Capítulo 7

12 2 0
                                    

Al oír mi nombre tan inesperadamente, me sobresalto y doy un pequeño tumbo del susto.

—¿Pero qué haces aquí todavía? —dice papá a mis espaldas.

Adiós Eliot. He esperado lo suficiente.

—¿Nos vamos a casa? —me limito a decir en un tono enfadado.

Mamá se acerca y me da un abrazo, no lo suficientemente fuerte que a ella le gustaría, pues su barriga nos lo impide. Con esto, me da a entender que está al tanto de lo que ocurre. O al menos se lo imagina.

Entonces, un Jeep rojo se para frente a nosotros. Este coche ya lo he visto antes detenido frente a mí, y fue esta misma mañana. Empiezo a abochornarme.

Muy a mi pesar, Eliot baja la ventanilla y asoma la cabeza.

—Hola —exclama un poco tímido.

Mis padres no son de aquellos que te suelen avergonzar en situaciones como ésta, y me alegro de ello.

—Ten cuidado, cielo —dice mamá automáticamente.

Y se marchan en busca de nuestro coche.

Eliot y yo los observamos alejarse un poco. Una pequeña cola de coches se empieza a formar tras el suyo.

—¿Subes? —me dice más animado.

Me limito a subir al asiento del copiloto. Cuando lo hago, para mi sorpresa, se acerca y me saluda con un beso en la mejilla. Después me advierte que me ponga el cinturón.

Esto no me hace olvidar que estoy un poco mosqueada por su retraso, así que se lo hago saber.

—Pensé que no vendrías.

Él suelta una fuerte carcajada.

—¿Te acuerdas esta tarde, cuando te pregunté si realmente me creías tan torpe? Pues resulta que lo soy. Me he perdido y he estado un buen rato parando a preguntar en qué dirección podría encontrar este hospital.

—Ah —pronuncio un poco arrepentida.

—La verdad es que pensé que sería fácil moverme por aquí. Hace ya una semana que llegué a Pittsburgh y, como no conocía a nadie, he pasado los días dando vueltas con el coche y paseando, intentando grabar los lugares y las rutas en mi mente. Pero creo que no ha funcionado del todo. Lo siento.

Me doy cuenta de que le estoy mirando con la boca un poco abierta, como embobada, y rápidamente pongo la mirada al frente. Pero la verdad es que es bastante guapo y... simpático a pesar de mi primera impresión sobre él.

—No importa.

—Tengo suerte de que no te hayas ido. Habría quedado muy mal. Seguramente ya estarías pensando que te había dado plantón.

—La verdad es que sí —me sincero.

—Aunque tenga esa pinta, no soy de esos.

—Ya.

—¡En serio! —dice entre risas—. Te habría llamado para decirte que no me esperases.

Lo vuelvo a mirar.

—Te creo —por algún extraño motivo, realmente le creo.

—¿Eran tus padres? —pregunta en un intento por dar un giro a nuestra conversación.

—Sí.

—¿Son bastante jóvenes, no?

—Mi madre me tuvo con veintiún años. Ahora voy a tener un hermano.

Acordes de amor y despedidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora