Y sin quererlo el corazón se me acelera, las pulsaciones van en aumento conforme el coche de Eliot está más próximo a mis ojos... y se acelera más aún cuando no puedo localizarlo por ningún lado. No está montado en el coche, no está en el porche de mi casa... Entonces aparco y le indico a mamá con un gesto de la cabeza que es el coche de Eliot. Así que ella asume y se va hacia casa mientras yo me quedo esperando junto al coche de Eliot.
Intentando calmarme, lo veo venir desde el jardín de los vecinos y, al verme, aminora el paso y hace el amago de dar media vuelta y largarse por donde venía, como si no quisiera verme. Pero acto seguido continúa caminando hacia mí, esta vez con una amplia sonrisa en su cara.
—¿Es que no querías verme? —grito.
—La verdad es que no me apetecía verte y... no esperaba que estuvieras aquí... —bromea.
—¿En mi casa? —le sigo la broma.
Entonces se para frente a mí mientras muestra sus blancos dientes despampanantes y me da un pequeño y corto abrazo como saludo.
—¿Qué haces aquí?
—He venido a buscarte.
—Pensaba que me llamarías al móvil.
—¡Pero bueno! —exclama aparentemente indignado— ¡Encima de que vengo a darte una sorpresa...!
Y como siempre, me hace reír como una tonta.
—¿Quieres ir a tomar el almuerzo? —continúa.
—Claro. Tengo que decírselo a... —digo señalando hacia mi casa.
—Por supuesto —dice al tiempo que se apoya en su coche—. Pero, ¿cuándo me vas a presentar a tu madre? ¿No va siendo hora?
—¡Idiota! —le digo al tiempo que le doy la espalda y me dirijo hacia casa.
Cuando salgo de casa de nuevo para estar de vuelta con Eliot, él me sorprende con una cesta de picnic. Yo, sin decir nada, me pongo a su lado y comenzamos a caminar en la dirección que me indica él. Al principio vamos en silencio, hasta que más o menos creemos estar fuera del alcance de la vista de mi madre. Entonces él inicia la conversación.
—¿De dónde venías?
—De ver a mi abuela. ¡Ya ha despertado! —le informo con una gran sonrisa.
—Me alegro —dice él levemente.
—¿Dónde me llevas? —pregunto curiosa.
—Ayer, cuando te dejé en casa, vi por aquí cerca un parque y pensé...
—¡Ah! Ya sé qué parque es —lo corto al reconocer el parque—. En fin... yo no llevo nada...
—No te preocupes, yo te invito a todo.
—Gracias.
Y vuelve a haber silencio. Aunque es un silencio reconfortante y tranquilo. Si todos los silencios fueran así, me gustaría estar callada más a menudo. Pero este silencio sólo ocurre con él.
Cuando llegamos al parque, buscamos un sitio más o menos tranquilo y Eliot deja la cesta en el suelo.
—Seguro que llevas esta cesta siempre en tu coche para poder sorprender a las chicas y ligártelas.
—Sí, has acertado. Es lo que siempre hago —dice. Y me hace reír, porque sé que está bromeando, otra vez.
Cuando voy a ayudarle a sacar cosas de la cesta, se me adelanta y saca una toalla de playa y la extiende en el suelo, por lo que yo suelto una carcajada.
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Acordes de amor y despedidas
Teen FictionAlison lleva desde la adolescencia persiguiendo un sueño; un sueño que parece convertirse en imposible y decide abandonar, haciéndole esconder su pasado a sus nuevos amigos excepto a Drew, un chico que comparte su misma pasión y que intenta convence...