse frente a la puerta.

Dejó de hacer lo que estaba haciendo y corrió hacia la entrada con una gran ilusión, fue ahí en donde lo miró, Edward estaba frente a su portón bajando de su auto con la misma ropa del día anterior.

Inmediatamente, el nombre de Lara cruzó por su cabeza.

Cerró los ojos con dolor e intentó contener sus celos junto al nudo que tenía en su garganta, aunque era casi imposible. Pensar en ellos dos juntos la lastimaba, Edward era el amor de su vida y Lara... su mejor amiga.

Cecil. De pronto escuchó su nombre de fondo, abrió los ojos e ignoró el tono de voz con el que este le había hablado. ¿Qué era eso tan importante que querías decirme desde ayer? preguntó sin tapujos desde el umbral.

Hola, Edward comentó un poco molesta por su actitud, él simplemente la miró de forma arrogante.

Llevo algo de prisa, apúrate. La presionó.

¿Por qué no pasas? Prometo no quitarte mucho tiempo. Lo vio bufar, pero finalmente, este accedió a entrar.

Sea lo que sea, dímelo rápido. Ya te dije que llevo prisa. Su voz sonaba molesta.

Cecil suspiró pensando en que tal vez ese no era el mejor momento para decírselo, aun así, se atrevió a continuar.

Espera un minuto, ahora bajo. Le dijo mientras subía a su habitación en busca de los resultados que el doctor le había dado la otra mañana.

Se apresuró a bajar y mientras lo hacía pudo observar a Edward remover con una cuchara el café que recién ella se había servido, sonrió un poco y se acercó a él esperanzada.

Te ves un poco disgustado pero, estoy segura que esto te alegrará el día. Cecil lo invitó a sentarse, luego, se colocó frente a él poniéndose de cuclillas; él la miró extrañado, sin embargo, la chica prosiguió: Mira. Le dijo ofreciéndole un sobre blanco que apenas si este tomo.

¿Qué es esto? Le preguntó con indiferencia.

Ábrelo.

Edward miró el sobre en sus manos, luego la vio a ella. Chasqueó los dientes y dejó el café a un lado.

Cecil se sentía nerviosa y su corazón palpitaba emocionado. Lo vio desdoblar la hoja y de inmediato el rostro de Edward se descompuso.

¡¿Qué mierda es esto?! gritó más que enojado mientras se levantaba del sofá y sin querer la empujaba.

Edward siseó ella, sintiendo como todas sus esperanzas se desvanecían al igual que su tonta sonrisa.

¿Positivo? No me digas mencionó él con sarcasmo mientras arrugaba el papel y lo tiraba. ¡Es una pésima broma! vociferó sin poder creerlo.

No es ninguna broma, Edward. Estoy embarazada. Le dijo con suavidad en un intento por calmarlo pero solo logró empeorar las cosas.

¿Embarazada? ¡Qué estupidez! Edward la tomó del brazo con fuerza. ¿Y tú esperas que me crea esto? No Cecil. No nací ayer. ¡Camina! Le ordenó al jalarla.

¡Espera, me estas lastimando! Le gritó ella por el doble dolor que sentía.

¡Qué camines! reiteró mientras la jalaba como si fuera una muñeca de trapo. Ahora mismo iremos a que te revisen y si este chistecito es solo una broma para probarme...

¡Ya te dije que no es ninguna broma!

¡Pues no te creo! Te has estado cuidando. En eso él se detuvo y la miró lleno de dudas. ¿No vayas a decirme que dejaste de hacerlo? Porque si fue así y pensaste que embarazándote ibas a retenerme a tu lado te equivocaste. No echaré mi vida a perder por algo como esto. Ya suficiente tengo con que voy a casarme.

Cecil estaba asustada, ver a Edward enfadado la atemorizaba.

¿A dónde vamos? Le preguntó sin recibir respuesta al ser brutalmente introducida dentro del auto.

Por un largo rato Edward no dijo nada, simplemente se limitó a manejar hasta que en cierto momento ella notó que estaban saliendo de la ciudad, fue entonces que un fuerte escalofrío la recorrió.

Quiso salir del auto pero la puerta con seguro se lo impidió, de igual manera intentó bajar la ventanilla pero le fue imposible, no podía hacer nada más que quedarse callada y llorar mientras veía a través del cristal el lugar al cual habían llegado.

Estaba aterrada y confundida.

Cecil lo vio bajar y observó cómo rodó el auto hasta llegar a su lugar, abrió la puerta y le bajo.

Por favor, no imploró temblorosa. Edward, es tu hijo.

¡Es un maldito problema! Le respondió sin dudarlo.

Te equi...

¡¿Quieres echar a perder tu vida?! La interrumpió de inmediato. Porque si es así, da la vuelta y lárgate o... quédate y sigue conmigo.

Cecil no pudo hacer nada más ante aquellas duras palabras, tenía miedo y no sabía qué hacer, fue por eso que quizá luego de un rato se dejó convencer.

TratadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora