Capítulo 14

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Es increíble que últimamente toda mi vida se resuma en torno al hospital Allegheny. Piso el acelerador mientras me hago a la idea de la posibilidad de encontrarme en el hospital también con la abuela, con mamá dando a luz o a saber qué otra sorpresa.

Una vez me indican dónde está Eliot, corro hacia allá y cuando lo encuentro le doy un abrazo.

—¿Qué te ha pasado?

—No es nada. Me he caído y...

—¿Te duele mucho? —le interrumpo impaciente.

—No. No es para tanto —dice al tiempo que sube el brazo para hacerme ver que puede moverlo ágilmente. Seguidamente, hace una mueca de dolor.

—Mejor déjalo quieto —le sugiero—. ¿Y quién te ha traído hasta aquí?

—Es una larga historia. Mejor te la explico de camino a casa.

—Primero tenemos que buscar a Kat. Creo que está en este hospital.

—¿Y eso?

—¡No sé! —exclamo alterada— Su móvil está en su piso pero no me abre la puerta y su vecina me ha dicho que se la llevaron en ambulancia, supuestamente a este hospital.

—Sí, definitivamente es una larga historia —susurra Eliot como si no hubiera escuchado lo que le acabo de decir.

—¿Qué?

—Nada, vamos a buscarla.

En todos lados preguntamos por Kat, pero ningún enfermero ni recepcionista sabe decirnos dónde está. Al cabo de un buen rato, nos rendimos y vamos de nuevo a su casa a buscarla.

Cuando miro el reloj, veo que son casi las diez de la noche y me altero porque papá y mamá estarán un tanto preocupados.

Llamamos al timbre y golpeamos la puerta de Kat llamándola a gritos. Al instante, ella abre, totalmente despreocupada, con unos cascos de música alrededor de su cuello y un plato con algo extraño en su mano derecha. Yo me lanzo a ella y le doy un abrazo.

—Kat, me tenías preocupada —casi le regaño—. ¿Dónde estabas? ¿Qué te ha pasado? ¿Por qué no me cogías el móvil?

—Cálmate Ali —me sugiere Eliot—. Seguro que Kat tiene una buena explicación.

—¡Más le vale!

—Eliot, será mejor que te vayas. No me apetece estar con muchas personas en este momento —dice Kat como si nada.

—¿Qué? —pregunto extrañada.

—Da igual —dice ofendido él—. Me iré andando tranquilamente.

—¡No! Tú casa está muy lejos de aquí. Dios. Te acercaré en un momento en el coche y enseguida vuelvo. ¿Kat?

—¿Qué?

—No vuelvas a enchufar esos cascos. Más te vale abrirme la puerta luego.

—Sí.

En poco tiempo, estoy de nuevo en casa de Kat. Por suerte no se demora en abrirme la puerta. Me invita a pasar y ambas nos sentamos en su sofá. Noto que todo está un poco desordenado.

—¿Por qué no me has devuelto las llamadas? ¿Y dónde estabas? ¿Has estado en el hospital? —le vuelvo a acribillar a preguntas.

—¿Qué dices tía? ¿Quién te ha dicho eso del hospital?

—Tu vecina. Esta tarde vine a buscarte y tenías el móvil en casa pero tú no me abrías la puerta. Y tu vecina llegó y me dijo que te habían llevado al hospital en ambulancia.

Acordes de amor y despedidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora